Cuatro días después.
El repentino sonido de mi teléfono móvil hace que me dé la vuelta en la cama y me caiga al suelo por el susto que me ha pegado la música del mismo. Pero hay algo raro en el suelo. Digo raro porque no estaba duro y al caerme a chillado como si fuese un gato... gato... GATO. ¡BAGHEERA! ¡Ay, que lo he matado!
Me levanto del suelo pegando un salto enorme, hasta quedarme de pie. Y, efectivamente, Bagheera estaba durmiendo plácidamente en el suelo hasta que yo lo he aplastado.
—Lo siento, lo siento, lo siento. —Me pongo de cuclillas enfrente de él y lo cojo entre mis brazos.
Lo aprieto contra mi pecho y comienzo a darle besos en su pequeña cabecita, consiguiendo que él maúlle molesto e intente apartarse de mí con sus pequeñas patas. Cuando los maullidos de mi gato cesan, el sonido de mi teléfono entra en mis oídos nuevamente. Se me había olvidado que estaba sonando.
Tras incorporarme, doy un paso hacia la mesita que está al lado del cabecero de mi cama y miro la pantalla del móvil, dónde pone en letras grandes: "Rosa trabajo".
Rosa. Trabajo... trabajo... ¡TRABAJO!
Suelto a Bagheera de golpe, haciendo que caiga al suelo de pie y luego salga corriendo de mi habitación. Me lanzo como loca a coger el dispositivo y cuando lo tengo entre mis manos, lo descuelgo y me lo llevo al oído.
—Dime. —Suelto de golpe con tanta rapidez, que dudo que me haya entendido.
—¿Kelsey? —pregunta Rosa, preocupada por cómo he contestado—. ¿Estás bien?
—Sí, sí. ¿Querías algo?
—Sí, te llamaba para decirte que se acabó la espera. Ya puedes volver con tu trabajo —me hace saber.
Pues menos mal, porque estos días no han sido unas vacaciones como pensaba. He tenido que volver a ejercer como camarera mientras tanto. Y para colmo, Marshall se ha estado comportando muy raro conmigo. Más que de costumbre. No me quita el ojo de encima. Es como si fuese yo la que tuviese que tener vigilancia y no Axel.
—Debes ir ahora al hospital Raymond. Axel tiene que apoyar a los enfermos terminales como trabajo social. —me explica con tranquilidad—. No hace falta que vengas hoy a comisaría, tienes que ir al hospital directamente. El chico ya está allí.
—Ah, está bien —respondo restregándome los ojos con mi mano libre.
—Suerte.
—Gracias —agradezco y suelto un bostezo.
Cuando cuelgo la llamada, tiro el móvil en la mesita, provocando que me arrepienta al instante, ya que ha sonado como si se hubiese roto, pero no. Al mirar el reloj que tengo también en el mismo sitio y ver que son las seis de la mañana, suelto un suspiro en forma de queja y cansancio. Sobre todo, cansancio.
Quiero dormir tranquila por una vez en la vida.
🐈
Camino por los pasillos del hospital, con los cascos conectados al móvil y puestos en mis oídos mientras reproducen una de las canciones de Soge Culebra. Desde pequeña mi padre siempre me ha puesto a escuchar hip-hop y rap español, decía que intentaba cantar las canciones, pero que siempre acababa balbuceando las letras y que eso le encantaba verlo.
Él, al ser español, entendía perfectamente lo que decían las letras de dichas canciones, pero yo no. Tampoco es que se molestara en enseñarme a hablar su idioma. Pero consiguió que me gustara este género y, aunque no entienda nada, las sigo escuchando e intentando cantar.
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...