16. JUNTOS EN CASA

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Pasó más de una hora en la que Ian, estuvo ocupado durante la espera, recorriendo los alrededores, hasta que se sentó en el suelo. Estaba cansado, después de lo que hizo y sin darse cuenta se durmió.

Abrió los ojos lentamente al escuchar el trote suave de un caballo.

Se estiró un poco y la vió. Allí venía la señorita Vargas. Vestía jeans y camisa de franela, como siempre. Su cabello estaba desordenado y su semblante no ocultaba que estaba de muy mal humor.

Carolina sintió un golpe de adrenalina y se tocó la barriga al verlo. Se veía tan bien con esa camisa a rayas, que había doblado de las mangas.

—Buenas noches, Carolina —saludó, aparentemente tranquilo, incorporándose.
Dejarlo en pausa no lo había afectado tanto como deseó.

Recordó que en su peculiar trabajo, siendo un estudioso de los animales, estar no solo horas, sino días y hasta meses, era algo común. Se quiso poner con Sansón a las patadas, hubiera dicho su padre. Se insultó por no recordar ese pequeño detalle. Hizo una mueca.

—¿Buenas? —repitió con sorna y soltó la rienda de Cuco para bajarse— Andele pa' su cama —le palmeó el cuello con afecto—. Orita lo alcanzo.

Ian vió al animal encaminándose a algún lugar detrás de la casa.

—Carolina... —iba a acercarsele, mas se detuvo al percibir su olor—. ¡Por Dios! ¿A qué hueles? —arrugó la cara.

—Po's a mierda de marrano ¿qué otra cosa? —respondió remembrando su aterrizaje en el corral, cuando probó la firmeza de los barrotes que lo conformaban. No estaban tan firmes.

—¿Estás segura? —inquirió con desconfianza.

—Ay si, que delicado me salió —replicó cruzándose de brazos —. Po's no que anda entre animales —alegó soltando de inmediato el nudo de sus brazos.

—Tu hueles a algo más —a pesar de la peste no pudo evitar acercarse.

Carolina recordó su periodo.
No podía ser éso, apenas empezó la noche anterior y una hora atrás se cambió. Levantó un brazo y tampoco, aunque si le olían mal las axilas. Arrugó la nariz.
Se miró los zapatos y allí encontró su respuesta.

—Más caca...

Se dobló para oler y recibió un golpe en la nariz.

—Y no es de animal —señaló Ian mirando con atención lo que había por fuera de la gruesa suela de sus botas.

Carolina soltó todas las maldiciones que conocía e Ian empezó a contarlas con los dedos. Paró cuando ella empezó a hacer arcadas.

Se rió divertido. Luego contuvo la risa, cuando la chica lo miró molesta y con la cara roja. Enseguida, la vió buscar en el bolsillo de su pantalón.

—Métase a la casa, luego lo alcanzo —dijo urgando en el fondo de la bolsa.

Halló las llaves y se las lanzó. Ian las recibió contra su pecho. Ese lanzamiento de tan cerca, llevaba mas fuerza que el común de las mujeres tenía y lo sorprendió gratamente. Iba a ser una digna contrincante, en caso de llegar a los golpes, pensó sin perder el sentido del humor. Con razón le rompió la nariz al pelirrojo. ¿Así de intensa sería en la cama? Se preguntó. Se puso serio. Últimamente estaba muy interesado en la intimidad con Carolina.

Miró las llaves, las llaves de su casa, de su mundo. Las apretó y exhaló con fuerza.
Esa chica le removía emociones muy contradictorias. Era una pena que le gustaran las mujeres, pensó decepcionado.

Arrugó la frente.
Ya basta Ian, viniste por Magui, por la mujer perfecta que quieres en tu vida. No por ella.

La miró dejarse caer en el suelo con descuido y empezó a quitarse los zapatos, asqueada.

¿QUÉ HARÍAS POR AMOR?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora