47. ME QUIERE A MI

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Carolina no quiso hablar de Ian y para distraerse aceptó ir con ella de compras. Al anochecer irían a cenar y bailar.

Magui se quedó sin palabras cuando vió a la chica vestida como siempre soñó. Era bellísima.

Carolina se humedeció los labios nerviosamente. Magui logró convencerla de ponerse ese corto vestido negro y las zapatillas a sabiendas de que lo más probable fuera que se
toparían con Ian y su prometida.

—Sabía que las prácticas en tacones tendrían su recompensa.

—¿Que me rompa el hocico? —inquirió la joven mirando su cuerpo en el espejo.

Magui odió ese comentario.

—¿Cuando aprenderás a hablar sin decir una majadería?

Carolina se encogió de hombros.

—Pues, nunca —sonrió.

Magui meneó la cabeza

—También de éso me encargaré, ya lo verás.

Tras hacer el comentario fué a la habitación a recoger su bolso.

Carolina escuchó el teléfono sonar y fué a responder.

—Bueno...

—Carolina —la voz de Ian la estremeció—. No cuelgues por favor —se oían murmullos, voces de personas—. Estoy hospedado en la habitación del fondo, te espero. Ahora no estoy, pero regreso en tres horas.

—No estaré —contestó molesta —. Me voy a bailar con Magui y si puedo me voy a emborrachar para olvidar todas las mentiras que me quiso meter en la cabeza.

—¡Carolina, no lo hagas, no bebas!

—Claro que si, a usted  no le gusta... ¿ya ve? ¡No me conoce nada! —colgó.

Ian miró su teléfono móvil sorprendido. Claire sospechó que no le estaban saliendo los planes como pensó.

—¿Problemas con tu princesa?

—¡Me colgó!

—Olvídate de ella por éste momento, tienes una conferencia de prensa.

Ian seguía sin creer que quisiera hablar con él.
No se iba a quedar con los brazos cruzados.

Carolina se sentó en el bar y Magui le pidió una bebida. Era cierto que tomaba alcohol, pero sólo cerveza y no muy seguido, muchísimo menos después de ver lo que ese vicio de su padre causó en él.

¿Sería por éso que Ana lo abandonó y nunca quiso regresar?
Porque solía ponerse agresivo y lastimaba con sus palabras. Ahora agradecía no parecerse mucho a Ana, porque de haber sido así, tal vez Froylán habría convertido su vida en un infierno.

Ana suspiró cuando estuvo frente a Fidel.

—Por favor, no le diga por qué Froylán me dejó de querer. Me moriría de vergüenza. No podría ver a Carolina a los ojos. Antes preferiría irme y no regresar jamás.

Fidel tenía el ceño fruncido

—No seas cobarde. Carolina sabe que eres su madre. No has pensado en todo lo que vivió al lado de un hombre tan difícil como Froylán. Estaba muerto en vida y sé que amaba a Carolina más que a nada, pero también la veía y pensaba en ti y lo que le hiciste.

—Nunca quise lastimarlo.

—Uno no lastima a quienes ama y mucho menos es infiel.

—Era una niña.

—Eras una mujer casada, para éso no eras tan niña ¿verdad? —al fin intervino Genoveva.

Ana se levantó de la sala.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora