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En medio de unos diluvios de escombros, aquella hembra del seno del abismo, con sus mechas platinadas, Silver Jones se levantó, acompañada de su sonrisa de espectro, que suspendía a todos en un infinito de emociones transientes, frente al amargo sol que se escondió, en las nubes de polvo y los gritos de júbilo en la vecina cumbre lejana.

Aisha totalmente convencida, ella se alegró, sabía muy bien la decisión que tomaría Silver. — ¡VAMOS SILVER, VOTA PARA QUE LA MATEN! —grito Aisha, con una cara que expresaba emoción.

Scarlett eufórica, se alegró tanto por enterarse que la vida de Alaska termino en aquella niña retorcida. — ¡SILVER MATALA, ELLA DEBE MORIR! —grito Scarlett, con una alegría de triunfo.

Aquella pisadas, que caminaban a una vía sin vuelta atrás, en el verdoso y blanco camino de la agonía, en dirección de Alaska, Silver se dirige a ella, levanto un poco sus brazos, con las palmas abiertas en orientación al cielo pavimentado de sombras, aire vago, seco al caer. Ella de rodillas mirando con sus ojos siniestros de maldad, se acerca a la maldecida. —Esto es el destino, yo soy el equilibrio entre el bien y el mal, la mitad te quiere ver muerta pero la otra mitad te quiere ver viva, dime mi pequeña Alaska Scott, que quieres que decida. Mírame a los ojos tu vida me pertenece ahora —aseguro Silver, con gran regocijo y placer.

Alaska, sintió un escalofrió que invadió cada célula de su cuerpo, mirando a los ojos de Silver Jones, sin emitir sonido, sin pronunciar ninguna palabra, quedo congelada ante tales palabras de mala fortuna. Que abrían un amplio laberinto llamado mundo.

Silver, acariciando la cabellera negra de Alaska, como si ella fuera la ama y aquella prisionera femenina su esclava, la matizada misericordia y el añorado perdón. —Quiero que entiendas que en este momento tú eres de mi propiedad, te pregunto otra vez mi pequeña Alaska, dime mi niña. ¿Quieres morir? —pregunto Silver, con una cara que de a poco perdía su serenidad.

Alaska, atemorizada sin el habla, no respondía a ninguna de las preguntas de Silver. —Entonces supongo que quieres que yo decida tu destino. ¿Verdad? —pregunto Silver, mientras que ella le muerde gentilmente el lóbulo de la oreja derecha, ella queda en silencio, consternada ante el pequeño abuso perdonable de su sensual verdugo.

Silver, se levantó y se desvinculo del cuerpo de Alaska. Ella aplaudió una sola vez, sonido que impresiono y alerto a todos, un desorden fatal. — ¡Está bien! Que así sea entonces —sentencio Silver, mostrado unos ojos que enceguecieron en su propia vanidad, inútil opresión del caos.

Ya Silver había decidido el destino de la pobre Alaska. — ¡HE TOMADO UNA DECISIÓN Y ES IRREVOCABLE! —anuncio Silver, con una cara que expreso un enloquecido gesto de desquiciada, mientras que un extraño terror es invadido por el cuerpo de todos, esperando la decisión final de aquella princesa gris y plateada de la locura.

Zeose levantó, de pie, con una cara de preocupación, alarmante ante la vistaturbia. Mientras que Alice, con una cara triste cerró los ojos y agacho sucabeza, apretó sus puños de impotencia con un gesto de abatimiento débil, ellaescasamente se podía mantener en pie. Aisha sonrío en ese preciso momento, comoun pobre que se enriquece en un placentero sueño carmesí. 

Arte de rojo y negro: Asesino de los colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora