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Al anochecer. Charlotte, después de una larga tarde, estaba a punto de entrar a su cuarto a descansar de las rigurosas clases de estrategias; al instante fue atacada por Silver.

A continuación Charlotte, perdió el conocimiento totalmente, por la inyección de una jeringa en todo su cuello.

Luego pasaron varias horas, apartada de toda piedad, misericordia, entre las tinieblas; Charlotte se encontraba recobrando la conciencia; después de estar durmiendo por varias horas, se alarmó al percatarse que estaba amarrada de pies a cabeza con correas y en su rostro un tapabocas que hacía mucha presión, impidiéndole hablar.

Charlotte, estaba inmóvil en una silla, sólo se escuchaban los quejidos de ella, estaba en su cuarto, se sintió estremecida.

Silver Jones, admiró a su nuevo juguete y decidido qué hacer para divertirse, se emocionó, estaba muy ansiosa por lo que pronto haría. — ¿Estás lista? Hoy te convertirás en otra persona —aseguró Silver, mientras los quejidos de Charlotte se intensificaban y sus lágrimas empezaban a caer.

El corazón de Silver se hizo pedazos al observarla, quería que se divirtiera con sus juegos. —No me gusta verte así. ¡Ya sé! ¿Quieres otra terapia? —preguntó Silver.

Charlotte Miller, abrió más sus ojos, con sus cejas levantadas, impulsivamente movió su cara a ambos lados, se negó pero su verdugo; no tuvo piedad.

Charlotte, no sabía de qué se trataban aquellas terapias nombradas por aquel demonio, lo único que deseaba era salir de aquel enfermizo lugar.

— ¡A MILLER LE GUSTAN LAS TERAPIAS! —gritó Silver, con gran emoción, mientras sacó dentro de su maleta un alfiler grueso, despojó el dedo pulgar de Charlotte Miller, amarrándolo a la silla. «TE-RA-PI-A», dijo Silver haciendo una pausa en cada silaba, con un gesto demente y unos ojos demoniacos.

«TE-RA-PI-A

TE-RA-PI-A

TE-RA-PI-A.»

Repetidamente cantaba como un coral de iglesias nocturnas, ante los quejidos de Charlotte; su fiel pastora, frente a la desesperación, sus movimientos desesperados de queja eran agonizantes.

Silver, en ese instante realizó múltiples incisiones en el dedo de su víctima, a continuación los ojos de Charlotte se hincharon y cobraron algo de tranquilidad, cuando Silver paró, pero esa paz no duro siempre.

Charlotte, miró con terror a Silver, quien tomó una de sus sucias jeringas llenándola con un líquido amarillento.

Silver se maravilló; era como si fuera un ciempiés nadando en un mar de venenos. —La hora feliz término, ya es momento de dormir, Charlotte —se despidió Silver, mientras la inyectaba en todo su brazo izquierdo.

Charlotte, perdió la visión de la luz, sus parpado cerraron. La paz se apoderó en ella, el plácido sueño con un final tormentoso, cae rendida ante los malestares, pero la diversión apenas comenzaba para Silver, quien jugaría de manera muy original.

Después de un par de horas; esa tranquilidad, fue interrumpida por unas carcajadas oscuras, de a poco Charlotte, recobraba sus sentidos, aún estaba con vida, pero se angustiaba, no sabía de qué tanto se reía aquella ninfómana del averno. Ella escuchó claramente lo que le dijo.

—Hola, pequeña princesa de Spade —saludó Silver, con un tono burlesco.

Charlotte, se sintió extraña, tuvo la sensación de que algo le hizo aquel demonio que empezó a odiar con intensidad. Ella se encontraba desamarrada de la silla y despojada del tapaboca; su rostro le ardía demasiado. — ¿Qué me hiciste? —preguntó ella, con una voz llena de miedo.

Arte de rojo y negro: Asesino de los colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora