Mantengo los brazos cruzados sobre mi pecho mientras doy toquecitos con el pie en el suelo y observo las puertas del ascensor a la espera de que se abran. Estoy nerviosa por lo que me pueda llegar a encontrar. Cuando estas se abren, los gritos de Chelsea es lo primero que captan mis oídos.
—¡Señora, no me toque lo que no tengo! —le grita mi amiga a la anciana que tiene a pocos metros.
Esta mujer se encuentra entre dos policías, los cuales se quedan al margen mientras presencian la escenita que ambas están montando en plena comisaría. Chel tiene los puños apretados, al igual que su mandíbula, y puedo notar como la vena de la frente y el cuello le palpitan sin parar. Temo que le puedan llegar a estallar. Ella nunca ha sido alguien muy paciente, llega a su límite muy pronto, lo que da lugar a peleas como esta. Seguro que no ha sido algo muy grave, pero hace de algo pequeño un mundo.
En cuanto me fijo un poco mejor en ella, me doy cuenta de que su cabello ya no es castaño, sino rubio. Cosa que me indica que se ha teñido hace muy poco. Al no haber tenido noticias al respecto, me sorprendo bastante por tal radical cambio de look. Hacía tiempo que no la veía de rubia, cuando la conocí, aún no se había vuelto a tintar el pelo de moreno. Aunque este es su color natural, el rubio platino le ha llamado mucho la atención siempre. Al menos desde que la conozco.
—Agente, esta chica estaba intentando entrar en la casa de mi vecina —le informa la señora a uno de los policías que hay a su lado—. Se lo juro por mi madre y mi padre, que en paz descansen.
—¡Pero que esa es mi casa! —replica Chel—. Hay que joderse...
Todo esto me resulta muy familiar.
Al ver que el ascensor va a cerrar sus puertas conmigo en su interior todavía, meto mis brazos de por medio para separarlas, cosa que hace que regresen a su posición inicial y yo pueda salir con total tranquilidad. Me acerco a mi amiga con pasos rápidos, llevándome las miradas de algunos de mis compañeros de trabajo, quienes se divierten con la situación que están viviendo.
—No me mientas, jovencita —le regaña la anciana, advirtiéndole con el dedo índice.
Cuando estoy a pocos pasos de Chelsea, le agarro de la manga de su cazadora para llamar su atención. Ella dirige su mirada a la mía y suspira con alivio.
—Kelsey, por favor. Dile a esta vieja que no he intentado entrar en ninguna casa ajena —me suplica con desesperación.
Abro los ojos un poco más de lo normal al escuchar con qué palabras se ha referido a su vecina. Entiendo que esté enfadada por la confusión que hayan tenido ambas, pero no hay razón para faltar el respeto de esa forma.
—Un poco de respeto a tus mayores —se queja la señora, arrugando el entrecejo.
—¿Se puede saber qué ha pasado? —inquiero mirando a mis dos compañeros de trabajo, los cuelas se encogen de hombros sin saber muy bien que contestarme.
Al ver que ellos nos están por la labor de darme una explicación, dirijo la mirada hacia Chelsea. Ella asesina con la mirada a la anciana, ni siquiera se da cuenta de que estoy esperando una respuesta por su parte. Miro a la señora para ver si ella sí sabe decirme algo, pero solo se mantiene con los brazos cruzados sobre su pecho, observándome y aguardando a que algún miembro del cuerpo de policía se digne a atender su denuncia. Un suspiro sale de los adentros de uno de los hombres uniformados. De inmediato, pongo mi atención en él.
—La señora Powell nos llamó denunciando un allanamiento de morada por parte de la señorita Brooks —me explica Matt.
—Por decimonovena vez —interviene mi amiga, exasperada y ya un tanto agresiva—. ¡No puede ser allanamiento si la casa en la que estaba tratando de entrar era la mía!
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...