El tacto de algo cálido en mis mejillas y los constantes toquecitos en ellas, hacen que mis ojos hagan el esfuerzo de abrirse tras haber estado cerrados por un periodo indefinido de tiempo. Siento el frescor de la noche en cada poro de mi piel, lo que me trae de vuelta a la realidad, haciéndome recordar en el lugar en el que me encuentro y por qué motivos continúo en él. Los párpados me pesan y me cuesta bastante mantenerlos entreabiertos, igual que cuando me he despertado en el interior de esa sala con esos mastodontes hiriéndome sin temor alguno.
Cojo una bocanada de aire que mis pulmones agradecen al instante. Escucho una voz lejana que repite varias veces las mismas palabras, una y otra vez. Sin embargo, no logro reconocerla, y mucho menos entender lo que me está diciendo. La persona que está queriendo despertarme sigue acariciando mi cabeza y dándome suaves golpes en la cara para que entre en razón. Arrugo la expresión de mi rostro al sentir como algo me presiona la herida del hombro con fuerza. El grito no sale más allá de mi garganta, se queda ahogada en ella.
—Kris, vamos. Despierta. —Esta vez logro entender lo que me dice.
Pequeños quejidos de aflicción salen de mis adentros por la fuerza que están ejerciendo en el orificio de bala que tengo en el hombro. Aprieta la zona con mucha fuerza, tanta, que creo que en cualquier momento dejaré de notar el brazo por completo. Cuando ya soy capaz de mantener por algo más de tiempo los ojos abiertos, veo una figura borrosa a pocos centímetros de mí, arrodillada en el suelo junto a mí mientras ata algo a mi brazo; supongo que es para detener el sangrado. Acto seguido, procede a hacer la misma acción con los cortes del antebrazo. Me ata algo en esas pequeñas rajas que aún escuecen como mil demonios.
Las lágrimas comienzan a salir nuevamente, precipitándose por el barranco de mis ojos. La persona que aún no logro ver con claridad, posa sus dedos pulgares en mi rostro y aparta la agüilla salada que resbala por mis pómulos sin detenerse.
—Voy a levantarte del suelo —avisa.
Su voz pertenece a alguien del género masculino, poco a poco los sentidos van llegando a mí. El chico frente a mí dirige una de sus manos a mi nuca y la otra debajo de mis piernas. Con este simple acto, ya sé que el proceso de la siguiente acción me va a doler como a nadie. Gimo nuevamente al notar a mi cuerpo adolorido siendo levantado del asfalto y, una vez que la persona me tiene sujeta entre sus brazos, me acurruca contra su pecho. El olor al perfume tan característico de Axel, me hace pensar que es él quien me está ayudando, por lo que no tardo en sentir la calma llegar a mi ser.
Giro un poco la cabeza y miro hacia el punto en el que él camina. Hay un coche aparcado cerca de la acera, supongo que está esperando por nosotros. En el momento en el que llegamos al automóvil, Axel hace lo posible por abrir la puerta trasera. Cuando lo logra, se mete en el interior sin soltarme. Williams se acomoda en el asiento y, luego, me sienta en su regazo tal y como me tenía agarrada antes; con las piernas sobre los asientos libres y el lado izquierdo de mi torso contra su abdomen. Tras cerrar la puerta, el expresidiario me hace apoyar la cabeza en su hombro para que pueda estar más cómoda.
—Conduce al hospital —ordena.
—No podemos llevarla a un hospital —responde otra voz masculina que reconozco como la de Charlie—. Acabas de salir de la cárcel y esa chica tiene un tiro. No voy a permitir que empiecen una nueva investigación contigo, se destapará absolutamente todo.
Los dedos de Axel se aferran a mi piel ante las palabras de su padre. Miro hacia el asiento del conductor, donde se encuentra este señor; aún veo un poco borroso, no distingo bien los contrastes de luz.
—Pues llévanos a mi casa —cede de mala gana.
Siento como el vehículo se pone en marcha. El movimiento me hace enterrar más la cabeza en el hueco del cuello de Williams. Este posa su cara en mi coronilla.
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Criminal | EN FÍSICO |
AksiKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...