Capitulo 31.

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Parece costumbre eso de que él llegue antes que yo a nuestra especie de cita que se repite con cada vez más frecuencia y, a decir verdad, cada vez se alarga más. La última noche ya pasaban las doce cuando decidimos que era hora de irnos, aunque eso sí, al menos yo no tenía ningunas ganas de separarme de él por mucho que el sueño pudiese conmigo en ese momento.

No le digo nada mientras me acerco, está recostado, dejando todo su peso sobre un brazo... y bueno, no hay nada más que decir, solo que es perfecto.

— Bienvenida a nuestro sitio secreto de encuentros — Dice, mirándome desde abajo.

— Eso suena muy bien — Sonrío, sentándome a su lado, casi pegada, y dándome igual eso de guardar las distancias. — ¿Cómo estás?

— Ahora... bien — Mira al cielo, respirando profundo — Iba a mandarte una nota para que acudieras aquí, pero hoy te has adelantado. Este es el mejor momento del día.

— Lo mismo digo... — Lo observo frunciendo el ceño, ¿ahora bien? Seguro que detrás de eso esconde algo — Imagino que habrá sido un día duro, por eso de pensar en las canciones y tener que empezar con ellas.

— Trabajar con vosotros es muy fácil, Julieta — Ladea la cabeza, mirándome a los ojos — Se trata de mi vida personal, cada vez es más complicado lidiar con eso, todo parece ponerse más difícil por momentos. Y creo que tienes razón, que no debo precipitarme... no estoy preparado para casarme y menos con una persona con la que las cosas no funcionan.

— ¿Qué harás entonces? — Pregunto, intentando controlarme. Estoy ansiosa por saber.

— Supongo que algo que... me costará mucho — Suspira — Tengo que terminar con ella cuanto antes y dejar de hacernos daño.

— Lo siento mucho Elías — Por segunda vez en poco tiempo dejo mi mano en el aire antes de que se produzca el contacto con su brazo. Me apena verlo así y no tengo ni idea de cómo hacerle sentir mejor.

Mira mi mano, ahí colgando como si yo fuera una estúpida, pero él esconde una sonrisa traviesa y disimula.

— No incumples ninguna norma con eso, ¿sabes? — Ahora sí, no puede evitarlo y sonríe, y yo tengo que bajar la cabeza avergonzada — Animarme no es algo que tengas que evitar.

— Ya bueno, no quería... — Murmuro, aclarándome la garganta y pidiéndole a la tierra que me trague o algo así, tengo que cambiar de tema cuanto antes — Veo que has añadido la canción al repertorio.

— ¿Cómo no hacerlo? — Ahora es su mano la que avanza hasta coger mi mano, mis ojos miran más abiertos de lo que nunca han podido estar — Muero por verte cantarla, Julieta.

***

A hurtadillas cual ladrón robando una casa, entro en el orfanato pasada la medianoche, a oscuras y pisando con cuidado cada escalera para no caerme de bruces, todo está en silencio salvo los crujidos de la madera que se producen bajo mis pisadas. Elías se ha quedado en el bosque, pasará más tarde para que nadie pueda verlo y quizá relacionar que estábamos juntos, no a estas horas.

— ¿Julieta? — La voz de Lola, la dueña del orfanato, me hiela, como si me hubiera caído una jarra de agua fría por encima — ¿Qué haces a estas horas despierta y por aquí?

— He bajado a por un vaso de agua — Miento mal, lo sé. Y ahora más, porque subo sin vaso, sin agua, y vestida con el uniforme y no con el pijama.

— Entonces... — Empiezo a acostumbrarme a la oscuridad y puedo ver que entorna los ojos — Aunque me quede aquí estoy segura de que no entrará escondido entre las sombras algún compañero de clase con el que has estado, ¿verdad?

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora