Gianna no se presentó a desayunar con los demás aquella mañana pero poco tardó el dueño de casa en irla a buscar porque Jim se presentó en la casa y deseaba hablar con ella de algo urgente que, según el viejo, no podía esperar.
—Luego me dirás por qué no bajaste a desayunar con nosotros—dijo Valirio.
—Pensé que te lo diría Jamie—dijo ella haciendo que Valirio la acompañara hasta donde estaba Jim,—pero no importa, son cosas tontas que no tienen, ni tendrán nunca la más mínima importancia.Valirio sonrió pero no quedó del todo convencido con la respuesta y si Gianna no se la daba, la encontraría en otra parte. Jim esperaba sentado en un pequeño sillón del gran salón a que la heredera apareciera.
—Hola Jim, qué bueno verte. Es una lástima que no quisieras quedarte aquí con todos nosotros, se te extraña—dijo y era verdad que lo echaba de menos.
—No, señorita, yo prefiero cuidar de Morrigan—dijo él.
—Les dejo para que hablen—dijo Valirio retirándose.Cuando se alejó, Jim empezó a hablar porque no era hombre que perdiera el tiempo yéndose por la tangente, solía ser muy directo especialmente en todo lo que se refería al barco y el manejo de este.
—Señorita Zanetti, mucho me temo que le traigo malas noticias—dijo él apesadumbrado.
—Últimamente es todo lo que recibo, malas noticias pero no te detengas, para algo has venido—pidió ella.
—Oscar, santiago y Nashelí, dejarán Morrigan y yo vine a verla para pedirle que los convenza de quedarse, son tres y con Verónica...
—¡Basta, Jim! Si desean irse que lo hagan. Sabes dónde están mis monedas, dale cinco a cada uno y diles que les deseo que les vaya muy bien—dijo.
—Pero señorita...
—No Jim, no, no puedo arrastrarlos a mi destino si ellos no quieren. Avísale a Jamie, yo se lo diré a Andrea por si quiere buscar a alguien más. Jamie quizá quiera despedirse de su amiga o tal vez quiera partir con ella—dijo convencida de que todo el mundo iba a abandonarla.
—¿Está usted bien, Gianna?—preguntó Jim que la conocía bastante bien.
—Mejor que nunca... Ahora ves a hacer lo que te pedí, por favor—solicitó y le sonrió intentando hacerle creer que realmente todo estaba bien.— ¡Y Jim, haz que Nashelí se lleve ese estúpido perro!Jim se alejó de Gianna convencido de que aquella no era la joven que había partido de Arallanes, ella habría corrido a intentar convencer a los hombres pero sobre todo a Nashelí, la que más le apenaba que se fuera. Gianna fue en busca de Andrea, este desayunaba aún con Alessandro y Amaraí y una nueva invitada que era Alexia.
—Andrea necesito hablar contigo—dijo sin más.—A solas.
—Cuidado con esta bruja, amor—advirtió Amaraí.Ambos salieron de la vista de los demás y ella a grandes rasgos le contó a Andrea lo que había venido a decirle Jim, sonrió y dijo:
—¿Así que decidiste que se fueran?
—Yo no, ellos—respondió ella confundida pero sin que le importara mucho.—Ahora que estás avisado, tú sabrás qué hacer al respecto, es tú tripulación ahora.
—No necesitamos a nadie más, podemos llegar los que somos—dijo convencido.Cuando le dijo aquello se fue sin despedirse y sin esperar a que dijera nada más porque al fin y al cabo, la última palabra al respecto la tenía él pero en el pasillo tropezó con Jamie y con Valirio que entraban desde la terraza pues el frío empezaba a apretar y una tenue lluvia se había soltado.
—Valirio, qué bueno que te encuentro. Buenos días señora Paolli—dijo sin siquiera mirarla.—Valirio, iré a casa de Nicolás en una hora, te aviso para que no me busques por todos lados o te asustes.
—¿Quieres que te acompañe?—preguntó él.
—No—dijo sonriendo, sabiendo que aquello se prestaba a malas interpretaciones pero de algún modo haciéndolo por eso precisamente.—Conozco el camino y tenemos que hablar él y yo a solas.
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Las joyas del abuelo
RomantizmGianna emprende un viaje en barco tras el último día de 1699 sólo para encontrar los tesoros más preciados de su abuela. Una compañía pirata que le cambiará la vida para siempre.