7. QUÉ BUENO ES...TÁ

3.1K 460 105
                                    

Nicasio traía tremendo golpe en la mejilla. Ese muchacho nomás no aprendía.
Fue grato escuchar las palabras de apoyo de sus compañeros que fueron testigo del acto cobarde del pelirrojo y su amigo.

Claudio le contó que Luis después de lo que pasó entre ellos y dejar el trabajo, se casó casi de inmediato con una mujer del pueblo, una de mala reputación.

Carolina llegó a su solitaria casa. Entró por la parte trasera. Había una puerta que utilizaba cuando llegaba muy sucia. Se quitó la ropa en el cuarto de lavado y quedó en camisa.

Se sintió sola, por primera vez, y extrañó a su padre.
Empezó a llorar otra vez mientras caminaba al baño para meterse bajo la regadera.

Ni siquiera al abrir la llave de agua fría pudo distraerse de sus pensamientos.

Se secaba el cuerpo cuando un dolorcito en los pechos iluminó su mente.

—Hijas de su chin... —pausó mirándose. Escuchó que tocaban la puerta con fuerza.

Se vistió rápidamente con jeans y camisa de franela. Traía la toalla en la cabeza y los toques en la puerta, eran cada vez más insistentes.

—¡Con una chingada, ya voy! —grito con las molestias de un futuro periodo en proceso. Otra cosa que odiaba de ser mujer. ¿Por qué no podía sangrar tranquilamente y sin ésos retorcijones que odiaba a muerte?

Abrió la puerta y se encontró con la ceñuda mirada de Don Fidel y su inconfundible barba larga.

—Vaya, veo que al menos ya me esperaste bañada.

Carolina se quiso tragar sus palabras.

—Discúlpeme, pásele.

Se quitó la toalla de la cabeza y la colgó en una silla.
El viejo miró a su alumna ir a la cocina y preparar unos cafés.

—Me encanta este café de olla, mijita —dijo ante la humeante taza de barro.

Carolina se sentó frente a él y sonrió.

—Es para que no deje de venir.

Fidel dió un sorbo y ella le acercó unas galletas que le mandó Hortensia.

—Te traje algo.

Carolina arrugó la frente.

—¿Otro libro?

—No, algo mejor. Es tu guía de estudio.

—¿Eso?

—Si, éso.

—Pero, aún no decido aceptar.

—Hablé con un amigo —dijo sacando de su bolso la guía.

—Ay viejito.

—Eres muy inteligente y no dejaré que por inseguridad te desperdicies.

—No le veo mucho sentido...

—Nunca tuve una alumna tan aplicada como tú. Eres dedicada y responsable.

—Y necesito mejorar mis modales —dijo irónica.

—Eso ya vendrá cuando termines de educarte y sobre todo, que leas mucho —la vió dejar caer la barbilla—. Por éso te traje éstos.

—Ay Don Fidel, ya sabe que me cuesta mucho.

—Tu problema es leve, lo que debes hacer es confiar en tu capacidad.

—Pues si, hay algunas cosas que se me voltean todavía, y nomás porque ya aprendí a manejarlas como usted me dijo, pero es mucho esfuerzo.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora