Capítulo 49

56 14 3
                                    


La conversación con Meredith cambia el rumbo y hablamos sobre cualquier cosa que no tenga que ver con secuestros o parejas. Si bien me sentía mal por guardar el secreto con Darren, ahora ya no siento tanta culpa.

Cuando Sam y yo teníamos 16 años, prometimos no salir con nadie de nuestro círculo, en especial... Tengo prohibido salir con Darren y para igualar la situación, le dije que él no podía salir con Meredith. Fue una promesa justa, a mi no me importaba si en algún momento se involucraban, pero él siempre insistía en que yo no pasara mucho tiempo con Darren. Sam y yo, como mejores amigos, prometimos no salir con el mejor amigo del otro. Que estupidez ¿no?

Mamá nos llama desde el comedor avisándonos que la cena estaba lista. Cenamos solo papá, mamá, Meredith y yo. Lorena regresó a casa junto con Stephen, vienen de visita, pero ya no es lo mismo. Papá se ofrece a acompañar a Meredith a casa y yo me uno. Mamá se quedó en casa viendo su telenovela preferida. En el camino de regreso, papá me ofrece pasar por un bar cerca de casa. Fue muy extraño, pero accedí.

—Es extraño compartir una cerveza con tu hija —sonríe— te he extrañado muchísimo.

—Y yo a ti —miro mi cerveza sin haberla probado, él ya va por la mitad de la suya— debo admitir que no solo es extraño estar aquí, también es extraño que estés en nuestras vidas otra vez.

—Lo sé y lamento mucho por todo lo que han pasado —le da un sorbo a su bebida— cuando me enteré lo de Jackson, lo único que quería era venir y matarlo con mis propias manos, pero no me lo permitieron.

—No fue tu culpa —me encojo de hombros— hiciste lo necesario para mantenernos a salvo. Destruimos una mafia de trata de personas, se siente bien saber que fuimos parte de algo tan grande.

—Estuve al tanto sobre todo lo que hacías —eso me toma por sorpresa— todo antes de irme, el negocio con las armas y las salidas sin permiso. Sabía que podrías cuidar de ti y tu madre si algo ocurría. Gracias a ti ella está viva.

—Claro, solo tuve que dejar inválido a alguien —me burlo, toco la botella de cerveza, pero no la llevo a mi boca— he intentado no volver a dispararle a nadie, pero fue inevitable.

—Hiciste todo lo necesario para proteger a tu mamá y estoy orgulloso —sonríe— orgulloso y agradecido de tener a una hija tan valiente.

—Y yo te agradezco por confiar en mi —suspiro— por un momento creí que no podría, con tu partida y la discordia con mi madre, que de la noche a la mañana se convierte en desesperación de no poder ayudarla como quisiera. No entiendo cómo pudiste lidiar con todo eso y ocultarmelo.

—Era la decisión de tu madre y debía respetarla —saca un paquete de cigarros y busca su encendedor en cada bolsillo sin éxito— disculpa, no encuentro el..

—¿Te refieres a esto? —saco el encendedor de mi bolsillo— siempre lo llevaba conmigo y ahora te lo devuelvo.

—Creí que lo había perdido —enciende su cigarro— no sabía que tú lo tenías.

—Lo llevaba a todos lados, fumaba como si la vida dependiera de ello —muevo la cerveza sin despegarla de la mesa— hace unas semanas empecé a disminuirlo, ahora solo fumo de vez en cuando.

—Tampoco bebes tanto como creí recordar —mira mi cerveza intacta.

—Fumaba por el simple hecho de creer que con eso te mantenía cerca, tu recuerdo me dolía demasiado y bebía con la estúpida idea de querer olvidar todo. Las resacas me hacían pensar más en el insoportable dolor de cabeza y no en el vacío que sentía por dentro —me mira con mucha atención, es extraño decirle todas estas cosas— como mi escritor favorito dijo en uno de sus libros: La mente era una pizarra. La bebida, el borrador. Al irse la resaca, regresaba la marea de sentimientos. A diferencia de Danny Torrance, yo no tengo poderes.

—Lo entiendo perfectamente, hija —posa una de sus manos sobre mi hombro— no puedo imaginar lo mal lo has pasado, prometo que de ahora en adelante no habrá secretos. Me tendrás aquí y ahora sabes que siempre has contado con el apoyo de tu madre.

—Sí, es reconfortante poder contarle lo que sea y ella estará siempre para aconsejarme —por fin le doy un sorbo a la cerveza— a pesar de todo, agradezco mucho el tener una bellísima relación madre e hija, la cuál nunca creí que tendría. Gracias por traerme aquí, papá.

—Vendremos cuando gustes —me sonríe— muchas gracias hija mía, por todo.

Me da un largo abrazo, el que termina sacándome unas cuantas lágrimas. No me había sentido tan bien hasta ahora.

Salimos del lugar al terminar mi primera y única cerveza, mamá estaba feliz de recibirnos. Ella sabía que papá y yo hablaríamos y estaba contenta de tenernos devuelta. Me sentí afortunada en ese momento y ver la sonrisa de mi madre es reconfortante.

A la mañana siguiente todo sigue sintiéndose bien, Darren llega después del almuerzo a contarme que ha ido a terapia junto a su padre, me alegra saber que la vida le sonríe a él también. Me dijo que estuvo a punto de irse de casa, pero afortunadamente no lo hizo. Su padre y él tienen un largo camino por recorrer, pero están yendo muy bien.

Me causó gracia que papá tratara de intimidar a Darren al volver del trabajo. Vimos un par de películas y luego estuvimos escuchando música recostados en el sofá, resulta que ahora no puedo meter chicos a mi habitación.

Los días transcurren con normalidad, las visitas al psicólogo son muy buenas y se siente bien poder hablar abiertamente sobre tus sentimientos. Mamá ha mejorado bastante y con su avance, me hace sentir cada vez más tranquila.

El viernes por la tarde Darren pasa por mi casa sin avisar, solo con la idea de ir a caminar, acepté de inmediato. Mis padres tenían sus propios planes.

Veinte minutos después, estábamos en la playa. A la cual siempre venia cuando necesitaba estar sola y simplemente pensar en lo mal que iba todo.

—¿Todo bien? —le pregunto cuando se queda un momento en silencio después de mucha risa.

—Sí, es solo que estoy disfrutando mucho este momento con alguien que me comprende. No juzga y siempre tiene algo gracioso que decir —me da un beso en la frente.

—Esa persona eres tú para mí —me encojo de hombros— me has apoyado y escuchado todos mis dilemas.

Me rodea con sus brazos y nos quedamos en silencio disfrutando del otro. A veces solo necesitas eso, pequeños detalles para sentirte bien.

De regreso a casa, estábamos de la mano, riendo de alguna broma sin sentido. Pero toda la gracia se acaba cuando escucho la voz de Sam a mis espaldas.

—¡No puedo creerlo, Blake!

--------------------

RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora