Capítulo 63

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Termino de apilar unas cuantas vigas de madera al lado del cobertizo. La verdad es que estoy cansada, quieras que no hemos usado tanto magia como fuerza física.

Por suerte, eso era lo que me quedaba por hacer hoy, así que puedo dejar que mis agujetas se calmen hasta mañana:

-Bien, pues sólo nos queda el último piso y nuestra casa estará como nueva -sonríe Arthur- Muchas gracias chicos, no teníais por qué ayudarnos.

-Es nuestra casa también, queríamos verla en pie de nuevo cuanto antes -admite con un tono alegre George- Además, cuando los niños vuelven a Hogwarts no hay tanta demanda en la tienda.

-¿Quién tiene hambre? -pregunta Molly.

Todos levantamos la mano, cuatro horas trabajando abren el apetito. A pesar de que la cocina ya está reparada, volvemos a la casa de las conchas. Un cambio de aire no sienta mal.

(...)

Llevo todo el día con la cabeza todavía centrada en lo que pasó, así que he decidido despejarme un poco con un libro mágico, para variar.

Es muy interesante, pero los muggles tienen otro... ¿Toque? Se podría decir que esa chispa de imaginación no es tan candente en el mundo mágico.

Mi propósito se cumple, y termino por meterme de lleno en la historia:

-Kelly... Vamos, las dos sabemos que puedes hacerlo mejor que eso... -susurro.

-¿Leyendo otra vez?

Casi tiro el libro al suelo debido al susto, y al alzar la vista me encuentro a mi novio apoyado en el marco de la puerta y levantando la comisura izquierda de su boca:

-Como si no me conocieras -río.

Veo cómo aprieta los labios, por lo que frunzo el ceño:

-¿Qué pasa?

-Tú lo has dicho, te conozco, y por eso estoy aquí.

Abro la boca con intención de decir algo, pero un nudo que se ha formado en mi garganta prohíbe que las palabras consigan salir:

-Estás muy distante. Sé que algo te preocupa, y supongo que es lo que me comentaste ayer.

Mi cuerpo se tensa, y permanezco callada. Él se acerca, sentándose en el sillón que hay al lado del mío:

-No tienes que culparte, si sigues así esto acabará por consumirte.

Fijo mi mirada en el blanco suelo de madera intentando no mantener contacto visual, pero me coge delicadamente del mentón, y conecta nuestras miradas:

-Odio verte pasarlo mal.

Mi corazón da un vuelco al oírle decir esas palabras, no me lo esperaba...

Nos quedamos unos segundos perdidos en la mirada del otro, pero al notar cómo mis ojos se humedecen, aprieto los párpados y me levanto.

Camino hasta la ventana, que muestra un precioso atardecer. Apoyándome en el alfeizar, comienzo a expresar de verdad lo que siento:

-Yo no soy como tú, Fred, no puedo simplemente "admititlo" y lo he intentado, lo he intentado con todas mis ganas... No soy valiente, y me aterra que exista la posibilidad de que muráis por mi culpa... ¡Y desde luego no me consuela que seáis capaces de arriesgar vuestra vida con tal de protegerme!

Oigo sus pasos, y pone una mano en mi hombro:

-Ya sabes que a estas alturas, ya nadie de nuestro bando está seguro. 

-Vaya, gracias cariño, ahora mismo estoy mucho más relajada -exclamo con un obvio sarcasmo.

Siento su mirada posada en mí, y segundos más tarde me abraza. Al principio no reacciono, sorprendida, pero termino por corresponderle.

Mis sentimientos se vuelven más fuertes, llegando a un punto en el que no los puedo controlar. Todo lo que llevo guardando desde hace horas empieza a reflejarse.

Agarro más fuerte su camisa, y comienzo a lagrimear sobre su hombro:

-Es que... No quiero perderos. Yo no... no podría...

Lloro con más fuerza, y él no me suelta. Permanecemos así unos minutos, hasta que mi llanto se apacigua.

Al separarnos, coge mi cara, secando con los pulgares las lágrimas que aún corren rebeldes por mis mejillas:

-No vas a perder a nadie.

-Eso no lo sabes...

-Llámalo una corazonada -ríe de manera suave.

Sonrío débilmente:

-No voy a dejar que malgastes tu tiempo en otra parte, lejos de aquí... Otra vez.

Ambos reímos. Fred muerde su labio inferior:

-Ven conmigo.

-¿Qué? ¿Para qué? -pregunto.

-Ya lo verás -sonríe.

Me coge de la muñeca y comienza a llevarme fuera de la casa. Caminamos hasta un acantilado cercano, pero poco antes de llegar arriba del todo se gira hacia mí:

-Cierra los ojos.

Le hago caso, y dejo que me guíe. No pasa mucho tiempo hasta que nos detenemos de nuevo:

-Ya puedes mirar.

Abro lentamente los párpados, encontrándome con unas vistas increíbles del mar, y el Sol reflejando en el agua:

-Es precioso...

-¿Quieres bailar?

Al principio me parece una propuesta un poco sacada de la nada, pero parece leerme el pensamiento:

-Sé que bailas para distraerte.

Sonrío:

-No hay música -río.

Saca su varita, y con un giro de muñeca hace aparecer unos altavoces. Una risa se escapa de mis labios, y beso su mejilla.

Abrazados, comenzamos a movernos al son de la canción. Cierro los ojos, intentando olvidar todo y centrarme en este momento.

Por suerte funciona, y pronto somos sólo Fred y yo.

Cae la noche, y seguimos aquí... En momentos como estos, no hace falta mucho más, cosa que me alegra.

Es él quien rompe el eterno silencio:

-No quiero que vuelvas a darle vueltas a todo eso de la Madriguera. Fue un ataque, no ha sido el primero, no será el último, y desde luego no ha sido tan grave para que te quite tu preciosa sonrisa.

Le escucho con atención, enternecida por sus palabras. Nunca me cansaré de escuchar su voz:

-Prométeme una cosa -exclama.

-¿El qué?

-No te marches.

Sonrío, recordando las palabras que le dije yo hace unos meses:

-Jamás.

Pasan otras dos canciones, y el tiempo parece ser infinito aquí... Como si pudiéramos parar este momento:

-Eres demasiado bueno para mí -río.

-Habló la snitch entre quaffles -exclama.

Levanto mi comisura derecha, y me separo un poco para poder besar sus labios:

-Te quiero.

-Lo sé. Yo también te quiero pequeña.

Jokes And Sugar (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora