9. ES UNA FIERA

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Ian sonrió al bajar a la recepción.

—¿En serio se fué? —repitió cuando Victoria le dijo que su conocida pagó la cuenta de su cuarto muy temprano esa mañana.

—Como que es muy impresionable —contestó.

—¿Qué la habrá hecho tomar ésa decisión?

Victoria sonrió.

—Se me hace que mi amiga Carolina la asustó.

Ian no lo dudó.

—En cuanto la vuelva a ver se lo agradeceré.

—A ver si lo deja.

Él se rió y siguió su camino al restaurante del hotel.

Miró su reloj de pulso y se sentó a esperar.
Por fin conocería a Margarita Sosa en vivo.

Se acomodó nerviosamente el cuello blanco de la camisa.
Suspiró mirando el cielo gris de esa mañana. La noche anterior se citó con Magui para desayunar.

—No quiero huevo, no me gusta —escuchó decir a una pequeña. La miró en una mesa de al lado.

Se trataba de una pequeñita de piel blanca y cabello ensortijado. Lucía adorable.

—Es bueno para ti —señaló la madre.

—Quiero pizza —respondió la chiquita.

—Ésa no es comida —replicó la que parecía ser su hermana mayor.

—Ya niñas —intervino la señora al ver que empezaban una discusión.

—¿Cuando nos iremos a una casa, mamá? —preguntó la niña.

—Volveré a hablar con una conocida que tengo.

—¿La muchacha que conociste ayer? —inquirió la hija mayor.

—Se llama Carolina.

—Se viste raro... —recordó la adolescente.

—Así se viste la gente aquí, bueno, no toda.

—Su sombrero es viejo —recordó la niña—. Pero ella es bonita.

—Aunque se vista de hombre.

Ian bajó la mirada. Esa chica había causado revuelo no sólo con él. Estuvo pensando en ella gran parte de la noche.

—Carolina... —musitó y se mordió con discreción el delgado labio inferior.

—¿Ian? —escuchó su nombre repentinamente y volteó.

Ian se incorporó viéndola andar hacia él.

—Magui...

La contadora se acercó para saludarlo con un beso en la mejilla. Ian estaba deslumbrado con su belleza.

—No me mires así, por favor.

—Es que ahora que estás frente a mí, estoy sin palabras.

—Me apenas...

—Siéntate, por favor —le ofreció una silla.

—Gracias... —se sentó llena de inquietud por tenerlo cerca.

—En verdad me alegra que estés aquí —reconoció acomodándose en la silla de enfrente.

Magui no dejaba de sonreír.

—¿Tanto así?

—Estoy impresionado —respondió sin aliento.

Magui bajó la mirada con timidez.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora