24. ATRACCIÓN DESCONTROLADA

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Abrazó al viejo una vez más cuando Ian llegó hasta ellos y no lo soltó.

Ian se preguntó por qué lloraba. El viejo lo miró y se apartó. Realmente olía muy mal, pensó él. Pero tampoco le importó mucho.

Carolina se secó las lágrimas con la corbata que le dió el vagabundo.

—¿Es tu novia? —preguntó el mayor.

Ian sonrió.

—No, pero ya la convenceré de que lo sea.

—Es un ángel, eres afortunado.

Ian la miró. Era preciosa.

—Lo sé.

Carolina no entendía nada. Tampoco quería averiguar. Seguramente seguía burlándose de ella.

—Ya deje de usarme como su payaso. Ya me cansó —le reprochó.

—Nunca haría tal cosa, preciosa—la miró con ternura —. Bromeo contigo, no me burlo.

Carolina se secó las lágrimas con los dedos y se levantó.

—Adiós, viejito, cuídese.

Le regresó su corbata y le dió otro abrazo. Luego se retiró. Ian fué detrás de ella.

—¿Por qué no eres así de encantadora conmigo? Yo puedo corresponder a ése afecto como no te lo imaginas.

Carolina se detuvo. Notó que algunas personas los observaban. Entre ellos había parte del grupo que acompañaba al zoólogo en sus presentaciones, como la que acababa de tener minutos atrás.

—Usted anda raro conmigo —lo miró con desconfianza.

—¿Te parece raro que me interese por ti?

—¡No sea sinvergüenza! —le golpeó el pecho provocando la sorpresa de los espectadores.

—¡Oye, éso es maltrato! —se quejó frotándose el área adolorida.

—Asi es... Maltrato... ¡Animal!

—Deja de fingir que eres una persona que no existe más que en tus ganas de querer alejarme, Carolina. Ese papel es sólo una fachada para ocultar el miedo que tienes de dejarte llevar por lo que sientes.

—No soy una maldita cobarde, soy una mujer con cerebro y usted... animal, no me convencerá jamás de que es una buena persona.

—¿Te lo dice tu instinto?

Carolina apretó los labios.

—No, me lo dijeron mis ojotes —se tocó la cara—, yo lo vi besándose con aquella güera flaca en el pueblo, cuando según iba a encontrarse con Magui —hizo gestos y ademanes exagerados que lo hicieron reír— y ahora anda ahí todo ofrecido conmigo... ¿Acaso me cree tan estúpida que piensa que voy a caer como tonta en sus coqueteos de quinta?

Ian levantó las cejas.

—¡Claro que no! —exclamó elevando las manos—. ¡Ya estabas a mis pies cuando te conocí!

Carolina se quedó boquiabierta.

—Pero qué... patán tan arrogante es usted.

—Wow, patán y arrogante,  que palabras tan elegantes —le hizo ver—. Sí han servido las clases de tu maestro —le hizo ver.  Carolina se metió las manos entre los  cabellos con desesperación—. Loquita, deja de engañarte —se le acercó, demasiado, robándole el aliento—. ¿Ves cómo se remueven todas tus hormonas cuando me acerco?

Carolina quedó como estatua, luego miró alrededor.

—Para empezar, no aprendí esas palabras con don Fidel, sino en una ridícula novela que me prestó Hortensia y por otra parte se está ganando que le rompa el hocico —le advirtió levantando un puño, dando un paso atrás.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora