Mi taxista particular, Chelsea, aparca en el mismo sitio que la otra vez: en el bordillo de la acera que está más lejos del polideportivo.
Sus ojos se desvían hacia su ventanilla, posándolos en los edificios en ruinas que hay en el lugar. Se puede ver a simple vista que sigue sin hacerle mucha gracia el sitio, que, si no fuera porque yo no tengo coche para venir a estos puntos de encuentro, ella ni siquiera se atrevería a acercarse a la carretera que te lleva directo hasta aquí.
—¿Quieres que vaya contigo? —cuestiona en un tono de voz lleno de seriedad.
Estoy segura de que la morena sabe de sobra mi respuesta ante su pregunta, pero ha decidido hacerla de igual forma por si cuela.
—No. —Niego con la cabeza—. Si entras te harán la novatada, y no quiero que pases por eso.
Aprieta el volante en sus manos y dirige su mirada a la mía.
—Yo te vuelvo a preguntar lo mismo que la primera vez que vinimos aquí. —Suspira.
Una de sus manos suelta el volante mientras la otra sigue aferrada a él. Acto seguido, se gira un poco hasta que consigue tenerme de frente.
—¿Estás segura de que no nos hemos equivocado de polideportivo? —continúa hablando.
—Ojalá, Chel. —Suelto el aire contenido en mis pulmones y fijo la mirada en la de ella—. Ojalá.
El hecho de que celebren las fiestas en un lugar abandonado y que resulta peligroso por el mal estado en el que se encuentra, me aterra. Hay varias discotecas por aquí que les podría servir para lo que hacen, pero si están usando este sitio... tiene pinta de ser por algo muy gordo. La novatada, el polideportivo, una iniciación que desconozco y la vigilancia que hay... me lo han dejado más que claro.
—Que tengas suerte. Y cuidado, sobre todo cuidado.
—Gracias, lo tendré —le agradezco.
Me desabrocho el cinturón y abro la puerta del coche. Hago el ademán de bajarme. pero antes de que pueda terminar la acción, mi amiga me frena.
—¿Llevas el arma? —me pregunta de forma apresurada.
Ella comienza a buscar por mi cuerpo algo que le indique que la llevo encima, pero no la va a encontrar. Ya que he decidido no traerla conmigo esta vez.
—No.
—¿Estás loca o qué te pasa? —suelta de golpe, histérica.
—La última vez Axel la vio, no quiero que vuelva a pasar —informo.
Además de que las armas que pertenecen a la policía son diferentes a las del resto, por lo que se las puede identificar con facilidad. La otra vez me la quitó Axel y, por suerte, no pasó nada. Conseguí que se creyera otra de mis mentiras. Y no quiero averiguar lo que podría pasar si es otra persona la que se adueña de ella esta vez. Como por ejemplo Jayden o cualquier otro. Podría incluso terminar muerta si no quieren correr riesgos innecesarios al tomar la decisión de si creerme o no.
—Ah bueno, entonces ya lo entiendo todo —comenta, asintiendo con la cabeza—. Tú lo que quieres es que te maten.
Precisamente lo hago para que no me maten.
—Si descubren que soy policía será entonces cuando me maten —afirmo.
Chelsea suelta un suspiro frustrado y se vuelve a poner de cara al volante.
—¿Qué quieres que ponga en tu lápida? —inquiere pegando la mirada en los edificios del polideportivo.
Pongo los ojos en blanco.
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Criminal | EN FÍSICO |
AksiyonKelsey, una novata en el cuerpo de policía, se ve en la obligación de vigilar a Axel, un expresidiario que no le pondrá las cosas fáciles. * Café es lo único que Kelsey Davenport ha visto, tocado, olido, hecho y repartido desde que llegó a comisaría...