Mantengo el móvil pegado a la oreja, escuchando hablar a Chelsea mientras coloco en la mesita de centro del salón, la nueva cartulina que he comprado para seguir con la investigación. La otra está pintarrajeada por Fred y ya no me sirve de nada. También dejo los rotuladores y las hojas del informe, liberando así mi brazo izquierdo y sintiendo el alivio recorrer el mismo. Se me estaba durmiendo por la posición tan rara en la que estaba llevando las cosas, para así poder evitar que se me cayeran al suelo.
—No te entiendo —declara mi amiga—. ¿Casi te matan en la iniciación y no quieres que te impida seguir con el caso?
Debido a todo lo que está ocurriendo, he optado por ponerle al día con todo lo que, hasta ahora, no le había revelado. Siento que ella es de las pocas personas en las que puedo confiar y, aunque sé que está mal por mi parte comentarle este tipo de información, he tenido que hacerlo. No puedo contarle nada de esto a ninguna otra persona. Si se lo cuento a Marshall, estoy segura de que intentará hacer algo e informará a las autoridades. De esa forma los sentenciaré a muerte y puede que yo acabe igual. Las amenazas dicen que no puedo contarle nada a la policía, pues los Árticos acabarán por intervenir de la peor forma para salvar su pellejo, y Chelsea no es policía ni nada que se le parezca. Sé que puedo confiar en ella para este tipo de cosas. Necesitaba desahogarme con alguien y ella era y es la indicada.
—No pienso dejar el caso ahora que estoy más cerca de averiguar las cosas —sentencio.
—Mira, sé que he sido yo la que ha conseguido que comiences a investigar esto. Pero, después de haber estado al borde de la muerte... ¿quieres seguir? ¿Tú estás loca o qué te pasa? —me regaña como si de una madre enfadada se tratase.
—Chel, puedes suplicarme y llamarme todo lo que quieras, pero no vas a conseguir que lo deje.
El silencio se hace presente entre ambas, provocando que yo arrugue la nariz al pensar que la culpa de que no escuche una respuesta es por la mala cobertura que hay en mi casa. Sin embargo, esto desaparece de mi mente en cuanto su voz vuelve a meterse en mis oídos.
—Espero que tengas tu testamento en orden. —Suspira en forma de derrota—. Hasta tu nuevo jefe te ha amenazado y sigues queriendo... ¡Aagghh!
Pienso en Dean de inmediato. Dice que no tiene nada que ver con el bando de Jayden. Si es así... ¿quién es? He llegado a la conclusión de que hay dos grupos distintos que quieren impedir que siga con el caso. Hay más gente involucrada de lo que creía. Por un lado, está Fred y por otro mi nuevo jefe. El dilatas solo quiere joderme porque sabe que pertenezco al cuerpo policial. Solo quiere asegurarse de que no abro la boca con respecto a lo que hacen en sus fiestas y el tema de las drogas, pero no ha intentado alejarme de la investigación de Axel. De hecho, las veces que le he visto junto a él, se le veía con miedo. Tiene miedo de Williams, por lo que supongo que él cree que lo que hizo es verdad. Jayden queda descartado en todo este embrollo.
—Chelsea. Respira, inspira y vuelta a empezar. —Realizo la acción inconscientemente.
Ella me hace caso, ya que consigo escuchar su respiración.
—Vale... —Respira hondo—. Es que no quiero que te pase nada, Kels. Sé que eres policía y que estar en peligro es algo normal en tu trabajo, pero... —Hace una pausa—. ¿Qué haría yo sin ti?
—¿Seguir viviendo? —Arqueo una ceja.
—¡Vete a tomar por culo! —grita, cabreada—. ¡Te quiero viva! ¿Me oyes?
—Sí, te he oído. —Río.
—Pues ya sabes. Como te mueras, te remato.
—Lo tendré en cuenta. —Ruedo los ojos—. Por cierto, Chelsea. He averiguado algo más que no te he contado. El padre de Axel no es el asesino.
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...