👑 Capítulo 56

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Las gotas de agua resbalan por la capucha de mi sudadera y por algunos mechones de mi cabello, cayendo contra el suelo a cada zancada que doy para llegar lo antes posible a la habitación en la que Axel y Ángel se encuentran. Se ha puesto a llover nada más salir de casa y no he tenido oportunidad de coger un paraguas, aunque tampoco me hubiese servido de mucho; Bagheera se lo cargó en su momento y está lleno de agujeros por los que se colaría el líquido y acabaría empapándome igual.

El hospital está desierto. Solo quedan algunos trabajadores haciendo sus turnos y personas que han decidido quedarse con los conocidos que estén ingresados en el lugar. En cuanto me percato de que me faltan pocos pasos para llegar a mi destino, dejo de correr y me posiciono enfrente de la puerta. Tras quitarme la capucha de la cabeza, me adentro en el cuarto.

—He venido lo más rápido que he podido —informo con la respiración agitada.

Ante mis ojos aparece Williams, quien se encuentra de pie en el lado izquierdo de la cama del chico, observándole. Ángel está tumbado en el sitio de siempre, arropado con las sábanas y mantas hasta arriba, dejando al descubierto únicamente sus brazos y busto. La piel del muchacho está pálida y puedo notar el dolor y las pocas fuerzas que le quedan en el color de sus ojos; ya casi no brillan tanto como antes.

Un pequeño suspiro de alivio se escapa de mis labios al comprobar que el chaval sigue con vida y luchando por la misma, a pesar de que va a perder la batalla haga lo que haga. Eso es muy triste.

Me acerco a ellos con cautela y, en el instante en el que estoy justo al lado de Axel, paso mi mano por su espalda para avisarle de que ya estoy aquí. No se ha girado para recibirme cuando he llegado. Este posa su mirada seria en mí y me muestra una sonrisa que dura menos de un segundo. La tristeza que siente es muy notable en sus iris oscuros. Pongo la vista en Ángel, quien me mira intentando enseñarme la más bonita de las sonrisas.

—Buenas noches, Kristen. —Su voz sale afónica, débil, como si eso también le causase dolor en su interior.

—Hola, angelito —saludo con ternura.

Noto como Williams se tensa en el sitio. Al echarle un vistazo, me percato de que tiene los puños apretados a ambos lados de su torso. Su ceño se frunce. Puedo detectar impotencia al no poder hacer nada por ayudar a su amigo.

—¿Qué tienen de buenas? —inquiere él.

—Estáis a mi lado —responde de forma obvia—. ¿Cuántas veces tengo que repetirlo?

Me inclino unos centímetros hacia el chico y tomo una de sus frías manos para darle todo mi apoyo. Este, al notar la calidez de mi piel, la aprieta con fuerza para impedir que me aleje.

—Voy a salir un momento a tomar el aire —comenta Axel con la voz quebrada.

El expresidiario gira sobre sí mismo y camina hacia la salida de la habitación. Sin embargo, antes de que pueda salir, le freno.

—Está lloviendo —aviso.

Se queda unos segundos mirándome, como esperando a que las palabras que quiere decir salgan de su boca, pero termina por marcharse sin decir absolutamente nada. Todo esto le sobrepasa. Debe de estar siendo muy difícil para él despedirse.

Regreso la mirada a Ángel. El muchacho no me quita los ojos de encima, a pesar de que se le ve cansado y parece querer cerrar los párpados de una vez por todas. Su mano se aferra a la mía con más fuerza en cuento una punzada de dolor se aloja en alguna parte de su cuerpo. Su rostro fruncido me lo confirma.

Respira hondo y va expulsando el aire por la boca poco a poco, en un intento de calmarse, tanto a sí mismo como al dolor que le recorre de pies a cabeza. Ángel se humedece los labios y luego traga saliva. Tras carraspear con la garganta, se dispone a decirme lo siguiente:

Criminal | EN FÍSICO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora