Capítulo XXXIX

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Andrea y Valirio conversaban en el jardín bastante consternados por todo lo acontecido durante la huida de Gianna.

—¿Irás a hablar con ella?—quiso saber Andrea.
—¿Crees que acepte hablar conmigo?—preguntó a su vez Valirio.
—No lo sé. Gianna te aprecia, yo creo que...—dijo Andrea.
—Tú la conoces mejor que yo—dijo reconoció el dueño de casa.
—Tal vez pero creo que Gianna no es de las mujeres que se conocen del todo sin embargo creo que ella hablará contigo por que tiene el buen corazón de Danielle. Deja que se le pase un poco la furia—reconoció el capitán.

Nicolás que venía entrando alcanzó a escucharlos y dijo:

—Caballeros, buenas tardes. No pude evitar escucharlos y les pido un favor a ambos: dejen que sea yo quien le hable primero.
—No me parece una buena idea—dijo Andrea molesto por la intrusión sorpresiva del señor Moreau.—Usted, señor Murciélago ya tuvo su oportunidad y no logró nada de nada.
—¿Y qué hará usted? ¿Hablar con ella?—
preguntó Nicolás sonriendo.—No lo creo, dudo mucho que ella prefiera hablar con usted antes que conmigo.

Nicolás se giró hacia su amigo, ignorando a Andrea y prosiguió:

—Valirio, yo traicioné a Gianna. Imagino que con quien más enojada está por el momento es conmigo. Permíteme intentarlo de nuevo, si no funciona lo harás tú o quien quiera de los dos, tampoco me importa mucho si es que ella se niega a decirme algo.

Valirio dudó un poco.

—Creo que tienes razón—contestó al fin.—Ve e inténtalo, creo que ella te aprecia y necesita un amigo...
—¿Necesita un amigo? ¡Patrañas! Esa niña lo que en realidad necesita es un jalón de orejas bien fuerte que la traiga de nuevo a la realidad y...
—¡Y tú ya le diste mucho de eso, ¿no es así, Andrea?!—
interrumpió Moreau.
—Tú no me conoces, ni conoces nada de lo que ha sucedido entre Gianna y yo; y para ti soy el capitán Mielle aunque te tardes más diciéndolo. No te sientas su amigo, cuando ella lo decida te envolverá y caerás como un tonto a sus pies, babeando por ella y convirtiéndote en el iluso amante en turno—dijo Andrea molestísimo.
—¿Así cayó usted, capitán Mielle?—preguntó Nicolás usando contra Andrea un poco de sarcasmo.

Había en aquel trío un hombre que estaba mucho más que cansado de la pelea, así que no dudó en tomar cartas en el asunto.

—¡Basta ustedes dos!—dijo con firmeza.—Vampiro, ve a ver si puedes o no hablar con ella de una buena vez. Si te es posible, trata de que vuelva a aquí porque me gustaría mucho que pasara estos días que faltan para partir, aquí, en mi casa y a mi lado. Fui un estúpido porque pude disfrutar más de su presencia.

Nicolás asintió, se puso el sombrero y se alejó sin siquiera desperdirse de Andrea.

—Ella no volverá con él—masculló Andrea y se alejó sin esperar respuesta de Valirio porque necesitaba hablar con Amaraí.

Andrea quería dejar de preocuparse por Gianna y la herbolaria siempre le daba una buena charla, sobre todo cuando hablaban de viajes pasados y anécdotas que sólo ellos dos conocían. En el camino se encontró con Jamie y Alessandro que se hacían arrumacos en un rinconcito del salón. Pasó aprisa para no molestar y se alegró por ellos, pues sabía que su amigo amaba a Jamie y que estaba perfectamente bien con ella. Moreau llegó a Morrigan con el ocaso, Jim le hizo saber que la heredera continuaba en el camarote de su abuelo, ahora de ella y se dirigió hasta allí.

—Vengo en son de paz, Gianna. Abre por favor porque no pienso irme hasta que me hables. Y si no me abres, hablaré tanto como nunca lo he hecho, conocerás mi peor defecto y tus oídos van a odiarme de tanto que escucharás mi voz. Créeme, puedo hablar toda la tarde sin parar y por supuesto, puedo continuar a la noche entera. Nada me detendrá, ni la lluvia, ni el viento, ni el sol, ni siquiera este horrible frío que hace aquí y que a ti tanto te gusta. Ni siquiera me detendría saber que Andrea viene hasta aquí con sus celos tontos e infundados por delante. Después de todo, yo puedo ganarle a él por cansancio, además se enoja tan rápido que no le da tiempo de pensar en la contestación que me dará y ahí ya llevo la mitad de la pelea más que ganada. Gianna, hagámoslo fácil para ambos y abre esa puerta, se buena que nada te cuesta. ¿No te aburre pasar tanto tiempo allí dentro sola? Por que yo ya estaría aburridísimo y es que, yo necesito el contacto humano, hablar, hablar, hablar...

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora