Carolina regresó de lavarse las manos y vio su plato servido. Lucía especialmente delicioso, después de trabajar toda la mañana levantando un cerco que se cayó por la madrugada.
—Gracias, amigo... —le dijo a Reynaldo.
La esposa del hombre siempre cocinaba para ella, lo cual agradecía pues la joven de veinticuatro años apenas si tenía tiempo para levantarse e ir a trabajar.
—Mi Rosa siempre hace maravillas —presumió el hombre de treinta años, quien fuera ahijado de su padre.
Le sonrió, y como ella, se acomodó en la banca del comedor para trabajadores del rancho.
Fue idea de Carolina remodelarlo para días como ese, en que afuera una tormenta azotaba con todo su poder y los familiares no podían llevarles comida.
Era la única mujer en el lugar y eso lo sabían sus compañeros porque tenía el cabello castaño rojizo, largo. Lo llevaba suelto, con mucho descuido, pues casi nunca lo recogía o lo peinaba.
—Disfrútalo machota —se burló Nicasio Rojas desde el extremo de la mesa rectangular de madera.
Carolina lo vio pasar la lengua por un trozo de carne con una intención claramente sexual.
La pequeña de un metro sesenta se incorporó e hizo un ruido de vomito hasta incomodarlo.
Sonrió sentándose, deseando echarlo afuera y que un rayo le fulminara esa mata de rizos colorados.
Jonás, el hermano mayor de Reynaldo, llegó saludándolos y fue a sentarse al lado de Carolina, como su guardián. Era un moreno robusto y alto. Una especie de guardaespaldas para la chica.
Nicasio no le quitaba la vista de encima.
Carolina platicaba con los hermanos sobre lo que harían ese día cuando tomó un bocado grande, porque ni para comer era femenina. Se lo llevó a la boca y escuchó un claro Uuuh.Miró a todos, al igual que Reynaldo y Jonás.
Siguió masticando sin comprender el porqué de su reacción.—¿Qué pasó? —preguntó con la boca llena.
Las miradas estaban puestas sobre ella.
Jonás y Reynaldo la miraron. No tenía nada raro en la cara.
De pronto, un calor empezó a llenar la lengua de la chica.
—¡Jhá! —susurró sintiendo que algo quemante se dispersaba por dentro. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Se tocó las mejillas con desesperación—. ¡Ay cabrón! ¿Qué le pusieron a mi comida?
Se levantó golpeando la mesa con los puños y el fuego en su boca creció sin control. Saltó de la banca y se movió de un lado a otro con desesperación. Se empezaron a reír de ella haciéndola enojar.
—¡Pinche bola de putos! —gritó Carolina enchilada. Entre lágrimas y enojo—. ¡Cabrones hijos de su re puta!
Su rostro estaba rojo. Agarró un vaso de agua y se la llevó a la boca para dar tragos desesperada.
—¿Quién carajos le hizo esto? —rugió Reynaldo levantándose. Carolina se apoderó de la jarra y bebió directamente de ella.
Jonás tomó un bocado del plato de Carolina, llevado por la curiosidad. Su enorme aspecto fue risible cuando se empezó a retorcer por el picante. Resistió menos la invasión del picante que ella.
—¡Pinche Nico, tú fuiste! —lo acusó directamente.
Nicasio se levantó temiendo la reacción de los hermanos, que no eran precisamente unas plumitas.
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¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?
Romansa¿FINGIRÍAS SER ALGUIEN MAS PARA PERDER AL AMOR DE TU VIDA? Todo comenzó con un chat. Carolina se hizo pasar por su mejor amiga para conseguir una cita con el único hombre que le recordaba que era mujer... Después de todo, él nunca pondría sus ojos...