Capítulo 16.

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Cuando puedo deshacerme, uno por uno, de toda la gente que se acerca a felicitarnos tanto a Mario como a mí, salgo en la misma dirección que Elías, aunque dado el tiempo que ha pasado creo que lo he perdido de vista; ya podría estar en cualquier parte del orfanato.

Sin embargo y para mi suerte, lo encuentro en mitad de las escaleras, imagino que yendo a su habitación.

— ¡Elías! — Lo llamo antes de que cruce el umbral del siguiente piso y, por lo tanto, no pueda subir tras él — ¿Podemos hablar un momento?

Se gira lentamente y me mira saltar de dos en dos las escaleras hasta llegar donde está.

— ¿Qué ocurre? — Pregunta frunciendo el ceño.

— Es sobre la actuación — Digo, intentando recobrar la respiración — Puedo imaginar que te ha gustado por la decisión que has tomado, pero... — Muerdo el labio inferior y me quedo callada. No tendría que haber acudido a él.

— Quieres saber porqué no te he dicho nada — Quiere sonreír pero parece que en el último momento se arrepiente, quedándose serio y llevando sus ojos verdes a otro lado — No tenía palabras cuando has terminado, Julieta.

— No sé si eso es bueno o malo — Arrugo la nariz desconcertada.

— Verás — Traga saliva y por fin, me mira. Agradezco que lo haga porque una especie de calma me invade — ¿Alguna vez has montado en una de esas atracciones que te suben hasta lo más alto y luego sin más te lanzan desde arriba a toda velocidad? — Mientras lo explica, se ayuda con gestos. Asiento lentamente, sigo sin entender lo que quiere decir — Bien, pues una vez que has caído en picado a tantísimos metros y te encuentras en tierra firme, hasta parece que te falta la respiración. No hay reacción que aparezca en ese momento.

— Lo siento, debo estar algo espesa porque no comprendo lo que...

— Me ha pasado justo eso — Me interrumpe — Me faltaba el aire, Julieta. No tenía palabras, no sabía cómo reaccionar porque es la actuación más sorprendente que he visto en toda mi vida. No es que hayas aceptado el reto que puse, es que lo has superado... en el escenario estabas tan arriba como esa atracción de la que te he hablado, ¿entiendes ahora lo que quiero decir?

— Si, me parece que sí — Ahora a quien apenas le sale la voz es a mí. Sus recientes palabras me martillean en el pecho y mi corazón responde a ellas latiendo cada vez con más fuerza. — Gracias por esta oportunidad.

— No, gracias por dejarme disfrutar de lo que haces — Sus facciones se relajan hasta que parece el de siempre, ese que llevaba oculto toda la semana, sonríe, convenciéndome de que sí, de que no puede haber nadie en este planeta tan perfecto.

Se despide con la mano mientras, ahora sí, sube las escaleras a paso decidido y me deja plantada en medio de ellas. Con miedo a dar un paso y salir rodando hacia abajo.

Tenemos mañana uno de los primeros exámenes de final de trimestre pero, en esta situación, que alguien me diga cómo voy a poder estudiar. Primero voy a mi habitación para coger los libros y apuntes necesarios y después me dirijo a la biblioteca. Hay gente ocupando varias mesas, yo me siento en una junto a Fabio, que solo levanta la cabeza de su libro para saludarme, cuando está concentrado en algo no hay nada que hacer, así que me dispongo a hacer lo mismo.

Cuando intento memorizar el primer párrafo, Elías me viene a la cabeza, en el segundo intento, es Mario el que ocupa mis pensamientos, pienso que a la tercera irá la vencida, pero es entonces cuando las actuaciones próximas en el campeonato se agolpan en mi cabeza. Cierro el libro con furia y Fabio me mira por encima de los cristales de sus gafas.

— Te preguntaría si todo va bien — Dice — Pero dada tu reacción con ese libro, creo que me da un poco de miedo.

— Todo va bien — Me hace reír — Han elegido mi canción junto a la de Mario, el problema lo tiene Edgar, parece otro distinto desde que está con Irene.

— Dímelo a mí — Mueve la cabeza a ambos lados con desagrado — Parece que me han cambiado de compañero de habitación. La mayoría de noches viene y se acuesta sin decirme nada y... otras noches ni siquiera aparece.

— No imagino cómo debes sentirte — Contesto apenada, nunca se debe dejar a tu mejor amigo de lado — Cada vez confío menos en que vuelva a ser el que era...

— Ya — Chasquea la lengua — Y estando con Irene...

Asiento, entendiendo lo que quiere decir... y nos quedamos en silencio. Él vuelve a su libro como si nada, pero yo apoyo la cabeza entre los brazos sin una pizca de concentración, así que me acabo dando por vencida.

Me despido con la mano cuando me voy de la biblioteca sin haber estudiado absolutamente nada, no sé qué desastre de examen haré mañana, quizá intente esta noche quedarme con algo, aunque sea para poder responder a un par de preguntas.

A la hora de la cena, cuando llego al comedor, me sorprende a la vez que me alegra ver a Diana con Edgar.
Me acerco a ellos con una sonrisa.

— ¡Eh, chico perdido! — Me siento a su lado y, lo primero que hace es mirar hacia atrás, donde Irene está sentada con dos amigas — ¿Cómo estás después de lo de hoy?

— Si te digo la verdad... me esperaba no ser elegido. No tuve tiempo de preparar nada nuevo — Tuerce los labios.

— Puedes hacer lo que quieras, Edgar — Se pronuncia ahora Diana — Pero creo que te dejas llevar demasiado por ella, señala con la cabeza a Irene.

— No opines de lo que no sabes, ¿vale? — Su subida de tono nos deja sorprendidas.

— Oye, no te pongas así... — Intento tranquilizar la cosa, poniendo una mano en su brazo, que por supuesto retira como si le hubiera quemado o algo parecido — Somos tus amigas y todo lo que te digamos es por tu bien.

— Bien, pues dejad de meteros en mi vida y en lo que hago o dejo de hacer — Se levanta, echando la silla hacia atrás con la inercia y haciendo un ruido que llama la atención de varios — Cuando quiera vuestros consejos, acudiré a vosotras, hasta entonces dejadme en paz.

Miro a Diana atónita cuando se aleja de nosotros con un cabreo nunca visto en mi pacífico amigo hasta hoy. No es que haya cambiado, es que no hay ni lo más mínimo del que era antes en él ahora.

— Pero, ¿qué ha sido eso? — Pregunta Diana y, ante la confusión solo puedo encogerme de hombros.

Ambas miramos a la mesa de atrás, donde Edgar acude en busca de Irene, sin embargo, cuando llega a su altura, esta se levanta y lo encara. Él sonríe e intenta tocarla, pero ella lo aleja de un empujón en el pecho.
Al igual que nosotras, todos los presentes disfrutan del espectáculo, hasta que ella sale del comedor, con nuestro amigo pisándole los talones y rogándole que se detenga.

— ¿No crees que deberíamos hacer algo? — Miro de nuevo a mi amiga, preocupada.

— ¿No has oído lo que acaba de decir? — Puedo ver cómo aprieta con fuerza la mandíbula — Él sabrá lo que hace, Juli. Quizá cuando vea todo lo que está haciendo vuelva arrepentido, me da igual. No pienso aguantar al estúpido en el que se ha convertido.

— Creo que... tienes razón — Susurro, entristecida por la situación. — Debemos dejarle tomar sus propias decisiones.

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¡¡Hoooola!!

Bueno, bueno... pues aquí os dejo una bonita escena, ¿qué os parecen las palabras de Elías?

Y ahora otra cosa... ¿quién proponéis como reparto del libro?

¡¡Os leo!! 

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora