Ian la soltó de golpe y ella cayó trastabillando, más permaneció de pie. Lo acribilló con los ojos.
Ian la miró adolorido, en tanto se tocaba la paleta derecha. ¿Cómo le hizo para morderlo? Se preguntó y de inmediato se respondió. No debía cuestionar sus habilidades físicas.
La manera en que sus fosas nasales se abrían y se cerraban anunciaban peligro.
—¡Hey! —exclamó al verla apretando los puños y la boca. —. ¡Te recuerdo que prometiste nunca más golpearme! —señaló levantando el índice.
Carolina sabía que bromeaba al fingirse débil ante ella, sin embargo en verdad deseaba darle un puñetazo. No le importaba que fuera una montaña de músculos.
Ian supo que no respetaría el pacto al verla entrecerrar los ojos y bajar sutilmente la barbilla, mucho menos después de lo que le hizo esa mañana.
Recordar lo sucedido avivó la culpa.
—Carolina... —empezó a decir con mucha suavidad hasta que una bofetada le atravesó el rostro.
Abrió la boca y cerró los ojos. Su reacción no debía sorprenderlo, sin embargo siempre lo hacía. Se tocó la mejilla.
—¡Usted no tiene ningún derecho sobre mí! —le gritó empujándolo—. ¡Ya no somos nada! ¡No tiene por qué hacerse el hombrecito y dar la cara para protegerme! —dijo con exagerada ironía—. ¡No soy una vieja con la que deba perder su tiempo!
Ian bajó la mirada hacia ella cuando la chica casi se pegó en su pecho para demostrarle que no le temía.
Sus miradas se cruzaron, la de ella completamente rabiosa y la de él, llena de culpa.
Carolina retrocedió un par de pasos hasta topar con la pared.
—Perdóname, los celos me hicieron reaccionar de ésa forma —se excusó.
—¡Po's nomás sacó lo que realmente piensa de mi y ahora ya no tenemos nada que decirnos!
Ian se le acercó. Carolina lo empujó y él la tomó de los brazos.
—¡No mientas, me amas tanto como yo a ti! —aseguró suave, contrastando con la fuerza con la que la acercaba a su pecho.
—¡Yo lo amo, pero usted no! —se sacudió sin éxito—. ¡Y no me voy a quedar a ver si usted me quiere o no, según el humor del que esté para tolerarme!
—Por favor, cariño, no lo hagamos más difícil... —susurro apasionado—. Solo quiero estar contigo —la atrajo al fin, lo suficiente para contener sus movimientos.
Carolina se sacudió de nuevo hasta cansarse y solo así se quedó quieta. Lo amaba tanto, pensó mirándolo, sintiendo su cuerpo excitado contra su estómago, duro y provocador; sin embargo, la rabia que sentía la dominaba.
No era posible que durante años se hubiera llenado la cabeza de posibles razones por la que Viviana se marchó. Resultó que todo fué peor de lo que pensó.
Ian la soltó cuando bajó la guardia. Sus ojos que de por si ya estaban irritados e inflamados, volvieron a llenarse de lágrimas.
Apoyó la nuca alborotada en la pared y lloró en silencio. Magui debía estar mintiendo. Lo que dijo fué horrible. No era verdad.
Nunca quiso escuchar los rumores de la gente, siempre pensó que estaban dirigidos a ella, mas no fué precisamente así. Por su relación con la contadora y esas efusivas muestras de afecto que le daba, era obvio que pensaran que la relación entre ellas era real.
Ian se acercó y apoyó la frente en la suya al verla sufrir. Cerró los ojos.
—Perdóname, jamás debí abrir la boca.
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¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?
Romansa¿FINGIRÍAS SER ALGUIEN MAS PARA PERDER AL AMOR DE TU VIDA? Todo comenzó con un chat. Carolina se hizo pasar por su mejor amiga para conseguir una cita con el único hombre que le recordaba que era mujer... Después de todo, él nunca pondría sus ojos...