1: El artista. (I).

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En los tiempos de ahora, aquella infraestructura gigantesca de arquitectura celestial, que representaba ego, poder y orgullo para los elegidos entre los que no fueron bendecidos, de la gloria de ser un estudiante de la academia Spade, cada uno de sus salones de clases, no eran llamados convencionalmente por números, sino que cada uno tenía identidad propia, un nombre propio, una vida propia. En el salón que se ubicaba de primero ante la entrada de la circulación de aquellos pasillos silenciosos e iluminados, bautizado como la mano del arte, un lugar espacioso, donde sus paredes y su techo eran decoradas por numerosas obras de artes, realistas y surrealistas que expresaban el sentimiento transcendental y pintoresco de aquellos exquisitos autores anónimos de la vida, albergaba 18 pupitres. Hacia un frio abrasador aquella mañana del 12 septiembre del año 2020, comienzan las actividades para la tropa número 11, conformada por 18 estudiantes, aquellos sentían dentro de sus pechos una vorágine de emociones por el hecho que fueron bendecidos por el alucinante sueño egipcio de ser aspirantes a guardias reales de los reyes del mundo que creó Dios con sus manos.

La academia Spade era un internado, ningún estudiante podía salir, no tenían días libres para compartir, solo podían salir el día que se graduaran o decidieran abandonar los estudios para convertirse en guardias reales. Los celulares y las computadoras estaban prohibidas en aquella academia, nadie tenía acceso a usar y portar una, mientras permanecían recluidos en el plan estricto académico. Cada uno de los 18 estudiantes vestía con una chaqueta negra ajustada a su torso con unas letras blancas grandes que nombraban a SPADE, acompañada de un pantalón gris, gomas negras con cordones grises.

El maestro no había llegado aún, tenía un retraso de un par de minutos. Aquel chico alto, delgado, con cabellera rubia, ojos negros, de piel blanca, se imaginaba de forma graciosa como seria aquel profesor de la materia que cursaría a partir de ese día. — ¿Psicología criminal? De seguro el profesor es un gordito de esos sin pelo en la cabeza —sentenció él, con una cara que adoptaba una expresión burlona ante el hecho de imaginarse y de describir al profesor de aquella catedra.

Al lado de él estaba otro chico, que compartió su misma opinión acerca de cómo sería el profesor de la materia. — ¡Jajajajaja! —carcajeo él, con gran entusiasmo, con una expresión de satisfacción al compartir la imagen que tenía del profesor que aún no llegaba.

— ¡A lo mejor, Cameron! —afirmó aquel chico alto de pelo negro dejado, con piel morena, delgado, ojos negros, cejas pobladas y una boca gruesa que marcaba una sonrisa burlona.

El chico Cameron no paraba de imaginarse lo aburridas e insoportables que serían esas clases con aquel gordito que se imaginaba en su mente. —Psicología criminal suena tan aburrida. ¿Verdad, Jack? —preguntó él, adoptando un gesto burlón.

En ese instante aquel chico llamado Jack, ubicado al lado derecho de Cameron, sin poder responder a la pregunta de su interlocutor. A continuación él fue interrumpido de golpe, por aquellas palabras que resonaron en alto por todo el salón. —Primero que nada la educación. ¿Quién me regala esos buenos días? —preguntó un señor de mediana edad, pelo rubio dejado, con ojos azules, piel blanca, de complexión corpulenta, con un traje de gala negro, camisa amarilla suelta y una corbata dorada.

Todos los chicos que se encontraban en el salón al percatarse de aquella persona de la nada, se dirigieron a él diciendo: — ¡BUENOS DÍAS! — con un tono educado y alto, aquel saludo con fuerza se escuchó en cada rincón del salón.

Aquel hombre rubio que recién llego, se sintió contento por la energía que percibía de aquellos estudiantes. —Gracias por esos buenos días, soy su profesor de psicología criminal Erick Pride, un placer mis apreciados pupilos —tomando su mano izquierda, la paso por su pelo y su barriga adoptando una expresión en su cara de satisfacción personal con unos aires de grandeza, en medio de una mueca con su boca. — ¡Y me sobra pelo y me faltan kilos! —exclamó él, con una cara de bufón, mirando de reojo a Cameron y Jack, todos los estudiantes carcajearon por el gracioso chiste del profesor.

Arte de rojo y negro: Asesino de los colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora