Capítulo 29.

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Ayer Elías nos dejo un día de descanso tras el campeonato. Las vacaciones de Pascua ya están aquí y eso significa que las siguientes dos semanas no tenemos clase, así que, aparte de los ensayos, tenemos la mayoría del tiempo libre.

Mario e Irene ya no están en el grupo, ese es todo su castigo por lo que hicieron, ya que aunque Lola nos acompañó al campeonato, fue una espectadora más junto a los demás directores de los orfanatos y no se enteró de todo lo que pasó una vez que el telón estuvo cerrado, supongo que Elías decidió que con su castigo era suficiente y la cosa no ha pasado a mayores. Edgar vuelve a ser uno más entre nosotros y, aunque a veces se le nota la nostalgia de no estar con Irene, casi parece ser el mismo que era.

Ese domingo por la tarde en el orfanato apenas hay movimiento. A excepción de unos cuantos en la sala de juegos y otros pocos más en las pistas de la sala de atrás, todo el mundo parece estar en sus habitaciones o a saber dónde.

Yo decido ir a mi sitio favorito, por mucho que diga Diana que está saturada de tocar y de escuchar tantas canciones, a mí no me sucede nada parecido. Siento que nunca podría cansarme de algo que tanto me gusta.

De camino a la sala de ensayo me cruzo con varios amigos de Mario, que me miran y sonríen, seguramente mofándose de mí por lo que me han hecho y que yo haya caído en la trampa. Pero la verdad es que no me importa, pienso que en unos días se habrán olvidado del tema y le tocará a otra pobre u otro pobre desgraciado.

— Eh, Juli — Alguien llama mi atención cuando estoy a punto de cruzar la puerta — ¿Podemos hablar?

Me doy la vuelta para ver que Mario está hablándome. Dudo un momento y me cruzo de brazos.

— Creo que todo ha quedado más que claro — Le digo con desprecio.

— Lo siento, ¿vale? — Se acerca, frunciendo el ceño, hasta diría que arrepentido — La broma se nos fue de las manos, Irene iba ganando y yo... bueno, al principio me acerqué a ti por la apuesta pero después te conocí y fue muy distinto. No quería seguir con eso y de hecho estuve a punto de detenerlo todo cuando me di cuenta que lo nuestro podría ser real.

— Solo quiero saber una cosa, Mario — Trago saliva y haciéndome la fuerte lo miro a los ojos, a pesar de saber cuánto me ha mentido con ellos — ¿Por qué nosotros? ¿Por qué Edgar y yo?

— ¿No es obvio? — Saca una sonrisa nada alegre — Sois mejores, siempre estaréis por encima de Irene y de mí y... a ella no se le ocurrió otra manera de entrar en el grupo que separándoos como pareja y que nosotros fuéramos ese reemplazo de cada uno de vosotros.

— Perfecto, es todo lo que quería saber — Sentencio, alejándome.

— ¡Juli! — Exclama para que lo oiga — Ojalá puedas perdonarme, no fuiste una simple apuesta.

Pero dejo de escucharlo al cerrar la puerta, quizá siga hablando pero su voz se queda ahogada por la madera. Respiro hondo una vez dentro de lo que se ha convertido mi refugio, donde puedo ser yo misma y ya está, donde mejor me siento.

Observo el cuaderno marrón con las canciones que nos propuso Elías, algunas ya cantadas y otras sin cantar. A partir de mañana hay que volver al trabajo y esta vez con más ganas si cabe, nos jugamos ser los primeros del campeonato provincial con dos grupos más, a cual mejor.

— Sabía que estarías aquí... — La voz de Elías me hace levantar la cabeza del cuaderno. — No puedes estar ni unas cuantas horas sin pisar un escenario, ¿verdad?

— Creo que ya me vas conociendo — Le sonrío. Cierra la puerta de nuevo y se acerca, subiendo también al escenario y mirando el cuaderno que tengo entre mis manos.

— Salieron bastante bien esas canciones, pero la norma es que no podemos repetir... así que tengo que pensar en algunas nuevas — Dice, leyendo con los ojos entornados.

— ¿Y ya tienes alguna en mente? — Pregunto interesada.

— ¿Te cuento algo? — Se muerde el labio inferior, como si tuviera un secreto y quisiera ocultarlo cual niño travieso. Asiento contagiada por su humor — La primera canción en la que pienso siempre es para ti, es la más fácil porque te veo ahí cantándola y haciéndolo increíble.

— ¿Y ya existe esa canción? — Alzo ambas cejas impaciente, incluso estirando una mano que está a punto de tocarle el brazo aunque al final me obligo a no hacerlo.

— Claro que sí — Mueve enérgicamente la cabeza arriba y abajo — ¿No querrás por casualidad... saber cuál es?

Me levanto de un salto y él alza la cabeza divertido para mirarme.

— Estás tardando, Elías — Señalo el piano y él suelta una carcajada, haciéndose el remolón — Vamos, enséñame esa canción.

Se levanta por fin, dirigiéndose a las partituras que tiene siempre colocadas sobre la tapa negra del instrumento. Rebusca entre tantos papeles hasta encontrarla y una vez hecho, pone el papel frente a mí.

— Dudo que la conozcas, es prácticamente nueva — Dice — Toma, lee y dime qué te parece, estamos a tiempo de cambiarla.

La cojo despacio, como si fuera un trofeo o algo de cristal que pudiera caérseme y hacerse añicos en segundos. Leo la letra, ya que las notas y demás no son lo que mejor se me da en el mundo. Aprieto los labios cuando se me encoge el corazón al comprender la letra y al saber que sí, que como siempre Elías ha hecho una elección acertada.

— Es perfecta — Susurro con la voz ahogada.

— ¿Quieres ver cómo suena? — Pregunta, ocupando una butaca y cogiendo lo que creo que es el bajo.

Le observo durante unos segundos eternos, ¿quiero hacerlo? Sí, claro que sí. Pero ya me cuesta tragar saliva cuando la imagen de él y yo cantando juntos vuelve a mí. No pude contener la emoción una vez dados mis sentimientos a él, sentimientos que han aumentado...

— ¿Julieta? — Pregunta, mirándome con expresión preocupada — Si no te parece buena idea, la ensayarás con Edgar en clase con todos los demás, no hay problema.

— No, no — Me acerco a donde está — Probemos, quiero escucharla.

Asiente sonriente, estoy segura de que es justo lo que quería escuchar. Pero mi nerviosismo sigue ahí, no sé cómo reaccionaré.
Las notas suaves del bajo comienzan y mi corazón responde a ellas acelerándose. Se me seca la garganta cuando comienza a cantar.

[...Seré tu escudo protector,
imán, que no querrás soltar,
mitad, de un viaje sin final...]

Ahora recuerdo a Mario cantando frente a mí, a todas las cosas que sentí al escucharlo y comprobando que no es ni la mínima parte que lo que siento justo ahora. Que Elías me trasmita cosas no es nada, porque ahora que me mira y pronuncia esas palabras no puedo negar que me he enamorado de él hasta las trancas.

De repente, las notas cesan a pesar de que la canción no ha sonado al completo. Elías deja el bajo y se levanta, dirigiéndose a mí con los ojos muy abiertos, ¿qué está pasando?
Pone su cara a milímetros de la mía y desconcertada me dejo hacer cuando extiende la mano y con su dedo pulgar seca lágrimas que ni sabía que estaban cayendo. No las había notado.

— Lo siento — Susurra, apretando las mandíbulas y secándome las mejillas sin parar — No llores, por favor. Yo solo quería...

— Eh, Elías, estoy bien — Sacudo la cabeza y sonrío, porque es cierto que no me ocurre nada malo. — Es solo que cada vez que cantas me trasmites algo que no soy capaz de controlar.

Se aleja tragando saliva, respira hondo y mete ambas menos entre su mata de pelo castaño, despeinándose.

— Yo tampoco tengo ni idea de lo que me pasa contigo, Julieta — Habla conteniéndose, pero aun así continúa — No sé porqué me encanta estar contigo, cantar para ti y escuchar embelesado cuando tú lo haces. No sé si esto de pasar tiempo juntos está bien o es una locura, si es perjudicial para ambos, pero siento lo contrario. Que a pesar de que seas mi alumna cada momento que pasamos el uno con el otro es un poco mejor.

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¡¡Hoola!!

Pues aquí os dejo el capítulo de hoy, ¡espero que os guste!

¡Os leo!

El sueño de Julieta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora