31. EL REGRESO

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—¡Está re loca la cabrona! —exclamó Miguel Sosa con una mezcla de emoción y nervios.

Jonás gritó emocionado.

—¡Eso Carolina, así se agarra a esa bestia!

La chica montó el toro con valor, sentía que la sangre ardía en sus venas y era la mejor sensación desde que dejó atrás a Ian.

Tenía una semana sin verlo. Se había quedado en Canadá y después lo vió en un par de programas de televisión estadounidenses.
Su corazón herido aún latía sin control al verlo.

Su tiempo encima del toro duró pocos segundos y terminó volando por los aires. Se levantó de prisa y corrió al barandal. Sus compañeros la abuchearon, pero no se le borró la sonrisa. Con el tiempo había aprendido que en el fondo la respetaban y ésa era una manera de demostrárselo, por contradictorio que sonara.

Reía emocionada, con el cabello y la cara llena de tierra

—¡Yijaaa cabrones, les gané el billete, bola de pendejos!

—¡Bravo mija! —gritó Miguel Sosa acercándosele con un fajo de billetes en la mano.
La abrazó bruscamente y le dió su dinero.

—¡Pinche lagartija, ni pesas nada! —la abucheó Nico, detrás de los barrotes del corral.

—¡Lagartija la más puta de tu familia, pinche cabeza de zanahoria! —respondió haciendo un grosero gesto con las manos que significaba que era cobarde.

—Carolina, mija —susurro su patrón— es usted una mujercita —le recordó Miguel.

—¿Yo mujercita? —se rió—. Ay don Miguel.

—Po's pareces —se rió con ella — y aún con éso, trepada en el mendigo toro eres la mejor jinete del rancho. Más macha que muchos —señaló a Nico con los labios.

—Eso no se lo niego, ¡por éso me gané ésto!

—¡Amonos de parranda! —gritó un compañero.

—Ni madres, con esto voy a arreglar mi camioneta.

—Carolina, ese vejestorio ya está bueno pa'l fierro —le dijo Jonás.

—No, todavía aguanta.

Miguel se rió. Le pasó un brazo por los hombros.

—Mejor vete a tu casa, que en un rato más llega el güero a quedarse, ahora sí pa' hacernos el reportaje del rancho.

Carolina se tensó y dejó de andar.

—¿De qué habla? ¿Qué güero viene?

—¿Po's cual más? Ése que anda detrás de mija.

Carolina se puso tensa. ¿Cómo podía ser tan cruel para regresar? ¿Qué quería?

Estaba muy equivocado si pretendía que le facilitaría la vida. Si antes de conocerse estuvo dispuesta a portarse poco amable, ahora que lo conocía mejor, estaba dispuesta a volverse su peor pesadilla.

Ian Armstrong no sabía con quién se estaba metiendo. Qué canalla. Seguramente había engañado a la ingenua de su amiga, aprovechando la debilidad emocional que sentía.

Resopló molesta y se apartó de ellos, sin decir nada.
Más le valía estar listo para la guerra, una guerra muy sucia.

—¿Uste' cree que sea buena idea que un hombre, desconocido viva con ella? —inquirió Jonás.

—Es mejor con ella que con nosotros —respondió Miguel serio—. No quiero que mi familia ande de boca en boca, otra vez.

Jonás sabía muy bien por qué lo decía. Y fué precisamente por Magui que veinte años atrás, cuando era una adolescente ocurrió un evento vergonzoso que causó que la hija mayor del hacendado fuera enviada a la capital a un internado.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora