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Zeo bajo la tormenta que comenzó en su cabeza, dio vueltas en su cuarto tratando de conseguir que cesé, pasaron varias horas; y en su pobre intento de luchar contra él mismo, abrió las gavetas que contenían sus malignos accesorios; se vistió con el traje negro rasgado, tomó la cadena de oro y le dio vueltas en su brazo derecho y la otra más pequeña la enrollo en su cuello, se colocó unos guantes negros, se miró al espejo y se introdujo en su oreja un zarcillo de oro con la figura de una cruz.

Él miró los puñales y las pistolas doradas, al mismo tiempo, pensó qué arma utilizar, luego él decidió dejar las pistolas, llevándose consigo sólo los dos puñales dorados, por ultimo miró fijamente la máscara oriental que representaba el símbolo de muertes en la academia Spade, la alzó con sus manos y con una voz pulcra pronuncio. —No —dijo él, mientras guardó la máscara dentro de su gaveta.

Él había decidido enfrentarse a Silver, y traer de vuelta a Alice, con sólo pensar la fugaz idea de que ella estuviera lastimada, se le revolvía la sangre en ira, velozmente abrió su puerta, y en ese instante se dio cuenta que April Smith, estaba enfrente de su cuarto, con unos ojos ausentes; cuando ella miró a Zeo, se aterrorizo y dio unos pasos atrás, se asustó tanto que su sangre se heló.

Zeo, estaba vestido de aquel asesino, pero ella con la poca valentía que le quedaba, lo enfrento. — ¿Zeo, no? —preguntó April.

Él sin vacilar contestó. —Si —cerrando aquella puerta con un sonido seco.

—Iré a rescatar a Alice Stone —dijo él.

—Iré contigo, Zeo —dijo ella.

Zeo, no quería involucrar a April, no sé perdonaría jamás sí otro ser querido quedara envuelto con las locuras de Silver. —Esto es algo que yo sólo debo hacer —dijo Zeo.

April, se sintió muy mal por dejar sola a Alice, por no haberla ayudado. Ella termino secuestrada por Silver; la duda invadió en April, no sabía si aquella pequeña niña de pelo plateado era el asesino o era Zeo. Pero simplemente ya no le importaba quien fuera la persona infiltrada entre ellos, sólo quería salvar a su amiga Alice.

—Te acompañare. Te ayudare a rescatarla, me siento muy culpable de esto, no confié en ella, la deje sola y se aventuró por su cuenta —dijo April.

El tiempo transcurría. Zeo, sintió la determinación que tenía April en rescatar a Alice, no tuvo otra opción más que aceptar su petición. —Está bien, cuando ya tengamos sana y salvo a Alice, te vas con ella, y me dejas solo con Silver. Yo me enfrentaré contra ella. —propuso Zeo.

—De acuerdo —aceptó April, sin titubear.

Los dos caminaron, despacio, decaídos como si se tratara de un velorio carmesí, se retiraron de aquella academia que dispersaba energía negativa y demoniaca.

Los dos no intercambiaron palabras, se querían decir tantas cosas, nada les aseguraba si sería la última vez que se verían, ninguno de ellos dos tenían la vida comprada. Ellos la apostaron en el azar de aquella línea tensa entre las oportunidades perdidas y los sin retornos melancólicos, ya sabían lo que tenían que hacer, sintiendo un susto dentro de sus pechos, cualquier cosa podría ocurrir en esa noche fría, donde el opaco lumbar, iluminaba un sendero silencioso y nefasto.

Después de algunos minutos, el recorrido era un poco más de una legua. Ya de frente, ante las grandes puertas negras de la iglesia Atlas; aquella infraestructura era decorada por una arquitectura fúnebre y oscura.

April, se coló detrás de él, tomando precaución. Zeo, con un halón seco hacía dentro, abrió aquellas dos puertas gigantescas oscuras que se teñirían de sangre, las cuales separaban la realidad de la locura, del equilibrio de lo incongruente.

Arte de rojo y negro: Asesino de los colores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora