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Al día siguiente. Era un 18 de septiembre del 2020, la hoz radiante de mañana reluciente. Zeo y Alice, caminaron por los pasillos fúnebres, ellos en silencio, no encontraban palabras para conversar, aun sintiendo los escalofríos dramáticos y el bautismo de sangre sobre sus cuerpos del atroz suicidio de Alaska, se limitaron a caminar por aquellos espaciosos y fríos caminos del abismo. Ellos encaminados hacia el sendero de las clases magistrales de Erick Pride, donde el aire inflama, grandes fuegos que queman a todos, al cruzar el ultimo camino desolado hacia la entrada principal, aquella escena. En el cual quedaron agónicos, al presenciar el insensato arte celestial.

Era la representación de un ángel, con un vestido blanco, aquel cuerpo inerte en el aire, con alas negras descubiertas, adornaban la espalda de aquella chica sin vida, los ojos cerrados y su boca totalmente abierta, con orientación al frente, era el cuerpo de Aisha Stell, se encontraba sin vida, simulando aquella escena. En el suelo se encontraba un letrero grande con las siguientes letras:

Obra: El ángel Z de las mentiras.

Año: 2020.

Totalmente impactados, por presenciar aquella locura en donde los primeros que la descubrieron fue él y ella, mudos y sin intercambiar palabra alguna. La gélida mano de Alice apretó fuertemente a la mano temblorosa de Zeo. Él sintió rabia, impotencia, asomado a la creación del arte de aquel asesino inhumano. Él abatido ante el piso pero aun encadenado a la mano de aquel lucero de mujer, aquel hombre de bondad se congelo de horror con sus pensamientos. «QUIEN ERES», él suspiro, mientras su respiración se volvía violenta, con un profundo dolor.

— ¡MALDITASEA QUIENNNN ERESSSS! —grito Zeo, con su corazón desgarrado, imaginándose las vidas, que aquel despiadado había sentenciado.

Se levantó, se desencadeno de la mano de Alice. — ¡MALDITASEA QUIEN ERESSSSS! —grito Zeo de nuevo, en medio de unas lágrimas que no lloro. A continuación dio varias pisadas, sus pasos fueron infartados, pero él le fue fiel a sus instintos, dentro de su pecho algo lo llamo. Alice lo siguió, abandono el lugar donde yacía el cuerpo de Aisha, dirigiéndose a la entrada principal con Zeo.

A continuación ellos dos se detuvieron al presenciar aquellas letras grandes que decoraban la puerta de madera, pintadas artísticamente con el rojo sangre aún vivo y fresco, anunciando el nombre de un personaje, como si fuera un sueño de Picasso, un atardecer mágico de Leonardo, o unos juegos desquiciados de Van Gogh.

Zeo paralizado, cada musculo de su cuerpo estaba tenso por miedo y nervios, pero de alguna manera se las arreglo, para moverlos y dar dos pasos enfrente, se encontraba sin aliento, mientras que Alice se colocó a su lado. Él cerró los ojos, tratando de despertar, pensando que es solo una pesadilla de mal gusto, hasta que escucho por boca de aquella hada de mujer, con su voz de lirica sinfónica.

—Asesino de los colores —dijo ella, aquel nombre que inmortalizo el arte en creaciones pintorescas de muerte y terror.


Arte de rojo y negro: Asesino de los colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora