Capítulo 42.

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Diana, como chica lista y mi mejor amiga que es, cuando ve que Elías y yo estamos demasiado tiempo abrazados, se une a nosotros de forma disimulada, haciendo que los demás hagan lo mismo, al final somos un grupo de quince personas hechos una piña mientras gritamos, exclamamos que hemos ganado y cosas parecidas, entre toda la multitud puedo sonreírle a Diana dándole las gracias, sé que debemos tener más cuidado pero era inevitable, quería hacerlo.

— Querida amiga, estás loca — Puedo escucharla decir.

— No, Diana — Sacudo la cabeza — Lo que estoy es enamorada.

Sé que Elías quizá nos esté escuchando, pero en un momento como este donde la adrenalina recorre cada parte de mi cuerpo, parece no importarme ni lo más mínimo lo que pase a mi alrededor, soy feliz, más de lo que nunca he podido ser, somos campeones del campeonato provincial y eso nos lleva al regional, donde habrá más grupos, más gente viéndonos... es un sueño que se va cumpliendo delante de mis ojos, como si no fuera real y en realidad sí lo es.

El resto del día pasa entre celebraciones, elogios y demás, pasamos un par de horas más en el hotel hasta la hora prevista en la que volveremos de nuevo al orfanato, después sé que habrá mucho trabajo por delante, pero ahora mismo solo podemos disfrutar de lo que nos está sucediendo.

Estamos a punto de subir al autobús cuando un señor desconocido llama mi atención, al principio dudo que sea a mí, pero cuando repite mi nombre un par de veces lo atiendo.

— Eres Julieta, ¿verdad? — Asiento confusa, mirándolo de cerca creo haberlo visto junto a Lola y demás directores de los orfanatos, entre el público, lo que sigo sin saber es porqué se dirige a mí. — Soy Juan Gutiérrez y pertenezco al consejo que organiza este tipo de concursos. Me gustaría haber tenido unos minutos más para hablar contigo, pero el tiempo corre... así que solo quiero ofrecerte un puesto en mi orfanato y así participar en el campeonato regional con nosotros.

— Disculpe, pero... mi grupo ya está en el campeonato — Sigo sin entender nada y solo quiero subir al autobús y que llegue esta noche para estar a solas con Elías.

— Por supuesto — Asiente, sonriente — Pero nuestro orfanato lleva clasificándose durante los últimos cuatro años, ganando dos de ellos.

— Agradezco todo esto, pero mi orfanato es el mejor y creo que podemos ganar este año — Me disculpo, alejándome de él.

— Respeto tu decisión, Julieta... igualmente seguiremos en contacto en un futuro próximo.

No sé lo que quiere decir pero me da igual, ya estoy subiendo las escaleras del autobús, donde me esperan todos, incluido Elías, que me mira con el ceño fruncido y Diana, que me coge la muñeca para llevarme a la parte de atrás, supongo que todos han visto que hablaba con ese hombre.

— ¿Qué ha sido eso? ¿Quién era? — Pregunta mi amiga, haciendo más presión de la que debería sobre mi brazo, acabo soltándome.

— Un tal Juan — Me encojo de hombros — Me ha ofrecido sitio en su orfanato, o algo así... no sé, Diana, ¿qué más da eso ahora? Lo importante es que hemos conseguido llegar al regional.

— Tienes razón — Muestra una sonrisa a medias — Quería asegurarme de que estarás hasta el final con nosotros.

— Hasta el final y donde sea, Diana... siempre.

***

El cansancio puede conmigo y mi cuerpo me lo dice cuando al bajar del autobús me cuesta dar tan solo dos pasos seguidos, mis piernas parece que pesan una tonelada y ni hablar de mis párpados, aun así estrujo en mis dedos la nota que Elías me ha dado unos minutos antes de llegar.

Tengo ganas de estar en el orfanato y verme contigo esta noche. Dime que sí. Te espero en la sala de ensayo.

-E.

No hace falta que le diga que sí, está más que claro que nada me haría perderme un encuentro con él. Mi sonrisa le ha confirmado que asistiré y ahí estoy unos minutos después de llegar, puntual como siempre. Él llega unos instantes después.

— Me parece que nunca voy a cansarme de verte aquí — Sonríe, cerrando la puerta a sus espaldas — Imagino que estarás pletórica por lo de hoy.

— Todo esto es un sueño increíble, Elías... — Susurro, suspirando.

— Soy de los que creen que hay sueños que pueden hacerse realidad — Se sienta al borde del escenario, dejando las piernas colgando, yo me siento justo a su lado, sin dejar espacio entre nosotros. — Este es uno de ellos, cada día vas cumpliendo con los objetivos, hasta conseguir llegar donde te propones.

— ¿Puedo contarte algo? — Pregunto con cautela. — Es una cosa que solo sabe Diana... que me sucede cada noche y nunca he podido comprender del todo.

— Puedes contarme cualquier cosa, Julieta — Asiente, mirándome a los ojos mientras cubre mi mano con la suya, acariciándola a su vez.

— Ahora que hablamos de sueños... yo tengo uno cada noche, ¿sabes? — Muerdo mi labio inferior para pensar bien cómo contarlo — Es algo involuntario, cierro los ojos y entro en un mundo distinto. Estoy sobre el escenario, al principio yo sola... canto y todo el mundo está en silencio, aguardando algo... mejor dicho, a alguien. El teatro, auditorio o lo que sea está repleto de gente y todos ellos aplauden, se vienen arriba cuando esa persona sale y se pone a mi lado. Cantamos juntos y, aun siendo un sueño, sé que ese es el mejor momento que viviré en toda mi vida. No me preguntes porqué pero siento que es algo que se hará realidad.

— ¿Has dicho alguien? — Pregunta, se le ve interesado — ¿Y sabes quién es esa persona que tanto puede darte en sueños?

— Llevo pensando y divagando sobre esa persona mucho tiempo, al principio creí que podría ser Edgar, ya sabes que nos entendemos muy bien en el escenario — Asiente, entornando los ojos mientras me escucha con atención — Poco después lo descarte, Edgar es mi mejor amigo, pero no me hace sentir eso tan... especial. Más tarde apareció Mario y también pensé en él, aunque bueno, ya sabes el final de la historia. Es imposible que pueda ser alguien así.

— Me tienes en ascuas, Julieta — Sonríe, cada vez más impaciente. Y yo quiero contarle ya todo lo que tengo dentro, pero se me hace complicado si lo tengo ahí mirándome a los ojos y cogiéndome la mano de esa manera.

— Y de repente una noche lo supe, Elías — Bajo la cabeza y resoplo, soltando así todo el aire — Me enseñaste la canción Just a dream, te pusiste a cantarla delante de mí y sin más lo supe.

— ¿Lo supiste? — Alza ambas cejas, siento que está algo alterado porque hace algo de presión sobre mi mano.

— Supe que cada noche al quedarme dormida, eras tú el que aparecía en mis sueños — Me quedo callada unos segundos — Supe que tus caricias eran las mismas, que tenías que ser tú, no podía ser otro del que me estaba enamorando noche tras noche mientras dormía, día tras día cuando te tenía frente a mí.

— Yo, Julieta... yo — Abre y cierra la boca sin parar, pero no termina de decir nada, le es imposible después de lo que le he soltado, y no me extraña.

— No hace falta que digas nada, es algo que tenía que decirte tarde o temprano — Me encojo de hombros.

— ¿Sabes qué? Hay veces, muchas veces... que no hacen falta palabras. Que todo se resume en hacer algo que hable y que diga todo lo que no eres capaz de pronunciar.

Nos quedamos unos segundos mirándonos, ahí, uno frente al otro. Yo, que recién he confesado mis sentimientos, que acabo de admitir que estoy enamorada de él. Y Elías, que justo como ha dicho, sin palabras, demuestra lo mismo.

Sería una mentirosa si dijera que no me gustaría que me besara ahora mismo, al menos en las películas es lo que suele pasar en este tipo de escenas. Pero claro, aquí no es tan sencillo. Somos profesor y alumna por encima de todo, y eso no va a cambiar. 

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora