Cojo una bocanada de aire y la suelto lentamente mientras me preparo mentalmente para lo que voy a hacer y lo que puede pasar. Me quedo mirando la madera de la puerta del piso de Axel, abrazando su sudadera con fuerza contra mi pecho. Estoy unos segundos meditando muy bien cómo le voy a decir las cosas, pues él mismo me dijo que no quería que se lo contase porque estaba harto de las malas noticias. Los nervios y la cobardía toman las riendas de mi cuerpo, haciéndome darme la vuelta para marcharme y actuar como si nada hubiera pasado, pero, tan rápido como mi cerebro toma esa decisión, mis pies se quedan anclados al suelo a pocos pasos de las escaleras de bajada.
Aprieto los párpados y los labios con fuerza a la vez que hundo las yemas de mis dedos en la tela de la prenda de vestir de Williams. Respiro hondo y expulso el aire para recobrar la compostura. Venga, Kelsey. Tienes que hacerlo. Por él.
Vuelvo a girarme sobre mí misma y camino de nuevo hacia la entrada de su vivienda. Alzo uno de mis brazos y acerco mis nudillos para hacer colisionar levemente, sin embargo, no llego a rozarla. Un suspiro de frustración se escapa de mis adentros. Pellizco el puente de mi nariz con la suficiente fuerza como para hacerme entender que esto es lo que debo hacer sí o sí. Maldita sea el día en el que me mencionaron para hacer este trabajo.
Acerco por segunda vez los nudillos a la puerta y, esta vez, los dejo caer hasta que hacen el ruido propio que logra que mi corazón pegue un vuelco. Estoy tan nerviosa que juraría que está a punto de darme un infarto aquí de pie. A los pocos segundos, la puerta se abre y Axel aparece ante mis ojos. Este, al verme, se lleva con rapidez la mano a la parte izquierda de su cuello, queriendo esconder algo. Sus ojos están más abiertos de lo normal, como si no esperase verme a estas horas plantada en la entrada de su casa.
—Kristen. ¿Qué haces aquí tan tarde? —inquiere en un tono de voz nervioso.
—He venido a traerte la sudadera. —Se la muestro—. Y sigo teniendo que hablar contigo.
—¿Ahora? —Alza las cejas—. Podrías haberme llamado por teléfono.
—No, tiene que ser en persona.
Al escuchar estas palabras salir de mi boca, el chico que tengo delante a mí suspira en forma de rendición al mismo tiempo que apoya la frente contra el marco de la puerta.
—¿Qué te pasa? —Arrugo el entrecejo con confusión—. ¿Te duele el cuello o algo?
—Pues la verdad es que sí. —Sonríe.
Arqueo una ceja al ver que aún no ha apartado la mano de esa zona que tanto quiere alejar de mis ojos curiosos. Axel aparta la cabeza de la puerta y fija la mirada en mi rostro expectante. Se mantiene unos segundos sin decir absolutamente nada, como si estuviera buscando ganar algo de tiempo o, simplemente, intentando encontrar la manera de explicarme lo que le sucede. Acentúo el ceño.
Williams aparta la palma de su cuello y lo inclina para que pueda ver mejor lo que tiene en esa parte. En ella está el tatuaje de la corona que le obligaron a hacerse en la cárcel, pero hay algo diferente en él. Tiene un dibujo de más. En el interior de dicha corona descansa una pequeña rosa roja, fresca y recién florecida. El tallo tiene un par de hojas y unas cuantas espinas, también, uno de los pétalos rojizos de la flor, está a la mitad del camino de su caída.
—Iba a enseñártelo mañana —asegura.
—Te has hecho otro tatuaje —afirmo.
Acerco las yemas de mis dedos al papel de plástico que envuelve el colorido dibujo. Lo rozo con suavidad para no hacerle daño, al estar reciente, supongo que le dolerá.
—Sí. Y también tiene su significado —me dice casi en un susurro.
—¿Cual? —Nuestros iris se cruzan y quedan conectados en la distancia.
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...