Capítulo 21.

383 45 12
                                    

En las siguientes tres semanas no cambian demasiado las cosas. Mi relación con Mario se va consolidando, aunque, si soy sincera, no sé cómo. 

Me gusta, y mucho, pero a veces siento que es un amigo más, aunque claro, cuando saca su caballero y hace cosas por mí, no puedo más que ablandarme. Me agrada tener a alguien que me escucha, al que puedo aconsejar, con el que pasar el rato y, sobre todo, que me cuide y me trate tan bien como él hace.

Con Edgar no he podido volver a hablar... bueno, ni yo ni ninguno de mis amigos. Fabio dice que apenas pasa por la habitación, simplemente para dormir y a veces ni eso... si pasa las noches con Irene solo espero que no lo pillen. Pero, lo que suceda con él, ha quedado claro que desde hace tiempo no es de nuestra incumbencia.

Y bueno, respecto a Elías, algunos ensayos se han vuelto demasiado complicados. Nuestro encantador y sonriente profesor de música, se ha convertido en las últimas semanas en un ogro que gruñe y protesta por cada fallo que tenemos. Parece haber perdido la virtud de la paciencia de repente.
Ese día, a falta de una semana para nuestra primera competición y tras toda la tarde dedicada a ensayar, decide dar por finalizada la clase cuando a Mario no le sale una de las últimas estrofas.

Todos están deseando salir de ahí, y lo cierto es que no me extraña para nada.

— Pensaba que esto era para despejarnos un poco de exámenes y demás, ¿sabes? — Diana se me acerca destensándose los músculos de la espalda — Pero ha acabado siendo una especie de tortura.

— Creo que Elías está así por la cercanía del concurso — Digo sin mucha convicción, dudo que sea por eso pero tampoco es que sepa el motivo — Seguro que una vez hayamos participado, vuelven las cosas a cómo eran antes.

— No sé yo... — Arruga la nariz — Fabio me ha pedido que juguemos a las damas ahora, ¿te apuntas?

— Voy en un rato, ¿vale? — Instintivamente mis ojos van a Elías, sentado en la primera fila.

— No creo que sea buena idea que intentes hacerle entrar en razón otra vez, pero está bien — Se encoge de hombros y se despide con la mano mientras sale de la sala.

Era la última y solo quedamos Elías y yo. Me siento a su lado a sabiendas de que, como las tantas últimas veces, no me va a hacer mucho caso.

— Oye, Elías... — Miro mis manos, que juguetean nerviosas con un hilo de la costura del jersey granate de mi uniforme — Creo que los chicos están agotados.

— Hay que ser exigente, Julieta — Bufa — Siento mucho que esteis cansados, pero actuamos en seis días y sigue habiendo fallos. No podemos llegar allí y hacerlo mal.

— Quizá tengas razón con lo de la exigencia... — Comprendo su postura, pero pienso que debe entender también la nuestra — Pero llegar hasta allí para nosotros es lo mejor que nos ha pasado desde que estamos en el orfanato. Nos gustaría que fuera una experiencia inolvidable y no... esto.

Asiente lentamente varias veces, miro si perfecto perfil mientras traga saliva y hasta parece que esa expresión que arrastra se suaviza un poco.

— Tengo que trabajar en algo — Es lo único que dice.

Entiendo que quiere quedarse solo y, la pequeña esperanza que tenía se ha esfumado, otra vez. Elías va a seguir por este camino y me parece que no hay nada más que hacer. Solo espero que no nos perjudique más de lo que ya lo está haciendo.

Tras un par de partidas a las damas que Fabio me gana y después de escuchar como mis amigos discuten durante un buen rato, decido acercarme a la diana, donde algunos chicos, incluido Mario, juegan sin descanso.

— ¡Eh, guapísima! — Me da un rápido abrazo — ¿Qué me dices, quieres probar hoy? — Me ofrece un par de dardos.

— No quiero sacarle un ojo a nadie, Mario. No tengo puntería.

— Ya que tú estás enseñándome tantas cosas... sé por una vez mi alumna — Se pone a mi espalda y con un brazo rodea mi cintura, colocándome.

Estamos rodeados de gente que parece haberse acostumbrado a vernos así... es curioso, porque no me he acostumbrado ni yo.

Mario coge mi mano y me coloca los dedos sobre el dardo a la vez que me maneja con el brazo que me tiene rodeada y apoya su barbilla en mi hombro.

— Bien... ahora debes echar el brazo hacia atrás y a la de tres, fijas tu objetivo y lanzas — Susurra en mi oído las explicaciones e intento concentrarme en lo que dice, pero mi atención se escapa de donde quiero estar y hace de las suyas.

Elías sale de la sala de ensayo, cerrando a sus espaldas. Cruza por detrás de donde estamos colocados y saluda, más por cortesía que por otra razón a mi parecer.

— ¡Y tres! — El grito de Mario y el movimiento involuntario de mi brazo lanzando el dardo hacen que vuelva en mí — ¿Has visto? ¡Eso ha estado cerca!

Busco el dardo que, por supuesto no ha dado en la diana, y lo encuentro a unos centímetros de ella, clavado en la pared.

— ¿En serio? — Suelto una carcajada — ¿Eso es cerca?

— Qué más da — Sonríe, dándome la vuelta para ponerme cara a cara y dejarme un pequeño beso en los labios — Eres la mejor y no hay discusión.

Le sonrío, acariciándole el pequeño hoyuelo de su barbilla.
¿Esto es mantener una relación seria con alguien? ¿Hacer este tipo de cosas y sentirte... bien? Entonces... ¿por qué no dejo de pensar dónde se habrá ido Elías? Este fin de semana lo ha pasado en el orfanato y no con su novia, ¿tan agobiado le tiene el trabajo? Me gustaría hablar con él, pero está tan cerrado que casi ya me he dado por vencida.

Esa noche durante la cena, una faceta desconocida en mí sale a la luz. Me armo de valor para lo que estoy a punto de hacer, pero estoy decidida.

— Fabio, ¿no tendrás por ahí un trozo de papel y un bolígrafo?

Me mira con una ceja alzada, extrañado. Menos mal que de momento solo estamos él y yo y Fabio no es de esos amigos que quieren saberlo todo como Diana.
Arranca una hoja de su cuaderno y me presta el bolígrafo, garabateo rápidamente en el papel en blanco.

Esta noche en el bosque de la parte de atrás. 23:00.

—J.

En fin, de perdidos al río y no pierdo nada por intentarlo, además a esas horas es difícil que alguien pueda estar ahí, todavía hace algo de frío.
Me levanto, le devuelvo el bolígrafo a Fabio, que está más extrañado si cabe y paso por su lado con una intención fija: Elías.

En estos momentos agradezco la manía de Elías al comer y cenar en soledad. Llego a su mesa decidida, pero no me dirijo a él, sino que paso de largo dejando a su vez caer el trozo de papel doblado sobre la mesa. En el último instante me doy cuenta de que lo ve, que mira a ambos lados hasta saber que he sido yo, desdobla el papel despacio y asiente. Supongo que eso significa que vendrá.

______________

¡¡Hooola!!

Ay, ¿para qué querrá Julieta verse a  solas con Elías? ¿Y la relación con Mario, os gusta?

¡¡Gracias por leerme, yo también os leo!!

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora