Capítulo 49.

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La canción con Edgar suena preciosa, lo intuyo cuando estamos cantándola y la gente me convence cuando estalla en aplausos una vez que hemos acabado. La química que tenemos se ve por todos lados y es reconocida. Salimos agradeciendo todo el apoyo, pero tan solo tengo unos segundos de respiro porque Mario ya está preparado, ahora con quien salgo al escenario es con él, los segundos antes de que comience la canción me sirven para ver que Lola charla con gente a la que no conozco, incluso algunos señalan hacia donde estamos.

— ¿Preparada? — Mario se acerca a mi oído para susurrarme, enseguida vuelvo a centrarme.

— Siempre — Asiento, con una sonrisa.

Me siento más cómoda cantando con Edgar, por amistad y por todo lo demás, pero con Mario sale bastante bien, logra no equivocarse siguiendo los consejos de Elías y al final sacamos la canción.

Ahora sí, ha llegado el momento cumbre, el momento de mayor desafío para mí y en el que me juego y nos jugamos todo, si lo hago bien quizá nos clasifiquemos, si no, seremos de los diez grupos eliminados hoy. Ya no es que esté nerviosa, pero me siento presionada, como si tuviera un peso que arrastrar, y ese peso es la clasificación de todos mis compañeros, su confianza, su aliento... y también de Elías.

— Solo hazlo como sabes — Elías se acerca a mí, aunque apenas tenemos un minuto mientras preparan el piano. Me ofrece una botella de agua y bebo un solo sorbo, solo para mantener la garganta hidratada — No tienes que demostrar nada porque ya lo has hecho, todo lo que tienes que hacer es disfrutar.

— Gracias Elías — Le devuelvo la botella de agua, tras él todos los demás me animan — Gracias a todos.

Respiro hondo, muchas veces mientras con paso lento salgo de nuevo. Esto es grande, pero ahora que estoy sola lo parece mucho más. El piano negro de cola ya me espera en medio del escenario y llego hasta él, rozando las yemas de mis dedos en la tapa a mi paso, hasta sentarme.

Pongo ambas manos ahora sobre las teclas, trago saliva y decido cerrar los ojos para cantar. Cuando pulso y suenan las primeras notas, imagino a Elías...

[Just like I predicted,

We're at the point of no return...]

Junto a esa frase, Elías y yo en uno de nuestros primeros recuerdos, cuando comenzamos a conocernos el uno al otro mientras disfrutábamos de la música, cuando pasaban las semanas y compartíamos cada vez más momentos juntos, cuando empecé a sentir cosas por él...

[You were willing but unable to give me anymore,

There's no way you're changing...]

Ahora me viene a la cabeza la noche de la última competición, donde conseguimos clasificarnos y nos reunimos él y yo solos en la sala de ensayo, en el que creo que fue nuestro punto de inflexión, donde era el momento de avanzar, de quedarse estancados o de retroceder.

Siento mis ojos arder, a pesar de estar cerrados. Alguna lágrima recorre mi mejilla pero no es el momento de parar, ni mucho menos, las dejo salir mientras canto con más sentimiento que nunca, mientras expreso cada cosa de la que hablo.

Con las últimos notas, la sola melodía del piano, abro los ojos y termino. Cuento tres segundos en silencio hasta que a mí alrededor suena el aplauso más fuerte que haya escuchado en toda mi vida. Ahora sí, seco mis lágrimas y me levanto tambaleando, para ponerme frente al público y agradecerles todo sin parar de sonreír. Todavía aplauden cuando salgo del escenario. Me veo envuelta en un gran abrazo de catorce personas, no escucho lo que cada uno dice porque es imposible, todos hablan a la vez.

Es una de esas veces que estás sin estar, que todo sucede a tu alrededor, pero no eres consciente de ello, al menos no por el momento. Recibo felicitaciones cuando el penúltimo grupo ya canta sobre el escenario. Necesito un respiro, algo de tranquilidad para asumir lo que acaba de pasar, pero aquí no lo tengo.

Me escabullo entre unos y otros, intentando pasar desapercibida y, al parecer lo consigo. Salgo a la entrada del hotel, bajando las escaleras y buscando cualquier sitio donde pueda sentarme. Un poco más lejos visualizo un parque, así que decido ir hacia uno de los bancos. Tras tanto tiempo en el orfanato, disfrutar de algo así al aire libre es un poco raro.

Respiro hondo, ahora sí asimilando todo. Sin saber lo que acabo de hacer, pero sí sabiendo que lo he sacado, que al menos eso ha salido bien, ahora solo queda esperar a que decida el jurado.

— ¿Estás más tranquila? — Elías, tan discreto como siempre que se acerca, se sienta a mi lado, mirándome.

— Sí, necesitaba despejarme unos minutos, pero ya está — Le sonrío, aunque todavía tengo un nudo en el estómago y los sentimientos a flor de piel.

— Lo sé, te veía agobiada — Me observa como si quisiera descubrir algo, incluso un par de veces tengo la impresión de que quiere preguntarme, pero al final, como siempre, no lo hace — Debemos volver dentro, van a decir los clasificados en unos minutos.

Asiento, levantándome después que él y siguiéndole de nuevo hacia el hotel. Me coge la mano durante unos segundos, sonriéndome a modo de ánimo, aunque puedo ver lo nervioso que está, al igual que yo.

NARRA ELÍAS

Estoy completamente desubicado. Desde que Julieta ha cantado como lo ha hecho, con esa fuerza, ese sentimiento, con ese desgarro... desde ese momento estoy sin palabras, descolocado. Le dejo unos minutos de respiro antes de ir a buscarla, pero soy incapaz de soltarle todo lo que me nace, me lo guardo como siempre. En vez de eso, le cojo la mano, como si así ella pudiera saber lo que estoy pensando, qué estupidez.

Junto con los otros diecinueve grupos que hoy han actuado, esperamos el veredicto del jurado ya en nuestros respectivos asientos. Confío en que pasaremos esta ronda, nuestra actuación ha gustado, y cuando ha salido Julieta ha dejado a todos boquiabiertos.

Como antes, un gran aplauso recoge al señor acompañado ahora por otro hombre y dos mujeres. Los cuatro se colocan en el medio y el primero comienza a hablar al micrófono.

Reina un gran silencio en todo el enorme espacio. El presentador explica que dirá la lista de los grupos eliminados, diez en total. Sin dilatarse, comienza. Cierro los ojos con fuerza, deseando con todas mis ganas que el nuestro no esté en esa lista.

Con los cinco primeros nombres, me obligo a abrirlos de nuevo, mirando de reojo a Julieta, que observa el escenario con la mirada perdida, está tan nerviosa como todos, incluso puedo intuir que más, ya que el gran final ha sido protagonizado por ella.

Tres, dos, uno... termina la lista de coros eliminados y no hemos sido uno de ellos, una gran tranquilidad me golpea ahora el estómago, por fin. Enseguida van saliendo todos los grupos que quedan fuera, el auditorio se queda mucho más vacío, ahora solo ocupado por los coros clasificados, nosotros entre ellos.

De repente todo parece desaparecer a mí alrededor, todo menos ella, a la que busco con la mirada. Compruebo que está entre un grupo de compañeros pero decido que me da igual, esta vez sí. Voy hasta donde está, enseguida mira por encima del hombro y me encuentra, se le iluminan los ojos y lo último que veo es que muerde su labio inferior antes de recibirme.

Rodeo su cintura con mis brazos para levantar sus pies del suelo, consciente de que todos nos están viendo pero orgulloso cuando escucho uno de mis sonidos preferidos en el mundo: su risa. Ríe a carcajadas y yo, contagiado de su alegría, también acabo haciéndolo. 

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora