EPÍLOGO

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Carolina entró a la universidad para convertirse en veterinaria. Jamás volvió a ver a Magui ni quiso preguntar que fué de ella.

Su relación con Ana la ayudó a crecer emocionalmente y a no juzgar por el pasado. Todos cometían errores. Había ganado una madre y dos hermanas que la amaban.

No fue fácil mantener un matrimonio a distancia, pero visitar los fines de semana a sus amigos y familiares ayudó bastante. En vacaciones largas se iba a ver a su esposo y el aprovechaba sus vacaciones también para estar con ella y cuanto viaje se presentara para sorprenderla. Ian estaba encargado de una reserva natural en África.

En esencia Carolina no había cambiado y su marido dudaba que lo hiciera algún día lo cual le parecía perfecto. Había refinado su aspecto y lograba contener la lengua en público, pero cuando estaba lejos de la escuela volvía a su estado natural.

Los nativos que trabajaban con Ian habían aprendido un amplio vocabulario de palabras en español, en especial el favorito de su chica: groserías.

Carolina con sus sorprendentes habilidades para aprender, ya lograba dominar la lengua de la tribu con la que convivían y además ponía en práctica sus nuevos conocimientos de medicina animal.

Estaba tan orgulloso de su esposa, quien en cuanto se graduara tendría un empleo a su lado esperándola.

Ya nada de ella lo sorprendía, excepto cuando descubrió que también usaba las redes sociales para mantener a sus admiradoras a raya.

—Sé que muchas de ustedes sueñan con él y desearían estar en mi lugar —leyó Ian en una publicación—, sigan soñando, el hombre es mío.

Se rió nerviosamente al ver una foto suya. Fué de la noche pasada cuando Carolina llegó a hacerle una visita rápida, a punto de graduarse.

La recibió prometiendo hacerle una cena especial. Lucía cansada por el viaje, mas no demasiado para no desear verlo con poca ropa. Le pidió que se quitara todo para cocinar, solo con un mandil.

—Estás loca —le dijo divertido, comenzando a quitarse la camiseta con un baile sensual. Carolina lo ayudó a quitarse el pantalón y se acuclilló delante de él.

—Me encanta que se alegre de verme —dijo admirando la majestuosa erección de su marido.

Ian con cinco años más, estaba en la plenitud de su madurez y en la cama no era la excepción. Le bajó el pantalón a los tobillos y recordó que haciendo algo similar, fué que encontró su anillo de matrimonio.

Ian la tomó de los brazos y la levantó para besarla.

—Por fin te quedarás conmigo —recordó enamorado.

—Por fin... —asintió Carolina contenta.

La besó una vez más mientras luchaba por sacarse el pantalón por los tobillos. No llevaba zapatos así que no fué difícil.

—¿Por qué no te sientas mientras preparo la cena? —le dijo después.

Ella asintió y cuando se descuidó tomó la foto más viral que Ian tuvo en su red social: su única prenda encima era un mandil de cocina.

Eso le valió varias noches de sexo loco, tantas que después de la graduación ella regresó de inmediato a tomar su lugar como esposa.

Se graduó con honores para sorpresa de todos, excepto para Ian y Fidel que eran quienes más la animaban cuando se sentía frustrada.

Meses después lloró cuando le confeso lo que ocurría.

—¿Por qué me hace caso de cuanta pendejada le pido?

—¿Ahora qué hice?

Carolina se miró al espejo.

—Estoy embarazada...

Ian la abrazó.

—¿De verdad?

—Uno no se embaraza de juego ¿o si?

—¡Amor, creí que jamás sucedería!

—¿Y por qué no estoy brincando de alegría? ¿Qué me pasa?

Ian la abrazó.

—Tal vez piensas que ya no tendrás todo ésto que la vida te dió para volverte loquita —se señaló con una mano—, pero no te preocupes. Ya pasará. Es una cuestión hormonal. Sigo siendo tuyo.

Carolina lo abrazó. Y tuvo razón. Al avanzar su estado llegó a sentirse muy bien aún cuando la barriga era enorme.

Y aunque le pidió a su esposo que no hiciera público el embarazo, no lo cumplió. Su felicidad era tanta que debía compartirla.

No le fué nada bien después de ésa foto, pero recibió muy feliz la tanda de malas palabras que ella le dirigió hasta cansarse.

Al cabo de pocos meses nació el bebé, era tan rubio como su padre.

Carolina no podía creer que fuera tan buena madre y su esposo se lo recordaba al verla cuidar de su pequeño. Por fin pudo cumplir el sueño de Hortensia de viajar para establecerse con ellos y ayudarla con el bebé.

Al cabo de dos años Carolina volvió a embarazarse... Finalmente la familia creció hasta ser seis miembros.

Ian y Carolina por fin tenían lo que siempre desearon, una vida feliz... Una vida juntos y una hermosa manada propia.













Chicas prometí una y otra vez hacerle una secuela a esta historia pero ya pasaron muchos años. No es que no la amé, pero Ian y Carolina ya merecían su epílogo. Son los personajes que más amo, por la honestidad con que se entregaron a su amor. Espero que estén satisfechos con este final. Sé que serán muy muy felices con su manada.

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