13. AMAR SIN SER AMADA

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—¡Se escapó el toro! —gritó Jonás preocupado. Debía poner a todos en alerta.
El enorme animal estaba muy inquieto.

—¡Andenle cabrones, a perseguirlo para meterlo! —dijo Carolina, montada en Cuco.

—¡Ni madre, a mí no me pagan por arriesgar la vida! —respondió Nico, manoteando al aire.

—Igual de mariquita que tu hermano —se burló ella, mirándolo con desprecio y sorna—. Para éso me gustabas... —arreó a su caballo —. ¡A ver! ¿Quién tiene tantos güevos como yo para seguirme?

Jonás y Reynaldo fueron los primeros en ofrecerse. Dos más la siguieron.

—¿Qué pasa? —preguntó Miguel Sosa.

—Se escapó el Diablo, don Miguel —respondió Nicasio quitándose el sombrero al dirigirse a él.

Cuando los cinco jinetes estuvieron listos, Miguel miró a la muchacha entre ellos.

—¿A dónde vas Carolina? —preguntó el señor.

—Po's a hacer mi trabajo.

—Ah no, chamaca, ¡usted no va a enfrentarse a ese semental!

Carolina arreó a Cuco.

—Po's si no lo quiero para novio al cabrón, ni lo voy a cargar.

Miguel arrugó la frente al recibir esa respuesta.

—Mira chamaca... —iba a exigirle respeto.

—¡Amonos! —gritó Carolina, interrumpiéndolo, sabía que insistiría en detenerla.

De inmediato, se echaron a galopar. No había tiempo que perder.

—¡Condenada vieja, hocicona! —se quejó Nicasio.

Miguel Sosa miró al pelirrojo de gran melena.

—¿Y tú por qué no fuiste?

Nicasio lo miró sin saber qué decir.

—Pues...

Don Miguel chasqueó con los dientes. Le dió la espalda y fué a donde otros trabajadores alistaban el corral.

Tras media hora de maniobras, Carolina, consiguió la total atención del toro, quién más enfadado que nunca empezó a seguirla.

Miguel Sosa estaba trepado en las trancas del corral cuando la vió galopar en su dirección. Su pequeña figura y delgadez ayudaba a que el caballo que montaba volara. Sintió un escalofrío, pues la raza del corcel podía ser veloz, pero por muy poco tiempo.

Conforme la chica se acercaba, Miguel pudo ver en el rostro de Carolina, que no sentía miedo; al contrario, al parecer el juego de llevar al inmenso semental hacia ellos, lo disfrutaba.

—Lo está trayendo... —musitó asombrado por su habilidad.

—¡Prepárense con la puerta! —gritó Carolina a todo galope.

Entró al corral, como un rayo, poniéndoles los nervios de punta.

—¡Muchacha loca! —gimió Miguel cuando por pocos centímetros, el toro no le clavó las astas.

Carolina sabía maniobrar como nadie al caballo, pero aún así, hubo un instante en que pareció estar acorralada. El semental se lanzó sobre ella y todos gritaron. El ruido desconcentró al toro y Carolina voló con Cuco hacia la salida.

Se escucharon gritos de alivio y júbilo cuando cerraron el portón de hierro.

Carolina se bajó y Miguel Sosa se le acercó, también Nico, que se veía pálido a pesar de su blancura.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora