46. UN DIAMANTE

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Ian dejó caer su maleta de ejercicio. Llegó medio día antes que Carolina a México y esperaba encontrársela ésa noche. Había pensado en recogerla personalmente en el aeropuerto, pero tenía una serie de presentaciones por la tarde, además de las que tendría en la universidad donde ella haría el examen, algunas entrevistas de radio y televisión, mas la visita al zoológico de la ciudad, lo mantendrían ocupado, pero habría espacios en esa apretada agenda.

No era un niño para no darse cuenta de lo que causó en Carolina. Sin embargo, la idea de no tenerla con él lo volvió loco y salió intempestivamente de su casa sin hablar. Solo tomó lo necesario para ese viaje.

Tenía una agente, Claire, y ella se encargaría de recordarle de esos ratos libres y otro encargos que le hizo. Esa maniobra era su carta fuerte, con la que Carolina decidiría el futuro de lo que tenían. Se negaba rotundamente a creer que estaba confundida en sus sentimientos hacia él. Sabía que lo amaba y que cuando hablara con ella volvería a caer rendida en sus brazos... o lo que una deliciosa rareza como ella diera como respuesta a su declaración. Si había golpes de su parte mucho mejor, pensó malicioso.

Sonrió tras pasar dos horas en el gimnasio. Se sentó para pensar en que había cambiado los ejercicios con pesas por los de la cama con ella, los cuales solían ser muy intensos.

Esperaba que reaccionara como deseaba, sabía que no tenían tanto tiempo juntos, pero a él no le cabía la menor duda de lo que deseaba a futuro.

Su teléfono sonó y vió el número de Fidel.

—Llegará a las cinco de la tarde —le dijo el señor.

—Qué bien. Allí la recibirá un chofer que la llevará a mi hotel.

—Muy buena idea, así no se perderá.

—Gracias Fidel, en cuanto pueda le avisaré lo que pasa.

—Ojalá esa cabecita dura decida quedarse con usted, porque esa bruja de Magui no le traerá nada bueno.

—Como ocurrió con su madre—señalo Ian.

—¿Usted sabe?

—Todo Fidel, la misma señora me lo contó.

El viejo guardó silencio.

—Entonces es cierto que Viviana regresó.

—Me dijo que había perdido la memoria y le creo. Es una buena mujer.

—Ahora espero que cuando Carolina regrese de México le cuente todo, incluído que Magui estuvo involucrada. Esa mujer me parece un peligro para mi niña.

—Fidel, Carolina no es tonta. Físicamente es fuerte y aunque sea testaruda y rabiosa, sé que sabrá defenderse bien.

—Pues si está muy ofuscada la cabeza no le trabaja mucho, ya la vió, se pone como animal salvaje.

Ian se rió.

—¿A poco tiene un lado civilizado?

—Pues no... —se rió también y con ese comentario supo que como Ian debía confiar en la chica.

Magui brillaba como nunca. Aunque no estaba en el plan de Carolina, consiguió acompañarla en el vuelo a la ciudad. Tomó su mano cuando el avión despegó y Carolina aceptó para no verse diferente de otras ocasiones.

—La vamos a pasar tan bien. Tenemos que ir de compras y vestirte para tu examen.

—No empieces Magui...

—Claro que si, no voy a regresar a Durango sin verte con un hermoso vestido y tacones y sobre todo el cabello arreglado.

Carolina tocó su alborotada melena. Nunca se había maquillado y tampoco pensaba hacerlo.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora