Capítulo 45.

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La comida se convierte en la más divertida en el orfanato que recuerde. No sé qué demonios ha pasado esta mañana en la sala de juegos, pero Diana y Fabio están más cercanos que nunca. Discuten, por supuesto, pero no de la manera que lo hacen siempre, si no con alguna sonrisa que otra, de una forma increíble conociendo cómo han sido siempre el uno con el otro. Lanzo alguna que otra mirada a Edgar, que está tan sorprendido como yo, sabemos que se gustan desde hace tiempo, y al parecer ahora es cuando ellos lo han empezado a descubrir.

Sería hasta extraño que de repente estén juntos, cuando desde siempre hemos sido los cuatro, pero me alegraría tantísimo por ellos...

— ¿Dónde has estado metida toda la mañana? — Edgar deja de mirar a los otros, ya que parece que hace un rato ninguno de los dos están ahí.

— En la sala de ensayo — Lo miro, sin saber si contárselo o no, al final me decido por hacerlo, es mi mejor amigo y con el que cantaré alguna canción en el campeonato — Estoy intentando aprender a tocar el piano.

— ¿De verdad? — Sus ojos se abren ilusionados. Después de Elías, el mayor apoyo que tengo respecto a la música es él, siempre queriendo lo mejor para mí — ¿Sabes lo increíble que sería oírte cantar y verte tocar?

— Más que tocar, ahora mismo aporreo las teclas — Bromeo, haciéndole reír — Pero bueno, nunca es tarde para aprender cosas nuevas, ¿no?

— Para nada, además estás hecha para la música — Es sincero, siempre lo es y yo solo puedo apoyar mi cabeza en su hombro como agradecimiento. Él besa mi cabeza de forma tierna.

Por fin Fabio y Diana comprueban que seguimos ahí, así que charlamos de todo lo que se nos ocurre durante todo lo que dura la comida. Sabemos que tenemos clase en unos minutos y mi amiga no quiere ir, convencida de que las vacaciones deberían incluirlo todo. Al final entre todos tenemos que llevarla, Fabio decide quedarse ese día a vernos, algo extraño cualquier otra vez, pero no hoy viendo el estado en el que están.

— Buenos días, chicos —Ahí está Elías, tan resplandeciente como siempre, como si se hubiera armado de paciencia esta mañana durante dos horas para que una alumna novata aprenda a tocar el piano — Podéis ir sentándoos, esperaremos a todos.

Subimos al escenario, Fabio se queda en los asientos de abajo. Poco a poco van llegando los demás hasta que estamos al completo, se palpa a ilusión a pesar de que haya pasado un día desde nuestro premio en el campeonato regional.

— He tenido una idea que creo que os puede gustar — Sonríe ahora — Esta vez solo os daré la canción inicial, la que cantaréis todos juntos. Las demás, tanto duetos como solos, las elegiréis vosotros mismos, y sintiéndolo mucho solo tenéis un par de días para hacerlo, debemos tener tiempo para prepararlas todas.

Así que, en vez del cuaderno de otras actuaciones, ese día solo reparte una hoja por alumno, que contiene la canción You got it y que debo reconocer que ahora no me suena en absoluto pero que igualmente sé que si es elección de Elías, debe ser buena. Yo ayer no, pero después de esta mañana tengo clarísima cuál será, si me da el visto bueno, la que interpretaré, y es What you're made of.

Los demás se ponen manos a la obra con las partituras, esas que siempre están sobre el piano y donde hay para elegir de sobra, quizá haya más de cien, aunque nunca me he puesto a contarlas.

Yo me acerco a Diana, que entre el grupo mira a unos y a otros, la pobre solo tiene que esperar a que elijamos para ayudarnos con ellas con su batería, al igual que los demás músicos.

— Yo tengo la mía ya, ¿quieres escucharla? — Le pregunto, necesito que ella también me dé el visto bueno. Todavía no tengo ni idea de cómo me sale, quizá sea un desastre.

Asiente, me la llevo a un rincón para no molestar a los demás con la hoja de mi canción en la mano, veo cómo Edgar enseguida nos sigue y me alegro, él también quiero que esté. Esta vez sin piano y solo a capella, la canto frente a ellos dos, esta mañana prácticamente me ha servido para aprenderme la letra entera.

Ambos aplauden silenciosamente cuando acabo, eso es buena señal.

— ¿Os gusta? Quiero decir, ¿podría cantarla en el campeonato? — No quiero que lo digan porque sean mis mejores amigos, si no porque de verdad les guste lo que acabo de hacer.

— No sé si es que no tienes oídos para escucharte, en serio — Diana pone los ojos en blanco — Es perfecta.

Edgar le da la razón con varios asentimientos energéticos, después se disculpa para ir a elegir su canción y a mi amiga la llaman un par de compañeros, supongo que para probar algo con ella, me quedo sola sentada en el rincón, aunque por poco tiempo, ya que enseguida veo como Mario se acerca. Miro a ambos lados, y no, no tengo escapatoria.

— Hola Juli — Trae consigo una hoja, imagino que también ha escogido — ¿Ya tienes tu canción?

— Si, ¿tú también? — Me muerdo el labio inferior incómoda. Después de lo que pasó en el campeonato no quiero estar a solas con él. Ha pasado de ser un compañero a que me disguste su insistencia.

— Me gustaría que la escucharas — Susurra, mirándome con ojos apenados — Oye, lo siento, ¿vale? No debí hacer eso, me dejé llevar por la emoción del momento.

Viéndolo de esa manera, hasta puedo entenderlo. Y más recordando el abrazo eterno en el que nos fundimos Elías y yo una vez que acabó el campeonato, ese que solo fue capaz de interrumpir, si puede llamarse así, Diana.

— Está bien — Accedo al fin — Pero me gustaría que fuéramos simplemente amigos, me sentiría mejor contigo de esa manera.

— Respetaré lo que digas — Le sale una sonrisa triste mientras se sienta a mi lado, en el mismo rincón — Aunque admito que es difícil ser amigo de alguien por el que sientes tanto.

Decido no contestarle para así dejar el tema de lado, ya he dicho lo que pienso y si él es capaz de respetarlo como dice, estoy segura de que conseguiremos llevarnos bien, como compañeros.

— Julieta, ¿puedes venir un minuto? — Elías llama mi atención desde el otro lado, con la mano en alto.

Me disculpo con Mario, que tendrá que esperar para que escuche su canción, y me dirijo hacia donde está Elías, ahora sin nadie alrededor. ¿Cómo se explica que siga temblando con todos los momentos que ya hemos pasado a solas?

— ¿Qué ocurre? — Pregunto preocupada, quizá no le guste la canción que he elegido y tenga que escoger otra.

— Quiero proponerte algo... — Habla con cuidado, incluso tragando saliva — Sé que te va a parecer una locura, ya que apenas queda tiempo, pero... me gustaría que en el campeonato además de cantar, en tu canción también tocaras el piano.

— No, Elías... — Parece que me ha dado la peor noticia del mundo, y tan solo es una propuesta más, pero tengo tanto miedo... — No quiero arruinar el campeonato de todos por una canción.

— ¿Confías en mí? —Asiento, ¿que si confío en él? Más de lo que desearía —Entonces déjame prepararte, dedicaremos todo el tiempo que haga falta si estás dispuesta, pero...te veo sobre el escenario dentro de dos semanas, haciéndolo, y simplemente sé que va a ser increíble.      

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora