Capítulo 32.

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Doy saltitos llegando a mi habitación, prometo que no lo hago aposta, pero mi cuerpo parece levitar, como si la alegría me cogiera por ambos brazos y me hiciera flotar por encima del suelo. Mil veces me he preguntado, ¿estoy enamorada? ¿Qué significa exactamente estar enamorada? Ahora lo sé, Elías, quizá sin pretenderlo, me lo ha enseñado.

Diana está despierta y me espera sobre su cama, leyendo una revista. La deja en cuanto cruzo la puerta.

— Tengo que hablar contigo — Es lo primero que dice, no se anda con rodeos... ella es siempre así.

— Habla, te escucho — Me siento en su cama, poniendo las piernas sobre las suyas.

— ¿Tienes idea de dónde te estás metiendo con Elías? — Pregunta — A ver, sé que son cosas que no se pueden evitar y no te voy a reprochar nada en absoluto, pero Juli, es tu profesor y parece que lo has olvidado.

— Diana... esta conversación ya la hemos tenido — Arrugo la nariz extrañada.

— Si, antes de ver lo que he visto esta tarde en el ensayo, cuando pensaba que las cosas eran distintas entre vosotros. — Sigo sin entender nada así que me mantengo en silencio para que sea ella la que hable y se explique — Yo pensaba que lo vuestro trataba de que tú estabas colada por él y ya está, la cosa se quedaba ahí... pero, ¡venga ya! Me he quedado atontada cuando he visto hoy a Elías contigo.

— ¿Te refieres a cuando se ha acercado a mí? — Quiero saber. Sabía que ella estaba atenta a todo y no me equivocaba.

— Si claro, eso también — Dice rápidamente — Pero es un conjunto de cosas. Por ejemplo, estaba con nosotros, explicándonos cómo tocar esto y cómo tocar lo otro y, sin embargo, su atención se iba a ti todo el rato, Juli. Te miraba como si...

— Venga, Diana, no me dejes así — Me inquieto, removiéndola. Dicen que las cosas desde fuera se ven mucho mejor.

— Como si sintiera lo mismo que tú — Murmura — Como si no pudiera evitar saber que estás ahí. Y no quiero que con esto te hagas ilusiones ni mucho menos, sigo pensando exactamente lo mismo que antes, que lo vuestro es una locura.

— Las ilusiones ya las tengo, y no van a disminuir o aumentar — El corazón me late a mil por hora, Elías siente cosas por mí, quizá no solo sea mi imaginación — Pero es que me da igual eso, Diana.

— ¿Eres consciente de que quizá estés corriendo a toda velocidad hacia un muro? — Sé que solo se preocupa, y la entiendo porque es mi mejor amiga y porque yo haría justo lo que ella está haciendo conmigo.

— Sí, pero no me importa si el día de mañana me doy de bruces contra el muro porque me he equivocado y Elías no siente nada — Suspiro, deseando que no sea así — Ahora soy feliz, Elías es capaz de hacerme más feliz de lo que nunca podría pensar que podría ser. Y no se esfuerza por hacerlo porque no hace falta.

***

A veces pienso que solo me precipito. Elías es como un amigo ahora mismo y, aunque yo sienta cosas, casi he dado por sentado que él también las siente cuando quizá no sea así, cuando puede ser simplemente lo que dice, que está a gusto conmigo, que se siente bien cuando estamos juntos, pero eso también me sucede con alguien como Edgar o Fabio.

Después de cenar me dirijo a la sala de ensayo, tal y como ha dicho Elías, nadie va a sospechar de verme ahí ya que, prácticamente, es la sala donde más horas del día paso. No es nada raro.

Me extraño cuando al llegar no le veo todavía, siempre es puntual, pero faltan unos minutos, así que deambulo por el escenario, pasando mis dedos por los instrumentos hasta que veo una hoja de papel doblada sobre la tapa del piano. La cojo con cuidado, la desdoblo comprobando que es la letra de Elías, y leo.

No sabes cuánto siento no poder estar esta noche ahí contigo.
Tenía que solucionar problemas y sé que tiene que ser cuanto antes, pues hay algunas cosas que no pueden esperar, como esta.
Todo va a cambiar, de hecho, ya está cambiando y me ha costado darme cuenta, pero quizá solo tenga que abrir los ojos y ser tan valiente como tú lo eres.
Te veo mañana y espero poder recompensarte por no estar sentado frente a ti ahora mismo.

—E.

No veo necesario seguir en la sala si Elías no va a poder venir. Sigo leyendo la nota una y otra vez sin poder entender muy bien lo que quiere decir, sobre todo si es bueno o malo.
Tengo claro que no está en el orfanato, que ha salido a solucionar algo que... supongo que tiene que ver con su novia, ¿terminará con ella, le pedirá matrimonio? La nota se puede interpretar de la manera que quieras y no sé todavía cómo hacerlo.

De repente, la hoja salta de entre mis manos como por arte de magia... la pena es que la magia no existe pero sí la gente desgraciada, al levantar la cabeza descubro a uno de los compañeros del orfanato, además de amigo de Mario, con mi nota entre sus manos. La lee con una sonrisa bobalicona de oreja a oreja.

— ¡Eh, mirad! — Exclama, alzando la nota para que todos la vean — Después de todo sí que es cierto que perdiste la apuesta, Mario, esta tía ya te ha reemplazado.

— ¡Dame eso! — Apretando los puños me acerco a él, roja de la rabia y también de la vergüenza porque esa gente esté leyendo algo de mi intimidad.

Una figura se acerca por detrás, no me había dado cuenta de que Mario también estaba ahí. Pone una mano en el hombro del que me ha quitado la hoja y este se da la vuelta.

— Dame eso — Dice entre dientes.

El otro, sin cerrar la boca y mofándose sin parar junto a otros dos o tres que se le han unido, se la da sin oponerse. Lo que me faltaba, además de engañarme y reírse en mi cara, ahora va a leer la nota...

— Toma, discúlpale — De nuevo doblada, me ofrece la hoja con gesto serio.

— Gracias... — Susurro, bajando la cabeza.

— Oye, Julieta — Me sujeta con suavidad por ambos brazos, lo que hace que todos los demás estallen en silbidos provocativos y palabras que decido no escuchar — Si es cierto y has conocido a alguien, me alegra mucho. No te merecías al Mario que conociste e imagino que ya es imposible que conozcas al de verdad.

— Las cosas se acaban olvidando, de verdad — Le sonrío, siento que ya no estoy tan enfadada con él — Y sí, tienes razón en que no estaría dispuesta a conocer a ningún Mario más, pero si lo que te preocupa es que no te perdone... tranquilo, ya lo he hecho.

— Tómate todo el tiempo que necesites — Sonríe ahora, sus amigos se han terminado aburriendo y nos han dejado de prestar atención — Pero algún día ojalá puedas darme la oportunidad de cantar de nuevo contigo.

— Quién sabe — Me encojo de hombros, alejándome — Nos vemos, Mario.

Se despide con la mano, con gesto triste. Siento lástima que no esté en el grupo. Sí, se qué se lo merece por lo que ha hecho, pero es una marioneta más del teatro que tiene Irene montado... a pesar de todo hasta creo que el Mario del que ha hablado hace unos minutos está ahí escondido queriendo salir, pero no es que lo ponga fácil precisamente.

Bostezo un par de veces, quería aguantar algo más de tiempo despierta por si Elías volvía, pero pasan las doce y no hay ni rastro de él... y mi inseguridad me dice que eso no es bueno, que está con su novia y quizá después de hablar con ella han cambiado las cosas y quiere intentarlo.

Decido irme a dormir, quizá mi famoso sueño me distraiga.

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¡¡Hoola!!

Pues aquí os dejo el capítulo de hoy, ¡espero que os guste!

¡Os leo!

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora