Las puertas del ascensor de comisaría se abren, dejándome ver un gran revuelo por parte de todos los que trabajamos en la primera planta. Los presentes han dejado sus puestos de trabajo para observar algo que sus cuerpos no me permiten ver. Frunzo el ceño y me encamino hacia a ellos. Intento abrirme paso para poder acceder al pasillo que están obstruyendo, escuchando quejas a mi espalda por los leves empujones que voy dando.
En el momento en el que consigo ponerme en la primera fila, un hombre que me resulta completamente desconocido, aparece en mi campo de visión. Él es alto, tiene los ojos oscuros, el cabello corto, de color negro y perfectamente peinado hacia atrás, musculado y de unos cuarenta y tantos años de edad. Este se encuentra hablando seriamente con Marshall justo enfrente de la puerta de su despacho, mientras los trabajadores de nuestro alrededor cuchichean diversas cosas de lo que puede estar ocurriendo. Desde luego, a mi jefe no se le ve muy feliz, por lo que deduzco que algo va mal.
Trago saliva y me preparo para intervenir.
—Señor Meadows —pronuncio su nombre con la voz un tanto temblorosa.
Las miradas de mi jefe y del otro hombre se ponen sobre mí, haciéndome sentir pequeñita por unos breves instantes.
—Ven, pasa a mi despacho. —Su rostro se entristece—. Y vosotros, a seguir trabajando. Aquí no hay nada que ver —les ordena a mis compañeros.
Asiento con la cabeza viendo como Marshall se adentra en su oficina. Camino hacia la entrada, con pasos lentos y mirando de reojo al hombre que estaba hablando antes con mi jefe. Él se me queda mirando como si fuera la cosa más sorprendente de la comisaría, y no me da muy buena espina. Sin prestarle mayor atención, paso por su lado y entro en la sala. Tras cerrar la puerta detrás de mí, doy un par de pasos hacia el frente.
Doy un rápido escaneo al lugar y me estremezco. Todas las pertenencias del señor Meadows están guardadas en dos cajas de cartón que hay sobre su escritorio. Las paredes, estanterías y muebles están casi vacías.
—¿Le... le han despedido? —cuestiono con un nerviosismo claro en mi voz.
Poso los ojos en él al mismo tiempo que acorto la distancia entre nosotros.
—No. —Niega con la cabeza y yo suspiro aliviada—. Me han echado del caso. Ahora, ese hombre de ahí fuera será tu jefe hasta que termines el trabajo. —Señala la puerta.
Mi cuerpo se tensa ante sus palabras y las manos me comienzan a sudar. La tranquilidad que me había invadido al saber que no le han despedido, desaparece en el acto. Esto no me está dando muy buena espina.
—¿Por qué razón le han reemplazado? —me atrevo a preguntar.
Marshall suelta un sonoro suspiro, abatido.
—Tengo mis sospechas, pero no estoy cien por ciento seguro de ello. —Se encoge de hombros—. Escúchame, Kelsey. No pueden cerrarte el caso que estás llevando acerca del asesinato, así que, si tan segura estás de la inocencia de Axel, demuéstralo. Que nada te frene.
—De acuerdo, señor Meadows.
—No me llames así, ya no soy tu jefe —me dice en un susurro que logra entristecerme—. Mira, cuando ocurrió lo de los asesinatos pedí llevar el caso; solo me dejaron colaborar debido a la relación que tenía con una de las víctimas, supuse que no querían que eso influyera en la investigación. —Mira de reojo la entrada de su despacho, temiendo a ser interrumpido—. Kelsey, nunca me dejaron leer ese informe. Decidí hacerlo cuando tú te saltaste las normas solo para conseguir el oficial. —Baja el tono de voz para evitar ser escuchado—. Todos esos cabos sin atar que hay en este asunto son solo por una razón, encuéntrala. Me creí todo lo que me dijeron como un imbécil, no cometas mí mismo error.
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Criminal | EN FÍSICO |
ActionKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...