Capítulo 1

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Despertar con el sonido de mi alarma era mi idea inicial, pero lo que me despierta son los gritos de mi madre desde la sala.

Me las arreglo para ponerme de pie con mucho sueño, ni siquiera me tomo el gusto de ver la hora, solo llego a ponerme los zapatos porque los gritos de mi madre enfadada no cesan.

–¿Ya vas a empezar? —le digo con amargura al momento de verla sentada en el sofá con los brazos cruzados.

–No hay café y tampoco hay dinero para comprar más —me mira con rabia. –Si yo no te levanto tú ni si quiera eres consciente de ir a buscar trabajo.

–Puse mi alarma, dormí no sé... —veo la hora en el reloj de la pared y son las siete de la mañana. –¡Cuatro horas! Eso es lo que he dormido.

–Lo único que has hecho últimamente es llegar tarde y no es mi culpa que duermas muy poco.

–Me la pasé buscando empleo en línea en casa de Sam, por lo menos yo si intento algo.

–¿Estás insinuando que yo no hago nada? -arruga la frente.

–No -cruzo los brazos sobre mi pecho. –Te confirmo que tú no haces nada, lo único en lo que te enfocas es en criticar mi vida, andar con el celular hasta no sé que hora. Sales sin decirme a donde, ni con quién, ¿y yo soy la mala?

–Eso no es de tu incumbencia —se pone de pié. –Yo no tengo porqué darte explicaciones sobre lo que hago con mi vida.

–Fíjate que yo tampoco —me burlo con un toque de ironía. –Soy mayor y yo hago lo posible por conseguir un empleo. No me conformo con la miserable pensión de viudez que recibes cada mes.

No me responde, sabe que tengo toda la razón y se va a su habitación. Cada vez que discutimos por lo mismo, yo gano.

Me recuesto en mi cama por unos minutos más hasta que suene mi alarma a las ocho de la mañana, mi mejor amigo Samuel se va a estudiar y me deja usar su computadora para buscar empleo.

Suena la alarma, me doy una ducha corta y me visto como de costumbre; cualquier camiseta negra que encuentre primero, jeans oscuros y chaqueta negra de cuero por el frío del invierno y un par de zapatillas negras. Uso una coleta desordenada y máscara de pestañas. Esa es mi rutina diaria en las mañanas.

Salgo de mi habitación por un poco de jugo, gracias al escándalo que hizo mi madre, me enteré que ya no hay más café. Me sirvo mi jugo en un vaso y mientras lo bebo, escucho los pasos de mi madre acercarse a la cocina.

–¿Otra vez usas ese espantoso color? —me mira de pies a cabeza –¿Llegas tarde y te vas tan temprano?

—Es el único color de ropa que tengo, pensé que ya te habías acostumbrado con el tiempo.

–Siempre te empeñas en ponerme de mal humor. ¿A donde crees que vas tan temprano?

–Te dije que no tengo que darte explicaciones, pero te lo diré —dejo el vaso en el lavaplatos –Haré lo de siempre, buscar empleo, cosa que tú no haces. Además, hiciste que me levante a las siete de la mañana, por tu capricho de no ir a comprar café.

–Te dije que no hay dinero y quería que tú vayas a comprar -se cruza de brazos.

–No soy tu empleada. Cuando recibes una llamada, no dudas y te vas a quién sabe donde.

–Eso no es de tu incumbencia —mira hacia cualquier lugar menos a mi.

–Como sea, yo me largo.

Sin esperar respuesta, salgo de la cocina pasando por su lado mientras ella me sigue con la mirada.

Siempre es lo mismo y ya estoy harta de todo esto. Antes de la muerte de mi padre todo era distinto, él llegaba tarde del trabajo, pero siempre se pasaba por mi habitación para saber si había cenado o si me sentía bien. Los fines de semana nos la pasábamos viendo mucho fútbol y estábamos pendientes de los resultados. Las noches de domingo siempre cenábamos alguna clase de comida rápida o lo que yo quisiera. Debo admitir que no teníamos una vida de lujos, pero eso no importaba, mi padre siempre estuvo ahí para mi. Cuando me sentía mal, salía a altas horas de la madrugada a comprar medicinas.

Mi madre siempre fue distante, se mantenía al margen del mundo "padre e hija". Siempre fue así y nunca lo entendí, nunca fue tan cercana a mi como yo lo era con mi padre. No podía pasar ni cinco minutos hablando con ella porque siempre recibía una llamada o un mensaje, haciendo que me ignore por completo.

Ahora solo me trata como si fuera cualquier cosa, sale desde temprano y regresa muy tarde. Tengo la suerte de que sea de las personas que no beben ni una gota de alcohol, nunca le ha gustado. Siempre decía «Si bebo, me perderé toda la diversión o peor aún, no lo recordaré al día siguiente». Sino tendría que esperar a que venga de cualquier fiesta completamente ebria.

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