Sus manos se posicionan a ambos lados de mis piernas, sobre la encimera del lavabo, mientras que sus ojos se mantienen cerrados por un tiempo. No aparto la mirada de él, observo como su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, la cual tiembla un poco al salir del interior de sus pulmones. A pesar de que ha sido Axel quien ha dado el paso para contarme lo que ocurrió de verdad aquella noche sin necesidad de que yo le saque el tema de nuevo, se ve a simple vista que le cuesta demasiado recordarlo para poder explicármelo. Como un gesto de apoyo, acaricio una de sus mejillas, haciendo que él separe sus párpados y me deje admirar esos iris que tanto me han acabado gustando con el paso de los días.
—No he matado ni a mi madre ni a esos tres hombres —confiesa.
Algo dentro de mis costillas se resquebraja al escuchar esas palabras salir de su boca. Él está confiando en mí y me está revelando la verdad. En cambio, yo sigo mintiéndole como una bellaca. Ya de nada me sirve convencerme de que es por una buena causa, siento que todo lo que he avanzado hasta ahora para ayudarle está mal porque lo he hecho a base de embustes. Y, aunque quiera decírselo, ya no me nace hacerlo. No porque no me importe en lo más absoluto, al contrario, porque me importa demasiado. Llegados a este punto, tengo muchísimo miedo de perderle. Incluso hay una segunda voz en mi cabeza que me suplica que no diga nada porque ya es demasiado tarde, que la cagaré más si lo hago. Estoy hecha un lío...
Respiro hondo y me armo de fuerza para hacerle las preguntas que necesito para comprobar que la información que ya tengo está bien y recoger esa otra que no sé y que me servirá para limpiar su nombre. Si he llegado hasta aquí, de nada me sirve echarme atrás, debo seguir hacia delante con todas las consecuencias. Aunque eso me acabe llevando hacia un trágico final.
—¿Y por qué entraste en la cárcel? —indago en un susurro.
—Me declaré culpable.
—¿Por qué?
Williams desvía la vista hacia la herida de mi hombro, mordiéndose el labio inferior con bastante ímpetu. Busca ganar tiempo de cualquier simple cosa para poder relajarse y prepararse para continuar con su relato. Noto como coge una gran bocanada de aire.
—Por mi hermano. —Expulsa el aire—. Él... él era muy pequeño.
Axel se acerca uno pasos hacia el botiquín y saca una venda con un poco de esparadrapo. Cuando tiene ambas cosas en sus manos, regresa a la misma posición en la que estaba antes frente a mí y se dispone a enrollar el vendaje alrededor de mi hombro con una delicadeza que sorprende. Después de asegurarse de haber cubierto toda la herida, pega el esparadrapo en los extremos para evitar que se me caiga y las puntadas queden descubiertas. Tras la pequeña tregua que le he dado para que asiente las ideas que tiene acerca del tema tan traumático que le rondan por la mente, me atrevo a formular otra pregunta.
—¿Qué tiene que ver tu hermanito en esto? —Frunzo el ceño.
Él me sube el tirante caído de mi sujetador, el que había quitado antes para poder curarme. Suelta un sonoro suspiro, por el que intenta expulsar los nervios de lo más profundo de su ser de esa manera que, a mí, me resulta tan poco eficaz. Vuelve a poner las palmas a ambos lados de mis piernas, dejando caer todo su peso sobre ellas.
—Mi padre siempre ha estado metido en temas de drogas. Eso mi madre y yo lo sabíamos de sobra, de hecho, yo ya estaba metido en ese mundo con él —empieza la explicación—. Es algo que va pasando de generación en generación, no puedes salir, quedas atrapado hasta el día de tu muerte. Mi abuelo metió en esto a mi padre, y él me metió a mí. No porque él quisiera, sino porque no tenía otra opción. Era una obligación.
De inmediato recuerdo la charla que tuve con Andriu sobre esto mismo el día de la fiesta que me hicieron por pasar la iniciación. Esta mafia se mueve por la herencia de sangre, así es como amenazan a la gente que trabaja para ellos. Pueden hacer daño a sus seres queridos si no hacen lo que se les pide. También tienen a una persona más asegurada para el negocio si tienen descendencia. Aunque sé que hay algunas que están metidas ahí por voluntad propia, ya sea por ganar dinero o qué sé yo. Sin embargo, las que están obligadas... lo tienen más jodido, porque no pueden salir. Al igual que las que entran siendo engañadas. Es una condena, como bien dijo la pelo azul.
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Criminal | EN FÍSICO |
AcciónKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...