Magui le ayudó a llegar a la mesa redonda del comedor. Iban a desayunar juntas lo que la elegante mujer sabía hacer: avena con manzana verde.
Carolina miró el plato frente a ella y tomó una cuchara para revisar la textura.
—Ésto parece vómito... —dijo dejando que escurriera de su cuchara al plato.
—Es solo para empezar tu día, en lo que llega Hortensia.
Hortensia era la hija pequeña de Jonás, quien la había mandado para que la ayudara con las comidas y el aseo de la casa mientras se recuperaba.
Tenía diecisiete años y para su edad era una criatura muy precoz.—No vas a engordar en las dos semanas que estarás convaleciente.
Carolina miró con desagrado su plato.
—Espero no devolver el estómago.
Mientras desayunaban, hablaban de viejos amores. Margarita recordó que cuando llegó, más de dos años atrás a ese pueblo en Durango, Carolina acababa de terminar una relación amorosa.
—No quiero saber de hombres —dijo con un toque de amargura.
Magui saboreó su avena.
—¿No crees que pronto volverás a enamorarte?
Carolina negó con la cabeza.
—No, ésa experiencia fué fea por todos lados. El sexo es... asqueroso. Uno se siente usado.
—Ay Caro, no siempre es así, mi amor...
—No quiero repetir la experiencia. Lo que viví con Luis fué espantoso.
Dejó de fingir que comía y empujó el plato.
—¿Te forzó?
Carolina negó.
—No, yo estaba muy consciente de lo que iba a pasar... creo. A lo mejor no fué su culpa. Tal vez fui yo que no...
Magui notó que su mirada se volvió tímida.
—¿Qué? —sonrió para darle confianza.
—Creo que no me gustan los hombres —confesó en voz baja.
Magui se enderezó en su silla.
—¿Lo crees?
—Han pasado dos años sin novio, creo que es casi seguro que no. Antes de Luis, no quise acostarme con nadie y después de él, no se me antoja. La mayoría de hombres están casados y los solteros están re feos.
Magui se rió.
—¿Y las chicas del pueblo?
Carolina medio cerró un ojo.
—¡Pinches viejas entrometidas, ni me las recuerdes, que nomás me ven y arrugan las narices, como si ellas fueran la gran cosa!
—Entonces del pueblo no te gusta nadie.
—¡Nombre, ni que tuviera malos gustos!
Magui se inclinó hacia adelante, viéndola comer otra vez su avena.
—¿Y qué hay de los rumores que dicen los trabajadores?
Carolina la miró con la boca llena. Incluso un hilo de leche escurrió por la comisura de sus labios.
Magui la adoró. Era tan burda y tierna. Extendió una mano y le limpió la esquina del labio inferior.
Carolina se hizo para atrás y tragó de prisa.
—N... No les hagas caso, esos son peores que viejas... tan chismosos y metidos.
—¿Entonces, no te gusto? —inquirió con curiosidad.
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¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?
Romance¿FINGIRÍAS SER ALGUIEN MAS PARA PERDER AL AMOR DE TU VIDA? Todo comenzó con un chat. Carolina se hizo pasar por su mejor amiga para conseguir una cita con el único hombre que le recordaba que era mujer... Después de todo, él nunca pondría sus ojos...