Capítulo 2

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Me apresuro para llegar a casa de mi mejor amigo antes de que se vaya a estudiar y no pueda entrar a su casa.

Él vive a cinco calles, en el quinto piso de un lindo edificio. Tengo que ir a diario a su casa para usar su computador e Internet. La pensión que recibe mi madre, se la gasta en salir o comprarse algo para ella, no le interesa si me quedo sin comer. Por suerte aún tengo un poco de dinero ahorrado de mi último trabajo que tuve hace un par de semanas.

Saludo al portero como de costumbre y camino pasando los ascensores, llegando hasta las escaleras. Puede que sean cinco pisos, pero ni de chiste me subo a un maldito ascensor y esperar a que me de un ataque de pánico.

Subo los cinco pisos, llegando al último sin nada de aliento.

–Por fin llegas —me recibe mi mejor amigo Sam. –Te estaba esperando. Te conseguí un trabajo y deberías usar el ascensor de una buena vez.

–¿En serio? —sonrío y lo miro de pies a cabeza, aun lleva pijama –y ni de chiste, ya lo hablamos.

–Si, en la biblioteca de mi universidad -se sienta en el sofá y me hace ademán de que me siente junto a él. –Quizá el trabajo no es el mejor.

–Espera —lo detengo –¿Por qué sigues en pijama?

–Hoy entro a estudiar en la tarde y sabia que llegarías a esta hora. —se ríe –Además, mientras tomas un desayuno decente, yo me daré una ducha y me alistare para llevarte a conocer tu nuevo trabajo.

–Ya desayuné —me encojo de hombros.

–A ver, adivino —pone una mano en su barbilla. –De seguro tomaste solo una taza de café, tal vez un vaso de yogurt o de jugo.

–Está bien —me rindo. –Solo tomé un vaso de jugo.

–Bueno, ahora anda a la cocina y prepárate lo que gustes —se pone de pie. –Iré a alistarme porque te pones muy antipática cuando me demoro.

Se va sin esperar respuesta y yo me río por lo que dijo. Le hago caso y me preparo un buen desayuno, después de dejar todo limpio y ordenado, me siento en el sofá para esperar a Sam.

–Ya estoy listo —aparece en la sala vestido del típico chico rompe corazones y con una mochila colgada en su hombro derecho. –Vamos a que conozcas tu nuevo trabajo.

Bajamos por las escaleras, como siempre tuve que evitar que Sam me obligue a usar el ascensor. Subimos a su auto y tardamos menos de 20 minutos en llegar. Nunca había venido a la universidad de mi amigo y debo admitir que me gusta más que la universidad en la que yo estaba, es una lástima que solo haya estudiado un año.

Me lleva directo a la biblioteca y nos encontramos con una señora de unos 50 años, nos atiende amablemente y me da las indicaciones necesarias para empezar a trabajar este mismo día.

–Bien, Blake —la señora Clarisse, me da una pequeña hoja. –Aquí está el horario, dentro de una hora llega tu compañero de trabajo, empiezan a las 11.

Genial, no tengo que hacer todo esto sola.

–Muchas gracias —sostengo la hoja y verifico mi horario asignado esta semana.

–Bueno, Blake —Sam me habla– Debo ir a hacer un par de cosas, te dejo.

–Está bien, te veo al rato —me despido de él con un beso en la mejilla.

–Si deseas puedes ir a explorar nuestra pequeña biblioteca, elegir algún libro y leer un poco -me sonríe la señora Clarisse– Por ahora no hay mucho que hacer, mañana llega una entrega con nuevos libros —mira su agenda— Este lugar solo se llena cuando están en exámenes finales, para eso falta mucho.

Camina hacia el mostrador, se sirve un café y se sienta en una de las sillas que hay ahí. Supongo que tomaré su lugar cuando me toque empezar.

Decido aceptar la sugerencia que me dio y explorar la biblioteca, no es tan pequeña, hay muchos estantes formando varios pasillos. En el centro hay muchas mesas y pequeños sofás en donde puedes leer plácidamente un fabuloso libro.

Pasa una hora y voy hacia el mostrador a tomar mi turno, llego junto a un chico un poco más alto que yo, cabello castaño, ojos café oscuro y con una chaqueta de mezclilla.

–Bien, Alex —habla la señora Clarisse— Ella es tu compañera Blake. —se despide y se va dejándonos a Alex y a mi detrás del mostrador.

—Hola, ¿Eres nueva? nunca te había visto. -Me habla Alex con mucha amabilidad.

—Hola —me quedo callada, esto de socializar no es lo mío, pero continuo—No, Yo no estudio aquí, solo conseguí el trabajo con ayuda de un amigo. 

—Genial, ¿En donde estudias entonces? —se quita la chaqueta y se sienta en unas de las bancas. Tiene tatuajes, no tan grandes y exagerados, me gustan.

—Por el momento no estoy estudiando, solo puedo trabajar —no sé qué más decir, no me gusta curiosear en la vida de los demás, tampoco hablar de la mía.

Llega el inevitable silencio incomodo, él atiende a unas cuantas personas, mientras me explica como debo hacerlo. Es un buen tipo, le gusta hablar de cualquier cosa y cuando menos te lo esperas, dice cualquier tontería que te hace reír. 

—Se supone que esto es una biblioteca y no debo reírme tanto —digo al mismo tiempo que me agarro el abdomen, me duele de tanto reírme. 

—¿Qué importa? —se une a mi risa— nadie se ha quejado y lo pasamos genial. 

Hablamos un poco más, atendemos a unos cuantos chicos, la señora Clarisse tenia razón, esto no se llena hasta que están en exámenes.

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