35. MENTIRAS

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Magui se tocó las costillas. Aún le dolía un poco. Desde su ventana pudo ver a Carolina llegando con Ian. Al parecer se estaban llevando de maravilla.

Esa era una buena señal de que el aventurero era un buen candidato. Lo extraño en esa situación, era que Ian llegó tres días atrás y apenas había ido a visitarla.
Notó que se trataban con cierta camaradería, demasiada. ¿Acaso ya eran buenos amigos?

Sonrió y se alejó de la ventana.

—Magui, abajo están Carolina e Ian esperando verte —apareció su madre cinco minutos después.

—Gracias mamá, ahora bajo.

La señora Sosa se le quedó viendo.

—Carolina ha llevado a Ian de paseo por todo el pueblo. ¿Por qué no has ido tú con ellos? La gente empieza a creer que son pareja.

Magui la miró despreocupada.

—Mamá, se trata de Carolina. Recuerda que a ella no le gustan los hombres.

Josefa Aceves la miró con desconfianza.

—Nunca se ha sabido que ande detrás de una mujer y eso es algo que...

—Se que le gusto —la interrumpió—, pero es muy tímida como para decirlo; además, ¿qué pensarían ustedes de ella si les confesara que ama a la hija del dueño de la hacienda? Perdería todo lo que tiene.

Josefa aspiró profundo.

—Tienes tres años aquí Magui, y nomás porque amo a tu padre me callo, pero si por mi fuera ya te habría echado de la hacienda hace mucho, es más, nunca habrías regresado.

—Mamá, no podrás cambiar nunca lo que soy.

—En el pueblo hay rumores de que se les ve muy juntos, demasiado.

—No me preocupa. Ian la ve como un animal de zoológico, ese es el encanto de Carolina. Es tan adorable e inocente.

—¡Pero no tiene un pelo de tonta! Incluso ese barbaján de Nico dice que babea por él.

—Ignóralo. Carolina tiene miedo de mostrarle al mundo su verdadera naturaleza y quizás finja estar interesada en todo lo de Ian. Pero, cuando él se vaya, romperá su frágil corazón, y allí estaré yo para consolarla.

Josefa la miró horrorizada. La culpa por ser cómplice de esa mujer aparentemente dulce y delicada la invadía y no la dejaba en paz, pero por Miguel era que se callaba.

Estaría de acuerdo en las tendencias sexuales de su hija, si no fuera tan anticuada, sin embargo sus tácticas de conquista eran muy perturbadoras.

Magui tenía serios problemas desde niña y desconocía la causa. Sin embargo, aunque intentaron ayudarla, su naturaleza extraña, porque no podía llamarla de otra manera, fué más persistente.

Era una obsesiva, maniática. Y desde que conoció a Carolina se le metió en la cabeza la idea de que estaba enamorada de ella y haría lo que fuera para que la joven lo descubriera. Incluso se casó con Esteban solo para despertar sus celos cuando supo que salía con un muchacho. Nunca consiguió su atención y se divorció rápidamente.

Magui estaba obsesionada con Carolina, tal como lo estuvo con Viviana, su madre, aún siendo una niña.
Se estremeció y salió de la recámara.

Carolina perdió la sonrisa al ver la magnífica belleza de Magui descendiendo por la escalera. Lucía perfecta, hermosa y perfumada; con el cabello ondulado suelto, un vestido azul ajustado y corto sobre la rodilla, los tacones muy altos. Estaba impecable.

Ian miró a la contadora y fué a su encuentro para darle la mano y que terminara de bajar.

—Gracias, Ian, eres un amor.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora