40. EL PARAÍSO

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-Entonces, ésta noche tú y yo nos iremos de campamento -dijo Ian seductoramente, rodeando su cintura por detrás. -Pasaremos la noche mirando la tierra, el cielo, mi cara, tu hermoso trasero y ...

Carolina brincó cuando la tocó entre las piernas.
Pero comprendió muy claramente el mensaje. Esa noche sería completamente suya.

-¿Y a dónde me llevará?

Ian sonrió.

-Al cielo de ida y vuelta, mi amor.

Carolina sonrió.

-Ay si, qué presumido.

-¿Qué no lo he hecho ya?

-Pues... -se quejó cuando le pellizcó el trasero.

-¿Lo dices en serio? -la giró para mirarla de frente.

Carolina sintió su sexo duro contra el ombligo y sonrió maliciosa.

-Pues... -volvió a responder y ésa vez consiguió un mordisco en el cuello que la hizo apartarse rápidamente.

-¡Oiga, es usted un bruto!

-¡Y tú una malcriada! Comienzo a sentirme poco hombre para complacerte. Nunca había tenido una amante tan exigente.

Carolina levantó las cejas.

-¿Y ha tenido muchas?

Ian levantó las cejas burlonamente y se encogió de hombros. Enseguida le dió la espalda y se cruzó de brazos.

-Mejor nos quedamos aquí, no merece la pena estar con alguien que no aprecia el arte del buen sexo oral.

Carolina se estremeció al escucharlo. Recorrió esa enorme espalda llena de músculos y sonrió maliciosa mientras descendía hasta el firme trasero. Claro que lo disfrutaba, claro que la volvía loca. Ése macho era un dios en la cama, al menos eso le gritaba su instinto, pero la verdad era que deseaba verlo menos en control, menos generoso al hacerle el amor. Quería que perdiera la razón, que dejara de preocuparse por ella y disfrutaran juntos la pasión, quería que la dejara tan adolorida como si hubiera montado mas de un toro todo el día.

Suspiró y fué tras él, quien empezó a caminar hacia la escalera.

Lo alcanzó y rodeó su cintura con firmeza. Ian dejó de caminar. Miró sus pequeñas y maltratadas manos que lo recorrían subiéndole por el pecho y se estremeció. Era excitante ésa textura salvaje de ella al tocarlo.

Sentía su respiración cálida en la espalda, golpeándolo contra la tela en la camiseta. Sabía que estaba excitada por la tensión en sus pechos. Cerró los ojos al sentir la invasión a su intimidad por encima del cierre. Lo acarició un poco hasta atraparlo y lo apretó suavemente. Metió su mano izquierda bajo la camiseta y tocó sensualmente su estómago plano, su pecho.

Subió lentamente por delante, en lo que su atrevida mano seguía estrujando su sexo. Gimió y le mordisqueó la espalda haciendo su piel estremecer. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.

-Usted me gusta tanto que siento un gran gran dolor entre las piernas -le susurró pegando la mejilla en su espalda, poniéndolo aún más duro de lo que ya estaba-. Estoy muy, muy mojada -ronrroneó suavemente.

Ian amaba que fuera tan atrevida a pesar de su ingenuidad e inexperiencia con los hombres.

Carolina rodeó su cuerpo y se paró frente a él. Se puso de puntas, echó los brazos alrededor de su cuello y le rozó los labios con la punta de la lengua.

Lo excitaba dolorosamente, así que comprendía muy claramente lo que le pasaba.
Se inclinó hacia ella y envolvió su cintura con los brazos. Estrujó su espalda, la pegó a su sexo y se frotó contra ella.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora