Carolina se asomó por la ventanilla y lo único que vió fue su camiseta levemente levantada. Se veía su vientre plano, bien trabajado en el gimnasio.
Su piel blanca y suave no estaba ayudando a mantener la decencia a raya.
Ian meneó la cabeza. No era posible que a su edad anduviera detrás de una chica como un adolescente desesperado por sexo.
De pronto escuchó que quitaba el seguro. Se apartó para comprobar que así era. Se estaba deslizando en el asiento para dejarlo entrar.
Respiró profundo. Debía ignorar los gritos ansiosos bajo su pantalón.
Puso una mano insegura en el auto y abrió la puerta. Lo hizo con cautela. No quería verla salir corriendo por el otro lado.Carolina tenía la mirada puesta en sus propias manos sobre los muslos. Respiraba con los labios entreabiertos. El cabello le cubría la cara, así que se sentía segura de que no podía leer su rostro cargado de ansias libidinosas.
Sintió el peso del hombre cuando subió al automóvil. Cerró la puerta y miró de reojo que se acomodaba en una postura similar a la suya.
—¿Entonces... todo este tiempo he estado alucinando contigo? —inquirió mirándola. Carolina volteó—. Realmente no estás interesada en mi.
Carolina se derritió. Era tan guapo el maldito. Era un bombón gigante al que deseaba devorar de una mordida. Miró sus enormes y fabulosas manos descansando en la entrepierna. Cerró los ojos rápidamente cuando se imaginó un acto sumamente erótico de ella acariciándolo donde ahora se cubría.
¡Qué difícil era verlo y no poder disfrutarlo tanto como quería!Ian se sentía tan inseguro. ¿Por qué era tan infantil? Se preguntó. Cerró los ojos y luego se giró hacia la ventanilla.
—Sé que me porto como una bruta... —empezó a decir ella con un tono suave y doloroso que lo conmovió—, que piensa que soy un animal...
—No es así —la interrumpió llenándose otra vez de paciencia.
—Sí lo hace —lo miró ceñuda —. Todos piensan éso de mi, hasta Magui... —sus ojos se llenaron de desolación—. Y la verdad es que en el fondo, y no tan en el fondo —apretó las manos para meterlas entre los muslos. Ian miró su gesto y se acomodó de lado para observarla mejor—. Sí, quisiera hacer cosas con usted... —confesó emocionándolo—, pero no está bien... —lo enfrió—. No se debe...
—Carolina... —replicó agotado, reacomodándose en el asiento. —Me atormentas, preciosa —le dijo con dolor, echando la cabeza hacia atrás—. Vas a acabar conmigo —musitó apretando una delgada pierna de la chica, llegando con una caricia hasta sus manos entre los muslos.
Carolina, lo miró sobresaltada. ¡No debió tocarla!
—¡Y usted cree que yo no sufro! —exclamó sintiendo que se quemaba con ese leve contacto. Ian dejó de tocarla—. ¿Cómo cree que estoy desde que lo conocí? —dijo desesperada—. Ando que no me aguanto —se apretó la tela del pantalón en el área del cierre, despertando su pasión —, ¡pero debo hacerlo! ¡Uno no traiciona por culpa de las nalgas a los amigos! —Ian hizo un gesto desdeñoso. Allá iba de nuevo—. Y usted le interesa a Magui. Ella lo enamoró ¡acuérdese! Por éso nomás la vió, usted decidió venir... —recordó lo bien que conversaron esa ocasión en su casa. Aún le dolía—. No se me olvida su cara al verme la primera vez —pausó bajando la mirada—. Estaba tan serio, tan espantado...
—Cállate, no sabes lo que dices —replicó yendo a apoyarse en la puerta de espaldas.
—Y luego, así sin más, llega a mi casa y... —miró su bien dotado abdomen bajo sin poder evitarlo—, luego se va como el malagradecido que es y... —se distrajo cuando él se metió una mano bajo la camiseta y pudo ver el vello rubio que cubría su piel. Pausó hipnotizada. Fué mala idea subir al auto.
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¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?
Romance¿FINGIRÍAS SER ALGUIEN MAS PARA PERDER AL AMOR DE TU VIDA? Todo comenzó con un chat. Carolina se hizo pasar por su mejor amiga para conseguir una cita con el único hombre que le recordaba que era mujer... Después de todo, él nunca pondría sus ojos...