—¿Qué tal te fue ayer? ¿Hablaste con él? —me pregunta Marshall.
Este pega un sorbo a su café mientras se acomoda en el asiento de su escritorio. ¿Y sabéis quien ha tenido que preparar el café antes de subir a su despacho? Eso es, yo.
—Así es. —Asiento con la cabeza.
—¿Averiguaste algo? —Pega sus ojos en los míos a la vez que deja la taza, medio vacía, sobre la mesa.
La verdad, es que descubrí más cosas de las que me esperaba. Al ser mi primer día trabajando como policía, pensé que iba a meter la pata en más de una ocasión. Y no fue así. Estoy orgullosa de cómo me ha ido después de todo.
—Sí —confirmo gustosa—. Hoy habrá una fiesta y él va a asistir. También he encontrado información sobre el bestiario de Nueva Orleans. Su nombre está en la lista.
—Sé de la existencia de esa lista —comenta con indiferencia—. ¿Eso es todo?
—No, señor. —Niego con la cabeza—. En esa fiesta parece que va a haber algo más que gente bailando y alcohol.
Marshall cruza los brazos sobre su pecho al mismo tiempo que frunce el ceño y echa su espalda hacia atrás, hasta que esta toca el respaldo de su cómoda silla. Está durante unos segundos en esa posición, pensando en algo que no puedo llegar a descifrar, dado que aún no tengo el súper poder de leer la mente de las personas. Al ver que no sale de la burbuja que ha creado a su alrededor para aislarse por un tiempo, decido continuar hablando para iluminarle un poco el camino.
—Un tal Fred Turner insistió en que fuese a la fiesta. Axel se negó a ello. No me deja ir —añado.
—¿Te lo ha prohibido? —indaga sin dirigirme la mirada—. Eso es que esconde algo.
O que, efectivamente, me pueden matar. Es otra opción.
Sus ojos se mantienen fijos en algún punto de su mesa. Sigue dándole vueltas a lo que le acabo de decir.
—Sí —le doy la razón—. Algo peligroso. Él dijo que podrían matarme si aparecía por allí.
—Dices que va a ir el chico, ¿no? —Sube la vista hasta a mí.
Una de sus cejas se alza, dándole una expresión reflexiva a su rostro. Asiento con la cabeza como respuesta afirmativa a su pregunta.
—Entonces irás.
Su sentencia me eriza el vello.
Sé que es mi trabajo y debo acostumbrarme a este tipo de cosas lo más rápido posible, pero no puedo evitar pensar en que, si voy, me puedan llegar a matar. Yo no pedí este tipo de casos, sino uno en el que pudiese investigar por mi cuenta en el interior de un despacho. Para algo estuve estudiando criminalística. Lo de estar en una academia policial fue un añadido que yo misma me propuse obtener para tener más posibilidades a la hora de ponerme a trabajar. Aunque bueno, de nada ha servido. Ni siquiera ahora. Me han elegido para esta misión por mi edad. No por mi formación.
—No sé si me ha oído bien, pero el chico me dijo que si iba podrían matarme —repito con la esperanza de que no me estuviese prestando atención antes.
—Claro que te he oído.
Ya veo que le importa una mierda si vivo o muero.
—¿Entonces? —pregunto con esa pizca de esperanza aún en mi interior.
—¿Entonces qué? —cuestiona, confundido.
Suelto un pequeño suspiro y luego procedo a coger una bocanada de aire para poder tener la paciencia que siempre me suele faltar con este hombre. Entrelazo los dedos de ambas manos delante de mi torso y espero un tiempo a recuperar la calma.
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...