4. HOLA DE NUEVO

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—Tal vez no quieras saber de mí, después de la manera en que me salí del chat la última vez... —escribió—. Me comporté tan... —se quedó pensando en la palabra adecuada, revisando cada letra en la pantalla. Presionó sin querer y se maldijo.

Se levantó y la toalla cayó de su cuerpo recién bañado. Ni el cabello se había secado.

—¿Qué hice? —musitó y escuchó un sonido.

—¿Inmadura? —inquirió Ian tentando su suerte.

Carolina volvió a sentarse.

—Estás allí... —musitó para sí misma. Sintió un vuelco en el estómago. Se tocó el vientre plano y ni siquiera su mano helada contra la piel, la despertó de su ensueño. Sonrió y se humedeció los labios.

—¿Hola? —escribió Ian ante su silencio.

—Hola... Solo quiero disculparme.

Ian leyó sus palabras. Había algo en ella que le robaba el aliento, sin saber siquiera como era.

No es necesario —respondió. Debía actuar con cautela—. Está claro que somos muy diferentes y si seguimos sospecho que las discusiones se repetirán.

—¿Si seguimos? —repitió con un cosquilleo recorriéndola—. ¿Tenemos algo?

No... yo creí... Bueno, no... Tienes razón, no tenemos nada.

Ian resopló y meneó la cabeza.

—¿Pensaste en que yo podría ser...?

No lo pensé, lo sentí.

Carolina se llevó una mano helada al pecho y el roce la erizó intensamente. Su vientre vibró con un espasmo.
Sonrió levemente y se removió en la silla de su habitación.

—Pero, solo hablamos ésa vez...

—Magui, a veces no es necesario mucho tiempo para saber que alguien te atrae —la dejó sin aliento—. Por alguna extraña razón.

Carolina sintió que su corazón latió presuroso.

—Ni siquiera sabes como soy. No me conoces.

No, no lo sé, pero tu a mi sí —le recordó—. ¿Sientes algo al verme?

Carolina aspiró profundo.

—Sí, nunca lo había sentido por nadie —confesó sintiéndose cada vez más perturbada—. Tampoco acostumbro a pedir disculpas.

Y acabas de hacerlo.

—¿Significará algo?

No lo sé.

—¿Será que no tenemos nada en común la razón por la que dudas?

—¿Éso dije? No lo recuerdo —respondió dibujándole una sonrisa.

Una hora después, hablaban de su viaje al continente Africano, de su experiencia viviendo cerca de los leones. De lo que comió en esos meses. De las temperaturas a las que se sometió.

Hubo una ocasión en que me quedé a la intemperie y llovía muchísimo. Me enferme como nunca y debieron internarme por tres días. Le tengo respeto al frío desde entonces.

Carolina deseó haber estado cerca para consolarlo.

—El frío tiene sus cosas buenas si estás en una casa calientita, metido entre cobijas suaves y buena calefacción.

Creí que dirías una chimenea.

Carolina se inclinó hacia la pantalla, como si quisiera tocarlo al deslizar los dedos sobre la pantalla.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora