—¿Le hiciste la tarea al viejito, mija? —preguntó Genoveva, haciendo a un lado el bochornoso momento de recordarle a Luis.
—S...si —respondió cohibida, atravesando la mano frente a Ian para agarrar un tamal e incluso tuvo la osadía de apoyarse en su hombro.
Sus senos adoloridos la hicieron retraerse antes de que Fidel le diera un manazo.
—¡Se piden las cosas, mocosa!
Carolina sonrió por haber evitado el castigo y el zoólogo tomó la olla con el apetitoso alimento para colocarla en el centro.
—No necesito pedir nada, yo nomás agarro.
—¿La ves, Ian? —señaló Fidel.
Genoveva se rió escandalosamente. El joven sospechó que la esposa de Fidel era muy similar a su alumna.
—Déjela, necesita tiempo. Mejor cuéntenme ¿qué es eso de la tarea?
—Mi marido, le pone tarea a esta niña, con la ilusión de que se modifiquen un poco sus modales —explicó Geno aún risueña.
Carolina agarró un tamal y lo abrió. Estaba aún muy caliente, pero no esperó a que se enfriara y lo tomó con los dedos. Al instante lo soltó.
—Ah ah ah —dijo y sin querer le dió un codazo a su vecino de silla en el brazo—. ¡Pero qué madre...! ¡Está bien caliente ésa chingadera!
Ian la miró sacudir las manos, sin ofrecer una disculpa por el golpe.
—¡Carolina! —replicó Fidel apenado por su comportamiento—. Tenemos visita mija.
—Pues por éso aprovecho para decir cuánto se me hinche la gana; porque así usted, que es tan educado, no me romperá la madre otra vez como allá afuera.
Genoveva no paraba de reír mientras le servía a su marido la cena.
Ian intentó seguir respetuoso, pero la risa de Geno era demasiado contagiosa.
Apoyó los codos en la mesa, su frente descansó en las palmas. Con el rostro cubierto, se empezó a reír.
—Perdone Fidel, no lo puedo evitar.
El viejo meneó la cabeza.
—Mejor, cuéntale lo que haces con la piraña —dijo la señora viendo cómo la chica seguía en su empeño por comer algo tan caliente.
—Por favor... —lo invitó Ian tratando de ponerse serio.
—Cada semana, le dejo a esta niña algo para leer.
—Pero como soy bien estúpida me tardo un mes.
—¡No te expreses así de ti misma, ya te lo había dicho! —le recordó el profesor.
—Pues es la verdad.
—Solo tiene un poco de dislexia —señaló Fidel, interesando a Ian, quien empezó a comer con un cubierto que le facilitó Geno.
—¡Y el culo en la boca! —lo interrumpió Carolina alegremente.
Ian escupió la comida al plato. No podía creer que hubiera cabida a más barbaridades en sus labios, pero siempre se superaba.
—Perdón... —tosió Ian.
—Ay Carolina, no sabes guardar silencio mijita... —musito Fidel cansado.
—Perdón viejito... Ora si me pase de ver...
—Mejor come, corazoncito —la interrumpió.
Ian la miró y se quedó asombrado cuando la mitad de un tamal entró en su boca con dos mordidas.
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¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?
Romance¿FINGIRÍAS SER ALGUIEN MAS PARA PERDER AL AMOR DE TU VIDA? Todo comenzó con un chat. Carolina se hizo pasar por su mejor amiga para conseguir una cita con el único hombre que le recordaba que era mujer... Después de todo, él nunca pondría sus ojos...