Capítulo 7

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Hace mucho no lloraba, prometí no hacerlo y ahora siento que todo me afecta.

—¿Hija estás bien? —me mira buscando algo mal en mi.

—No, no me siento bien —vuelvo a abrazarla.

Paso el resto de la noche con ella, es muy extraño para mi experimentar esto. De niña cuando lloraba ella estaba ahí, pero desde que pasé la pubertad ya no más, no de esta forma. Siempre fue primero el trabajo, la vida social y muchas diferencias que creamos con el tiempo.

Al día siguiente todo vuelve a la normalidad, es como si nada hubiera pasado. Vuelve la indiferencia y se va sin decirme nada.

Llego al trabajo y por suerte no hay mucha gente, estoy sirviendo un café dándole la espalda al mostrador cuando escucho una voz muy familiar.

—Hola, ¿Sabes si se encuentra una chica amargada, que odia a todo el mundo, pero tiene un buen corazón aunque no lo admita? -dice ella a mis espaldas.

—¡NO PUEDE SER! —doy media vuelta emocionada y corro hacia ella.

—Vaya, la última vez que te vi, odiabas los abrazos —me dice recibiéndome en sus brazos.

—No seas tonta, te he extrañado demasiado y un abrazo no me va a matar.

Meredith, la mejor amiga de infancia que pude tener. Se fue a estudiar al extranjero la carrera que más ama, había olvidado por completo que en estas fechas sale de vacaciones.

—Lamento haber olvidado tu llegada y no poder ir a recibirte —le digo apenas me alejo de sus brazos.

—Tranquila, entiendo todo el caos que debes estar pasando ahora —se encoje de hombros.

—¿Cómo supiste de este trabajo? No hablamos mucho.

—Sam me lo dijo y quise darte una sorpresa —me da una sonrisa avergonzada.

Ella y Sam siempre tuvieron muchos acercamientos, pero nunca llegaron a nada. No hubo beso, absolutamente nada, pero si hay muchas intenciones de por medio. Hacerme una idea de que mis dos mejores amigos salgan y que luego no funcione porque conozco a los dos por completo, me revuelve el estómago. Pero al fin y al cabo es la vida de ellos y prefiero no opinar al respecto.

—Salgo en un par de horas ¿crees que puedas esperarme?

—Claro, mientas me paseo por aquí y conozco al chico de allá —señala disimuladamente a Alex.

—No creo que logres mucho —le digo mientras camina hacia él.

Continuo con mi trabajo, muy tranquilo como todos los días. Me río cuando veo a Meredith intenta hablar con Alex cuando le pregunta algo que claramente ella sabe.

—Blake, ¿puedes anotarme estos libros por favor? —la voz de Darren me saca de mis pensamientos.

—Hola, está bien —veo cada libro y lo anoto en el computador.

—¿Por qué no fuiste a ver el partido anoche con nosotros en casa de Sam? —hace mucho no entabla conversación conmigo.

—Quería estar sola, pero luego me arrepentí de no ir —me encojo de hombros.

—Es muy probable que veamos el siguiente hoy en mi casa ¿te apuntas?

—Emm... Me encantaría, pero..

—¡Hola Darren! —ay no, lo que faltaba.

—Hola Meredith, justo le estaba diciendo a Blake que hoy veremos fútbol en mi casa, ¿vas con nosotros?

—¡Por supuesto! Hace poco he llegado a la ciudad y no me vendría nada mejor que pasarlo con mis amigos.

Mierda.

—Perfecto, nos vemos más tarde —se despide con esa sonrisa de "me salí con la mía".

—¿Qué? —dice ella al verme.

—Estaba inventando una excusa para no ir, pero llegas tú y la arruinas. 

—¡Anímate, tenemos que divertirnos! —sonríe— ya estoy aquí y no pienses que vas a estar con esa cara todo el día.

—Está bien —me encojo de hombros.

Al final fui con mis amigos, gracias a Meredith. No es que no quisiera ir, pero no suelo ser fan del fútbol desde que papá no está aquí y no lo disfruto como antes.

Y como lo imaginé, había mucha comida, gritos y celebraciones. Yo me sentía muy bien o eso es lo que pretendía mostrarle a los demás.

Acaba el partido y todos siguen conversando, yo me siento algo claustrofóbica y salgo al balcón a fumar un cigarrillo. La casa de Darren es muy linda y su padre estaba en el trabajo. Por suerte no vive tan lejos y podré irme sin ningún problema.

—Es el quinto —me dice Darren apoyando los brazos en el balcón, a mi lado.

—¿Disculpa?

—Es el quinto cigarrillo que te veo fumar. ¿Estás bien?

No, el partido me recuerda a mi papá. Fumar me lo recuerda aún más, porque él fumaba todos los días en mi casa. Y eso apesta.

—Sí, es solo un hábito que me relaja —respondo antes de darle otra calada.

—Entiendo, es solo que... Es demasiado.

—No en realidad —le ofrezco uno.

—No, gracias. No fumo y tú tampoco deberías hacerlo.

No le respondo, no se si sentirme incómoda o molesta. Tal vez tenga razón o no. Pero a mi nadie me dice qué es lo que tengo que hacer.

Pasan las horas y llega el momento de irme a casa. Sam insiste en llevarme, pero solo llegamos hasta su casa después de dejar a Meredith.

—¿Estas segura? —me dice mientras bajo del auto.

—Sí, quiero caminar un poco.

Me alejo del auto antes de recibir otra pregunta.

Al llegar a casa veo que las luces están apagadas, mamá está en casa porque sus llaves están en la mesa. Camino silenciosamente hasta mi cuarto cuando escucho un llanto ahogado.

¿Qué?

Me acerco a la habitación de mi mamá y la puerta está junta, el llanto viene de aquí.

—¿Mamá?

—¿Mamá?

Me acerco a ella, está cubierta de pies a cabeza con la sábanas.

—Mamá ¿Estás bien?

—Sí, ahora vete y déjame sola —me dice entre el llanto.

—No, no estas bien. —me siento en la cama— ¿Qué sucede?

—Te digo que estoy bien y que se me va a pasar. Déjame sola, por favor.

No deja de llorar. Me quedo ahí esperando una mejor respuesta o por lo menos que se calme y trate de explicarme lo que le pasó. Pero nada, solo se queda dormida.

Casi nunca la he visto en ese estado, solo se dejó ver mal en el funeral de mi padre, pero antes o después no la había visto así. Tal vez lo extraña tanto como yo.

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