El señor Meadows me sigue con la mirada desde que entro en su despacho. Su entrecejo fruncido me dice que algo de lo que hecho no le ha gustado, y esto me da un poco de miedo. Últimamente estoy mintiendo tanto a tanta gente, que me estoy volviendo paranoica. ¿Se habrá enterado de la verdad que oculto? Espero que no sea así, porque entonces sí que estoy acabada. Y no por el hecho de que sé que, posiblemente, me despida. Ese es un riesgo que he decido correr para poder averiguar lo que pasó con el pasado de Axel. Sino porque quiero demostrar su inocencia cueste lo que cueste.
Me posiciono enfrente de su escritorio, con las manos entrelazadas delante de mi cuerpo. Marshall continúa con sus ojos expectantes sobre mí.
—¿Hay algún problema? —cuestiono.
Mi jefe deja de jugar con el bolígrafo que tiene sobre la mesa.
—¿En serio me lo preguntas? —Arquea las cejas, exasperado—. Llevas más de medio mes con este caso y aún no has averiguado absolutamente nada.
—No es mi culpa que Axel no haya hecho nada malo aún —me defiendo.
Lo único que podría considerarse como un mal acto es, sin duda, la falsificación de la orden de alejamiento. Pero, viendo de todo lo que se le acusa de forma injusta, no es para tanto.
Marshall da un golpe en el escritorio con su puño, haciéndome saltar levemente en el sitio.
—¡Oh, vamos! Es un asesino. No me creo que no haya hecho nada en este tiempo que llevas con él —expresa con los nervios a flor de piel.
Axel no es un asesino, me quedó claro hace tiempo y sigo manteniendo firmemente esta opinión. No le veo capaz de hacer daño a alguien a propósito. Su informe, su actitud y demás cosas que ocurren a su alrededor me lo han confirmado. Él será inocente hasta que se demuestre lo contrario. Hasta que yo vea con mis propios ojos que me he equivocado.
Al salir de mis pensamientos, me pongo seria y me dispongo a decir lo siguiente:
—¿Está usted diciendo que no se fía de mí?
Mi jefe abre la boca para decir algo al respecto, pero se arrepiente y vuelve a cerrarla. Se toma un tiempo para pensar bien sus palabras y, a continuación, habla.
—No es eso, es solo que...
—Sí es eso —le interrumpo.
Cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Kelsey, escúchame.
Niego con la cabeza, decidida a plantarle cara. Doy un paso al frente y me armo de valor para soltar todo lo que pienso.
—No. Escúcheme usted. Si tan poca confianza tiene en mí, levante su culo de ese asiento y haga usted mismo el trabajo —espeto levemente cabreada.
Apoyo las palmas de mis manos sobre la mesa de mi jefe y espero a que este hable; aunque, después de esto, es posible que me sancione. Pero no puedo permitir que, luego de yo decirle que Axel se ha estado comportando de forma positiva durante estos días, venga él diciendo que no se lo cree. Williams está actuando correctamente, ¿por qué no puede dejarlo estar?
Mis extremidades superiores empiezan a temblar ligeramente por el enfrentamiento que estoy teniendo con Marshall, el temor a que me eche una buena reprimenda se hace notar en todo mi organismo. Pero digo la verdad, por primera vez en días, de mi boca ha salido una realidad.
En el instante en el que él suelta un suspiro de rendición, los músculos de mi cuerpo se relajan de a poco. El señor Meadows baja la mirada durante unos segundos y, luego, vuelve a posarla en mí.
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...