No puedo borrar mi sonrisa de la cara ni aunque quiera, de verdad. Llevo con ella desde ayer por la tarde, desde mi peculiar momento con Elías. Uno de esos en los que parece que solo existimos él y yo, en los que para él es una clase más, pero que para mí se ha convertido en el mejor instante del día.
Es sábado y en unas horas saldremos a la ciudad. Yo, como siempre, ya llevo bastante tiempo despierta, pero no tengo nada de sueño y sí muchas ganas de disfrutar del día sabiendo que puedo cantar esa canción, que no hay nada que ronde mi cabeza y no me deje pasarlo bien.
— Dame de lo que tomas para estar así de feliz, por favor — Escucho la voz cansada de Diana a mis espaldas. Por fin despierta mi amiga durmiente.
— ¡Buenos días! — De mi cama pego un salto a la suya, quedándome sobre ella — Venga, arriba. Tenemos que ducharnos y prepararnos.
— No me estreses, Juli — Intenta zafarse de mí pero esta vez le gano, llevo más tiempo espabilada — ¿A qué se debe tu gran alegría?
— Da igual, Diana — Estiro de ambas muñecas para incorporarla — El caso es que todo sale bien ahora, es motivo de estar así.
— Ya, y el profesor de música no tiene nada que ver — Aunque no diga su nombre no hace falta, intento esconder mi sonrisa mordiéndome el labio inferior pero es imposible.
— Tiene que ver — Admito — Pero eso... ¿qué más da? ¡Vamos!
Por fin se levanta y arrastrando los pies me sigue a la ducha. Creo que hasta voy dando saltos en vez de caminar como las personas, porque la gente con la que nos cruzamos me mira de forma extraña.
— Si, está loca — Escucho a Diana decirle a un par de compañeras, acompañándose haciendo círculos con el dedo índice sobre la sien. — Venga, Juli. Cuéntame de una vez qué ha pasado con él.
— No hace falta que pase nada — Me encojo de hombros — Que esté frente a mí tocando, que me sonría o... cualquier simple gesto, Diana, no sé. Es difícil de explicar pero me encanta cómo soy estando con él.
Dejamos la conversación aparcada mientras nos duchamos. Sé que a Diana no se le va a escapar nada, pero si seguimos hablando a voces de este tema, temo que alguien nos escuche y pueda atar cabos. Eso solo me metería en líos y no es precisamente eso lo que busco con Elías.
En el desayuno tampoco podemos hablar de ello, ya que nos reunimos con Fabio en nuestra mesa de siempre. Ni hablar de dónde está ahora mismo Edgar, por supuesto. Aunque creo que ya nos vamos acostumbrando a que no nos acompañe.
Fabio nos pregunta acerca de la salida de hoy, a la que no viene porque tiene que estudiar. A veces es tremendamente aburrido y de eso discuten ahora mismo él y Diana. Yo miro a la puerta, por la que ahora mismo entra Mario y, en cuanto me ve saluda con la mano. Tras coger el desayuno se sienta a mi lado. De vez en cuando, en vez de estar con sus amigos, se une a nosotros.
— ¿Qué tal, chicos? — Diana y Fabio dejan de discutir cuando Mario les saluda
Al principio no les hacía mucha gracia, pero ahora me he dado cuenta de que al conocerlo les agrada tanto como me agrada a mí. Todo es darle una oportunidad a la gente.
— ¿Vienes a la ciudad? — Pregunta Diana, lanzándome una nada disimulada mirada a mí.
— Claro — Sonríe amable — Aunque solo nos hemos apuntado un par de amigos y yo, hay que aprovechar.
— ¿Lo has escuchado? — Diana empuja con el dedo las gafas de Fabio, que como siempre se deslizaban por su nariz, hasta subírselas más de lo que debería — Hay que aprovechar.
Él se coloca de nuevo las gafas frunciendo el ceño y tengo que ahogar una carcajada pensando en lo bruta que es mi amiga y en cómo demuestra a su manera lo que siente.
Menos mal que Mario se ha acostumbrado a sus discusiones de pareja sin ser pareja, y los mira con una sonrisa, entretenido. Cuando vea que cada día es lo mismo terminara aburriéndose, pero de momento le dejo que disfrute de la telenovela.
La salida está acordada a las doce en punto del mediodía. Hemos quedado en la entrada y ahí estamos Diana y yo de las primeras, mi amiga puede ser puntual si quiere.
No es que vayamos muchos, aparte de nosotras, Mario y sus dos amigos, Irene, Edgar y tres o cuatro chicas más, parece que los demás han decidido quedarse. Lo cierto es que en estas salidas programadas solemos hacer cosas divertidas como ir al parque de atracciones, al zoo, a uno de esos sitios de toboganes de agua... y esta vez es algo improvisado, solo visitaremos el centro de la ciudad. Supongo que eso no ha llamado mucho la atención aquí dentro.
Lola es la última en venir y revisar el número de alumnos que viajamos, tras mirarse el reloj, alza la cabeza hacia las escaleras, gesto que pasa desapercibido para la mayoría pero no para mí, que como si algo en mi interior me lo dijera, sigo los ojos de Lola para ver que Elías baja las escaleras.
— Bien, ahora sí estamos todos — Lola asiente y, una vez que Elías se reúne con nosotros, salimos hacia un pequeño autocar que nos espera junto a la puerta de la salida principal.
Rodeo mi brazo con el de Diana de camino a dicho autocar, donde nos sentamos juntas en una de las últimas filas. Pronto se acaba llenando de alumnos y Lola le indica al conductor que puede ponerse en marcha.
Apenas tardamos una media hora, quizá tres cuartos, antes de poder ver al final de la carretera los edificios más altos de la gran ciudad que apenas he pisado tres o cuatro veces, la verdad es que estoy tan acostumbrada al orfanato que no me gustan las aglomeraciones.
— Que suerte que haya venido, ¿no? — Diana mueve las cejas arriba y abajo sin parar.
— No te voy a negar que me guste la idea — Le saco la lengua en modo de burla como respuesta a su gesto de provocación.
El autocar disminuye la marcha hasta quedarse aparcado en una zona junto a varios autobuses más, aunque estos mucho más grandes.
Las puertas se abren y Elías y Lola, acompañados de los alumnos de las primeras filas comienzan a bajar. Diana y yo esperamos nuestro turno mirando de puntillas por encima de las cabezas. No voy a mentir, me gusta la idea de pasar unas horas junto a Elías fuera de las paredes del orfanato. Me gusta y mucho.
Por fin pisamos tierra firme, los demás han ido haciendo un círculo alrededor de Lola y Elías así que nos unimos a él. Lola está explicando las zonas por donde iremos, donde comeremos y la hora a la que nos iremos. Escuchamos atentas cuando me fijo en que Elías rebusca en su bolsillo y aunque no escucho nada, saca un teléfono móvil y se disculpa con Lola para atender lo que parece una llamada.
Lo sigo con la mirada mientras sale del círculo y veo cómo sonríe y asiente una y otra vez con el teléfono puesto en la oreja. Apenas habla unos minutos antes de volver al grupo.
Lola termina de explicarlo todo y nos pide que la sigamos. Sigo sospechando de la actitud de Elías, y más cuando mira a la lejanía sin parar, entornando los ojos. ¿Acaso espera a alguien? De pronto caigo en la cuenta... no, no, no por favor, que no sea lo que...
Pero sí, una chica se acerca, cruzando la calle rápidamente hasta llegar a su encuentro. Sé que no debo hacerlo pero me es imposible apartar la mirada cuando él le coge la mano y ella le besa la mejilla.
— Juli... — Mi mejor amiga también está viéndolo todo. Pone una mano en mi hombro, dándome un pequeño apretón — Vamos a intentar disfrutar del día, ¿vale?
Asiento, tragando saliva y con ello toda la esperanza que albergaba sobre el día de hoy.
_______
¡¡Holi!!
Ayyy, que drama tenemos por aquí, ¿verdad?
Gracias a los que me leéis cada día.
¡¡Os leo!!
ESTÁS LEYENDO
El sueño de Julieta.
RomansaJulieta es una adolescente que toda su vida ha vivido en orfanatos, pero es la chica más feliz del mundo haciendo lo que más le gusta: cantar. Cada noche sueña con ello, con cantar junto a una persona que aparece cada noche en su mente, aunque todav...