Tenemos el día del campeonato a la vuelta de la esquina, y es que mañana mismo viajaremos a la ciudad donde se celebra. Saldremos temprano ya que el viaje es algo largo y según nos ha dicho Lola, pasaremos la noche en el hotel, la vuelta sería peligrosa, pues habrá anochecido cuando termine el campeonato. Deja a cargo a los demás profesores de los muchos alumnos que se quedarán en el orfanato y, mientras tanto, Elías y ella misma viajarán con nosotros.
Si me cuesta dormir cualquier otra noche, esa no es muy diferente. Solo pienso en el campeonato, en si lo haré bien o mal, en si podré tocar el piano delante de tanta gente cuando de momento, solo lo he hecho frente a mis compañeros y Elías. Espero que él me dé la confianza necesaria, siempre lo hace.
Esa mañana de sábado tenemos que levantarnos cuando todavía no ha amanecido, ni siquiera suena el timbre porque solo somos catorce alumnos. Aproximadamente a las siete de la mañana, Lola va habitación por habitación llamándonos y haciendo que despertemos. Al final tiene que ser ella la que me ayude con Diana.
Nos duchamos en silencio, con el sueño instalado en cada una de nosotras, imagino que los chicos estarán igual. El comedor es enorme hoy, apenas ocupamos un par de mesas entre todos. Una hora después ya estamos montando en el autocar de camino a la ciudad.
Debido a la oscuridad acompañada de la tranquilidad, poco a poco todos estamos dormidos, hasta a mi comienza a entrarme un profundo sueño y ya que nos quedan horas de viaje, decido que lo mejor es descansar.
Solo despierto cuando noto un pequeño frenazo del autocar, me asomo por encima de los asientos que tengo por delante, pero veo que seguimos en la carretera, igualmente me siento más relajada y me desperezo. Diana duerme profundamente a mi lado así que me cambio a otro asiento vacío y me relajo mirando por la ventana. Unos minutos después siento como alguien se sienta a mi lado y, al principio creo que puede ser Edgar, incluso Mario, pero no, ahí está Elías, con muchos compañeros y hasta Lola en el autobús, él me acompaña.
— Buenos días dormilona — Me saluda, con una sonrisa preciosa, con sus ojos verdes iluminados por los pocos rayos de sol que entran por los grandes ventanales — ¿Cómo te encuentras? Tienes buena cara.
— Estoy bien — Digo, bajando la cabeza por lo que me produce que esté tan cerca — He descansado, ¿tú cómo estás?
— Tranquilo, pase lo que pase esta tarde, sé que lo haréis bien — Respira hondo, apoyando su cabeza en el respaldo del asiento — Me sentiré orgulloso de vosotros.
— No podríamos tener mejor profesor, te lo prometo — Aunque vuelvo a mirar el paisaje de fuera, sí siento su mano, posada sobre la mía. La deja ahí unos segundos, incluso me da un pequeño apretón antes de levantarse.
— Casi hemos llegado — Observa a un lado y a otro, comprobando que nadie ha visto su gesto afectivo hacia mí. — Te veo más tarde.
Asiento, guardándome al mismo tiempo todo tipo de sentimientos y emociones que me ha producido su contacto. No solo buenos, también estoy confusa porque haga ese tipo de cosas de vez en cuando, porque parecen salirle de forma natural, como si no pudiera o no quisiera controlarse.
La gente por fin comienza a despertarse, ahora todo lo que se escuchan son bostezos y algún que otro quejido, seguro que alguno de ellos es de mi mejor amiga, lo sé sin ni siquiera verla, ella querría haber dormido más.
Me levanto y avanzo a trompicones por el pasillo del autocar, que ya está aparcando y tengo que sujetarme hasta que se detiene finalmente. Estamos frente al edificio más enorme que he podido ver en toda mi vida, aunque sí es cierto que no he salido mucho del orfanato. De igual manera, ese hotel parece precioso, con paredes blancas y elegantes, con unas escaleras anchísimas que llevan a una puerta corredera de color plata. Bajamos nuestras respectivas maletas y poco a poco vamos subiendo, siguiendo siempre a Lola y Elías. Esta vez no estaremos solo unas horas aquí, ya que en este campeonato participarán unos veinte coros. Será un día largo que apenas está a punto de comenzar.
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El sueño de Julieta.
RomansaJulieta es una adolescente que toda su vida ha vivido en orfanatos, pero es la chica más feliz del mundo haciendo lo que más le gusta: cantar. Cada noche sueña con ello, con cantar junto a una persona que aparece cada noche en su mente, aunque todav...